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Jungkook extendió la mano para tomar el rostro de Jimin, con el mayor teniendo una idea diferente, este giró el rostro para besar los tatuajes en el antebrazo fibroso de su chico, tomándose su tiempo en la oscura tinta que en vez de estropear la nívea piel como había leído que decían en algún sitio de saseangs, solo resaltaba un lado de Jeon que nadie más que su hyung especial tenía el privilegio de ver.

-He estado pensado -habló el menor mientras que cerraba sus ojos ante las cálidas atenciones. -que quizás nuestro inicio no fue el peor de todos.

Jimin había subido hasta el bíceps, siguiendo como guía los tendones en tensión a su paso. Su risa le hizo temblar los labios de piquito.

-¿A qué te refieres? -Se mofó con voz dulce. -Creo que fue horrible.

-¡Hey! -Jungkook fingió ofenderse. Jaló al chico extendido sobre su cuerpo por los pálidos cabellos para obligarlo a mirarle a la cara. -Era solo un chiquillo. -Se excusó recordando sus errores del pasado.

Minnie lo miró con ojos brillantes. Con un toque descarado en la esquina de su mirada, hizo una careta.

-Eras un chico tonto, aun lo eres. -Y calló cualquier futura palabra reclamándole los labios de Kook con ansias.

Ante un beso abrasador, que consumía el aire de la habitación y del mundo, no había mucho que Jungkook pudiese hacer. La idea de lo que estaban hablando se perdió en algún lugar en lo profundo de su cabeza mientras que tomar a Jimin por las caderas para poder acomodarlo así sobre su regazo, se volvió mucho más importante. Con el rubio chico rodeándolo con las piernas, las manos del maknae fluyeron de manera natural hacia el redondeado trasero de su hyung y le fue imposible contenerse de apretar. Las blandas mejillas parecían haber sido diseñadas para ser apresadas por él. Justo a la medida de sus grandes manos, cuyos dedos se enterraron en la cremosidad.

-Mmm... -Uno de los chicos gimió, o quizás fueron ambos; era difícil decirlo con los cuerpos comenzando a enredarse como lo hacían.

Jeon ancló sus medios cuerpos juntos, dejándole vía libre a Jimin para poder contonearse sobre el bulto creciente en los pantalones de chándal que Kook llevaba.

El mundo bien podía estar cayéndose a pedazos fuera de la puerta cerrada de su habitación compartida y a ellos no les importaba. Por un momento, por un instante egoísta solo eran ellos y el placer intoxicante que nacía cuando se permitían tocarse de esa manera. Como algo más que maknae y hyung, algo más que simples compañeros de banda o hasta amigos que se querían mucho.

Con la intervención de la pandemia global y la paralización de sus agendas tal y como las conocían, lo único rescatable que los chicos podrían nombrar de ello era el tiempo a solas que estaban ganando ante el confinamiento. Horas y horas de exquisita libertad sin reglas.

Hubo en estallido de risas proveniente de la habitación continua que les hizo hacer una pausa entre los besos mojados. Jungkook agudizo el oído captando el correteo de pies que bajaba por el pasillo, de seguro del resto de la banda, quienes estaban pasando el rato en grupo.

-¿No estamos siendo groseros al encerrarnos aquí? -preguntó Kook bajando su boca hacia el cuello de Minnie. Olía dulzón y sabía igual. Esencia de baño, perfume y masculinidad. Este ladeó la cabeza para darle un mejor acceso, tomándolo por la nuca para alargar la caricia. Su pulso saltaba desbocado contra los labios gentiles, enmascarando el deseo de Jungkook por marcarlo cuando se hizo presente.

-Saben lo que estamos haciendo -respondió Jimin de manera desinteresada. Hacía mucho que él había dejado el pudor atrás, de modo que este no ocupaba ni un ápice de sus pensamientos. Centrado en el presente, él gimió profundo cuando los dientes del otro chico rasparon en contra de la unión del cuello con el hombro. -Hay que agradecerles que no vengan a interrumpir, -reconoció con su voz perdiendo fuerza. -porque en verdad que necesito de esto.

Aquel beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora