II

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Le tomó dos pensamientos al maknae saber que tenía que ir detrás de su hyung. No porque fuesen compañeros de banda y la buena relación fuese importante. No porque vivieran bajo el mismo techo y la convivencia sería un asco si no lo resolvían.

Fue porque simple y sinceramente así lo quiso.

Apagó las luces del estudio a la carrera y se arrojó a la acera donde la lluvia lo empapó rápido de pies a cabeza. Con el cabello goteando sobre sus ojos, se ubicó a medias según los carteles mal iluminados hacia el camino a casa. Estaba tan acostumbrado a ir siempre acompañado por el resto de sus hyungs o los managers que nunca se fijaba lo suficiente. Y el hecho de que estuviese oscuro ya, no ayudó para nada.

Dio un par de vueltas y se detuvo en dos ocasiones. Su sentido de la orientación apestaba cuando en verdad lo necesitaba.

De modo que, en el transcurso de veinte minutos, tuvo que asumir su derrota.

Estaba perdido.

Con el mentón temblando por el frío, el miedo y los nervios, se acercó a una parada de autobuses para sacar el teléfono de su bolsillo en el rincón más apartado de la gente que le dio miradas curiosas.

Y es que, sí, estaba que daba pena.

En todo lo que había caminado, no se había permitido pensar demasiado en su pelea con Jimin, más específicamente no en sus últimas palabras; porque hablaban de un dolor como una espina en el corazón de su hyung. Una que él había puesto ahí.

Las habilidades sociales de Jungkook se estaban aun construyendo, con él fallando en cada relación nueva que establecía. Seguir a un mayor, a alguien de autoridad se sentía más fácil para adaptarse, pero con alguien de su edad, su igual, se convertía de pronto en un terreno de arena movediza.

Jungkook aun no entraba en confianza completa con los chicos de la banda; los quería, sí, no había duda en eso. Ellos daban mucho de si para que él no se sintiese tan apartado en edad y pensamientos, pero era complejo de todas maneras. El chico aún se quedaba hasta altas horas de la noche con tal de bañarse solo y sin importunar a nadie. Aun tenía problemas con los cambios de ropa ante el personal femenino que los atendía. Y ni hablar de su relación con las fans.

A pesar de que sentía que se forzaba hasta el límite de sus capacidades, claramente quedaba en falta.

Él no había querido herir a Jimin, mantenerlo alejado era para su entero beneficio propio, y pensó que el otro chico no se sentiría pasado a llevar, no más que el resto al menos. Pero allí donde su hyung era todo dulzura, era también alguien a tener en cuenta cuando se enfadaba.

Jimin era todo lo que Jungkook aspiraba a ser; fuerte, determinado y encantador. Con una sonrisa que hechizaba a todo aquel que lo conociese, y que reducía sus ojos en líneas horizontales de lo más tiernas.

No, Jungkook no deseaba a Jimin lejos, todo por el contrario. Si él tan solo pudiese aclarar su cabeza y entenderse a si mismo, le pediría al otro chico que tomara su mano y se aventuraran juntos.

Hay todo un mundo que se despliega cuando dos chicos se miran como algo que solo amigos, algo más que compañeros de banda y de escenario.

Jungkook sabía que el peso de la sociedad y su cultura caería sobre sus hombros si tan solo ponía en voz aquello que lo atormentaba por las noches o cuando estaba solo. Pero él no estaba dejando a Jimin tener una idea errónea de lo que era, solo porque tenía miedo.

Buscó en la pantalla de su teléfono el número de su hyung y marcó.

Un llamado... luego dos, bajo ninguna circunstancia se le había ocurrido que Jimin no le contestaría y cuando estaba perdiendo la esperanza, este contestó.

-No me llames -dijo de entrada, aunque su voz sonaba molesta, era sencillo detectar su falta de aliento. Bien, eso significaba que aun se encontraba en la calle.

Jungkook tragó duro con su mente corriendo a toda máquina.

-Jimin hyung, yo solo quiero...

Un ruido molesto cortó sus palabras.

-No me molestes, -siguió Park. -dije lo que quería decir en el estudio. No me llames y ya está.

-Por favor, no seas tan duro conmigo -Kook se lamentó cerrando los ojos.

Hubo un suspiro pesado al otro lado de la línea.

-Oh niño, ni siquiera has visto mi lado malo aún, así que no me reclames.

Jungkook lloriqueó en el teléfono haciendo sonar su nariz mocosa.

-Jimin hyung... lo siento. -Él miró a su alrededor con el indicio del pánico en su pecho. -No sé dónde me encuentro; estoy asustado.

Para su sorpresa, su mayor cambió de inmediato. Hizo un ruido impresionado y no se demoró en demostrar su preocupación.

-Cómo que no sabes, -dijo con voz apremiante. -¿dejaste el estudio?

-Quería seguirte -Se excusó Jungkook. -Y corrí por el camino hasta casa, solo que no era este al parecer. Intentaré volver sobre mis pasos...

-Estás loco -Jimin lo cortó. Su voz sonó severa, sin derecho a reclamos. -Quiero que tomes un taxi y nos reunamos afuera de la casa.

-Pero yo...

-Sin peros. Haz lo que te digo, te veré allá. -Y finalizó la llamada.

Sin más opciones que tomar, Jungkook esperó por un carro que le hiciese caso a su mano pálida levantada en el aire. Afortunadamente no tuvo que esperar mucho, un señor entrado en edad se detuvo y él pudo subirse al ambiente climatizado.

-¿Dónde? -preguntó el conductor, dándole una mirada a sus ropas mojadas que sin duda iban a estilar sobre el asiento.

Jungkook se encogió, avergonzado. Le dio la dirección con una sonrisa de disculpa y sorbió. Sabía que en su mochila cargaba algo del dinero que le enviaban sus padres, solo esperaba que fuese suficiente para el aventón, de lo contrario, tendría que pedirle prestado a Jimin.

Al hyung que le debía una disculpa en más de un sentido.

Las lagrimas asaltaron los ojos de Kook y este las dejó correr, sintiéndose de pronto conmovido y sobrepasado.


Aquel beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora