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Tomados de la mano, Jimin y Jungkook se adentraron en uno de los terrores de la vida; el amor. Siendo valientes como solo pueden llegar a ser dos chicos que se aman lejos del ojo publico que no descansa en perseguirlos, fueron de frente contra lo desconocido.

Había días buenos, donde la mirada de Jimin desbordaba afecto y la respiración de Jungkook salía a tropiezos al coincidir. Días en los que Jeon nunca estaba conforme de tocar el cuerpo de Minie y buscaba cualquier excusa para tenerlo de nuevo entre sus brazos. Momentos en los que compartían largas charlas hasta entradas horas de la noche, sin hablar de nada en realidad, pero riendo por todo. Instancias donde intercambiaban sus pasatiempos con el otro por el mero placer de alargar la compañía; Jimin tuvo entonces que aprender sobre videojuegos en línea y Jungkook se vio obligado a salir de su cueva para ir detrás de Minie en sus compras.

Eso y más era lo que hacía que todo valiera la pena.

Y luego estaban los días oscuros; donde los celos de Jeon salían a relucir, o las inseguridades de Minie le llenaban la mente, o aún peor, se trataba de una mezcla de ambas cosas que terminaba por convertirse en una nube gris, cargada de toxicidad, que reventaba lloviendo sobre sus cabezas como aquel día para el recuerdo, ese donde los chicos se habían dicho de todo en un error clásico del miedo.

Este día en específico, Jungkook se despertó sintiéndose particularmente apegado a Jimin. La noche anterior se habían parapetado en la habitación del menor para pasarse un momento a solas; habían bebido, cenado a la luz de las velas y luego caído en los brazos del otro mientras que veían a la noche alzarse por la ventana. Con las estrellas brillando al otro lado del cristal, Jimin se había acurrucado en el regazo de Jeon, haciéndose un ovillo, en ese poder de hacerse pequeño que sacaba a relucir a veces y se relajó en el abrazo fuerte de su novio. Jungkook tarareó bajo en su garganta la única nana que se sabía y observó a Jimin entrar en un sueño libre de sobresaltos.

A pesar de que habían compartido cama en más de una ocasión, ellos respetaban los limites del otro y pasaban sus noches en sus respectivos dormitorios. Se extrañaban sí, y no existía cantidad de besos suficientes para despedirse, pero ellos cuidaban de sus espacios personales. El vivir bajo el mismo techo ayudaba también eso, pues dormían tranquilos ante el conocimiento de que el otro estaba a solo unas puertas de distancia si es que la sensación de necesidad se volvía demasiado.

Al ver a Jimin dormido, Kook sabía que lo correcto era despertarle para que fuese a dormir cómodo a su cama, un beso de buenas noches en su frente y el día siguiente estaría allí para disfrutar de nuevo. Pero en ese momento, con Minie luciendo como un bebé aferrado al frente de su camiseta, Jeon no se sintió con ganas de obedecer a la lógica. Su lado más posesivo tomó a su novio en sus brazos y lo llevó hasta la cama. Se acostó con él a su costado, para mantenerlo cálido bajo las mantas y se durmió poco después sintiendo el pecho a rebosar de amor.

No todos los días lograba dormir con Minie, sus horarios eran exhaustivos, su tiempo libre escaso y el deseo siempre estaba allí, como un cosquilleo bajo su piel que solo se acentuaba cuando conseguía momentos robados con Jimin. Más no esa noche, no en cada momento que se despertó para acercarlo más, ni al alba cuando el sol no le permitió seguir con los ojos cerrados.

A primera hora del día, con el sol entrando indiscriminadamente por las cortinas descorridas, Jimin lucía como un hada que se había perdido, alejado demasiado de su bosque e ido a parar en cama de Jungkook. Como si el chico perdido solo hubiese querido tomar un descanso en su camino y Morfeo lo hubiese reclamado más profundo. Su rostro joven e inocente. Sus labios abultados en un dulce puchero. Sus mejillas sonrosadas bajo una nariz de botón respingado. Su cabello rubio despeinado en la almohada, alborotado como el nido de un ave. Salvaje, tan bonito, bien descansado, tierno.

Jungkook besó un moflete regordete, viendo a Minie removerse en su descanso.

—Ah, Jungkookie... —moduló Minie, más él seguía dormido.

El mundo de Jeon se estrechó con afecto.

De la clase que duele de una buena manera. Que hace al corazón saltar, bombeando más rápido la sangre. Que cosquillea el alma con picardía.

Motivado por ello, se levantó para prepararle el desayuno a su hyung; una sorpresa para comenzar bien el día. El ritmo en la cocina de la casa era con todos los chicos de la banda luciendo adormilados, aun en sus pijamas arrugados y cabellos apuntando en todas direcciones vagando alrededor mientras que cada uno buscaba algo con que llenar su estómago. Jungkook tuvo que pelearse con Seok Jin por el ultimo tazón de leche que quedaba en la nevera, ellos podían ser millonarios, pero había ciertas cosas que nunca cambiarían. Robó discretamente fruta picada de la sección de JHope y un vaso de zumo de naranja de la jarra de Namjoon hyung. Taehyung no estaba a la vista o se habría visto siendo asaltado de igual manera. Yoongi fue más inteligente y le cedió un par de sándwiches que acababa de preparar. Contento con todo lo que había logrado reunir, Jungkook lo apiló todo en una bandeja y volvió a su habitación.

La cama estaba vacía y Jimin salía del baño luciendo listo para una sesión de fotos.

—Ah Jungkookie —dijo nada más verlo. — ¿Dónde estabas? Quería darte un beso antes de salir.

Jungkook dejó su sorpresa en el escritorio a su espalda, sintiendo el súbito deseo de ocultarla.

—¿Salir? —repitió con aprensión. -¿A dónde? ¿Con quién?

Jimin ladeó la cabeza ante su tono.

—Con Taehyungnie, vamos a ir por algo de comer. Hay un Panda Express que está loco por conocer. —Jimin se le acercó mientras hablaba. —Como si no fuesen todos iguales. —Se rio. Poniéndose de puntillas, le dio un casto beso en los labios. —Y hay algunas cosas que me gustaría comprar también, así que no creo volver antes del atardecer, ¿qué hay de ti? ¿Qué planes tienes para hoy?

El animo de Jungkook cayó, era obvio que nada de lo que hubiese tenido en mente se iba a cumplir si su hyung no estaría disponible. Se encogió de hombros quitándole importancia, aplastando sus ideas como si no se hubiese estado imaginando todo un día junto a Jimin.

—Creo que me quedaré a dormir —dijo bajando la mirada.

Jimin hizo un chasquido de desaprobación.

—Necesitas aprovechar el descanso, hacer algo que te guste. —Le habló con dulzura. Tomando su mejilla, hizo a sus ojos coincidir. Aunque su mirada era la de un enamorado, no alcanzó al malestar naciente en el cuerpo del menor. —Sal con tu grupo de amigos, apuesto que estarán encantados de verte.

Jungkook asintió sin ganas.

—Claro —contestó de manera evasiva. Empujó la bandeja de desayuno lejos de la vista de su mayor justo cuando tocaban a la puerta. Sin duda era TaeTae.

Tomando su teléfono y cartera, Jimin fue a abrir.

—¡Diviértete, Jungkookie! —Se despidió a su espalda y entonces se había ido.

Jeon se quedó mirando la puerta un par de largos minutos, dejando la respiración salir.

Al carajo su buen día. 







HOLA CRIATURITAS, 

COMO SABEN, HE VUELTO. Y HE RECIBIDO Y SENTIDO TODO SU AMOR. GRACIAS INFINITAS POR ESTAR. 

Aquel beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora