III

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Jimin estaba de pie bajo la luz de una farola, el ángulo de iluminación le daba a sus rasgos faciales una sombra lúgubre, por lo que era difícil adivinar sus emociones en ese momento.

Jungkook se bajó del taxi a solo unos pasos de él, sujetando con fuerza el aza de la mochila sobre su hombro izquierdo, inseguro sobre cómo proceder ahora que lo tenía enfrente. Pero todo eso se fue por la borda, en el momento que Jimin levantó la vista y lo vio.

Él pareció brillar, abriendo sus brazos en una inconfundible señal de recibimiento. Jungkook fue hasta él, arrojándose hacia su cuerpo.

Ellos se fundieron en un apretado agarre sobre los hombros del otro. Jalando sus ropas para mantener la posición que, aunque dolorosa, iba acorde a como se estaban sintiendo en ese preciso momento.

Para Jungkook, fue como si le devolvieran el alma al pecho. Ni de loco estaba repitiendo nuevamente su comportamiento y todo lo que su gran bocota había arrastrado.

—¡Jungkook-ah! —Jimin dijo en su oído con voz chiquita. Él le dio un leve zarandeo —Eres un chiquillo tan mal portado, ¿por qué tienes que hacer las cosas difíciles?

El menor lo sabía, vaya que lo hacía.

Asintió dando la razón, internando su nariz en la curva del cuello de su mayor. Olía a lluvia, perfume y sudor. Por encima de todo, olía a él. Un aroma que lo calentó hasta la punta de los dedos de los pies cubiertos con calcetas de superhéroes.

—Lo siento, Jimin hyung. Seré bueno. —Prometió de corazón.

Jimin suspiró, sintiendo su arrepentimiento, dándole el ultimo apretón al cuerpo entre sus manos antes de dejarlo ir a la distancia de un brazo. Ahora que se habían reunido, no quería perderlo de nuevo. Le mantuvo una mano sobre el costado del cuello para mantenerlo mirándolo a los ojos.

—Solo quiero que no te cierres cuando algo pase, ¿está bien?

Kook estudió el rostro del chico frente a él. Con el cabello mojado pegado sobre su frente, y las mejillas coloreadas por el frío; Jimin se veía aun más joven de lo que en realidad era. O quizás se tratase de su alma, que perdonaba tan fácil y que había calado a Jungkook sin lugar a dudas. Este bebió de cada facción de su hyung, de las ropas pegadas a su cuerpo delgado, de sus manos gentiles que no dejaban de tocarlo.

Todo se trataba de un momento donde el acuerdo asentaría las cosas.

Volvió asentir, predispuesto a dejar el tema en tras su espalda, solo que recordó las palabras de Jimin en el estudio y quiso salir de la duda. Él lo necesitaba.

—Dijiste que, entre todos, contigo es con quien menos quiero estar —soltó franco. Su voz fue estable, dándole solidez a sus palabras.

Jimin se detuvo por un instante.

Parecía ser que él no iba a responder, cuando con un suspiro dijo:

—Es lo que me haces ver. —Dejó caer su mano, mirándola colgar a su costado. —Sé que soy más nuevo que el resto, y más joven también, pero no entiendo el qué me hace diferente al resto de los chicos como para que me trates distinto.

Jungkook se mordió el labio, dándole una vuelta a lo todo lo que había pensado en el carro.

—Todo tu eres diferente —dijo intentando ser fiel a la verdad. Él no quería dejarse en evidencia, pero tampoco estaba negando nada. —Además, también te comportas de manera particular conmigo que con el resto.

Los ojos de Jimin se vieron reducidos a rendijas cuando sonrió.

—Eso es porque me gustas; me pareces totalmente encantador. —Sentenció como quien no quiere la cosa.

Pero Jungkook no se imaginó el brillo especial en sus pupilas, no fue una idea en su cabeza la candidez con que pronunció aquella frase. Así que, envalentonado por tal declaración, fue que tomó la mano de Jimin en la suya y con un leve jalón, lo tuvo más cerca para poder sellar así sus labios juntos.

Fue una mera caricia; dulce, tímida y romántica. Que los sacudió como si hubiese caído un rayo sobre sus cabezas, alterando sus respiraciones, sacudiéndolos por completo.

Ambos se hicieron atrás en el mismo segundo y esta vez eran los ojos de Jungkook los que desaparecían risueños.

—Tu también me gustas hyung, no sabes cuanto. —Y retomó el camino a casa.

Tras unos instantes, Jimin lo siguió, ganándose a su lado con la cabeza gacha. Solo les quedaba una corta calle que recorrer para llegar al edificio donde se encontraba su casa y en los intervalos donde las farolas lo iluminaban por completo, Kook podía ver que su mayor estaba sonriendo, lo que solo hizo a su corazón cantar en respuesta.

Ellos estaban bien, ellos se habían besado y el mundo no se había venido abajo; en lo que al menor concernía, esa había sido una estupenda velada.

No hubo mucho más para decir cuando se reunieron con el resto de sus compañeros, si bien ellos se tenían confianza entre todos, fue un acuerdo silencioso, contenido en una mirada el guardarse aquella pelea para ellos. Se despidieron con una sonrisa nerviosa en las comisuras de sus bocas y cada uno tomó su cama correspondiente.

Al momento que el sueño comenzaba a reclamarlos, cada uno tenía una mano tocando su boca, sintiéndola hormiguear con el recuerdo de un sencillo beso.

El beso que, sin ellos poderlo saber, daría inicio a todo. 





Aquel beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora