Capitulo 6: Libertad

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El desierto.

Fue una noche muy larga, Kassandra sin fuerzas yacía sobre la arena, su espalda estaba llena de dolor. No había marcas, pero si presentaba grandes hematomas por la intensidad del látigo. Sin embargo había sobrevivido al dolor, y su hijo aún parecía estar dentro de ella. Eso al menos la consolaba, sin embargo sentía estar destruida, las emociones fuertes que vivió esa noche, la agotaron mentalmente. No tenía fuerza ni siquiera para hablar. Belsazar a lo lejos la observaba aún con la ropa rota. Adolorida y cansada. No estaba seguro de acercarse, había observado de cerca el temperamento horrible de esa mujer, aún herida, era capaz de matarlo. Sin embargo decidió arriesgarse, y le llevo su pequeña ración de agua. Parecía estar terriblemente sedienta.

— Eshe, aquí tienes agua, la necesitas— le susurro. Pero ella no respondía, estaba con la mirada fija en la arena, no se movía. Era como si realmente estuviera sin vida— Lamento mucho haberte detenido anoche, pero fue por tu bien. Matarse era una salida fácil, para cobardes, y desde que te conocí, tu no pareces serlo. Quizá ahora pienses que no hay otra salida y estás condenada, pero no es asi—

— Si no querías que me matara, ¿Por qué me diste esa punta de flecha?— dijo levantándose con dificultad.

— Diversión, lo admito. No pensé que realmente fueras a llegar tan lejos, o que eras capaz de quitarte la vida, solo para no estar con Ale Mefari. Cómo todos, yo pense que eras su amante—

— Bueno, ya viste de cerca que no. Y que prefiero mil veces morir, el no es una buena persona. Por más que intento mostrarse como una frente a mi, al final mostró su horrible naturaleza. Lo que me hiso ayer, no hablo de dar la orden de azotarme. Sino de como intento ultrajarme, es algo que jamás voy a olvidar mientras viva—

— No se si puedes mantenerte distante con el. Te recuerdo que somos sus esclavos, y por lo que se, dentro de poco llegaremos a Babilonia— comento preocupado, aún no tenía idea como lograría no ser encontrado por Nebuzaradan.

— Babilonia— susurro pensativa. Su amado Asher podía estar allí, si los dioses no la habían abandonado, su amor estaría vivo, esperándola en ese imperio— ¿Conoces Babilonia?—

— Podría decirse que si. ¿Por qué lo preguntas?—

— Ya nos hemos visto en dos ocasiones, y aún no se tú nombre, tu si sabes el mío. ¿Cómo te llamas?— dudo un tiempo en decir la verdad, quizá fuera una gran riesgo decir su nombre, alguien podría reconocerlo. No, lo mejor sería usar otro por precaución— Nabonido— respondió rápidamente.

— Bien Nabonido, déjame decirte que se, que perteneces a la nobleza. Tu ropa y actitud arrogante te delató desde el comienzo. Yo necesito llegar a Babilonia, para ser libre, tengo gente que puede ayudarme a escapar. Eres el único que puede ser me útil. Y yo a ti, piénsalo si buscaramos apoyo en los otros esclavos, nos delatarían inmediatamente. Pero si permanecemos unidos y nos ayudamos, podríamos escapar cuando lleguemos a Babilonia — ciertamente le había ahorrado el trabajo de proponerlo.

— Eso es justo lo que estaba pensando. Pero como lo haremos, eso aún es incierto—

— Tu tranquilo, tengo un plan— respondió Kassandra. La verdad ni ella misma estaba segura de poder obtener su libertad, pero si quería apoyo, debía mostrarse segura.

Los últimos días antes de por fin llegar a Babilonia, Kassandra fue duramente tratada por los esclavistas, desde pasar frío hasta no tener absolutamente nada para comer. Un trato pedido por un herido y rencoroso Ale Mefari, que aún no había perdido las esperanzas de que Eshe se entregará a el. Su plan era bastante sencillo, hacerla conocer la esclavitud de la manera más brutal, para que cuando llegaran a Babilonia y fueran llevados al mercado de esclavos, ella de rodillas le rogara que la conservará, dando a cambio su cuerpo y dignidad. Belsazar fue quien se encargo de mantener con vida a Kassandra, dándole a escondidas pequeñas porciones del alimento que el si recibía. Y en la noche cuando ya todos estaban profundamente dormidos, acercándose a ella, y envolviendo la con sus brazos, para que no muriera de frío. Aún cuando era un desconocido, y no tenía en claro sus intenciones con ella, Kassandra prefirió ser tocada por ese joven, que perecer en el desierto, negar la vida a su hijo, y nunca más tener la oportunidad de ver a su querido Asher. La última noche, antes de a la mañana siguiente estar en Babilonia, Kassandra se atrevió a preguntar un poco más, sobre el pasado de Belsazar, no porque realmente le interesará saber, sino porque necesitaba mantener su mente ocupada en algo.

— ¿De dónde eres? Tu ya sabes de dónde vengo— le recordó. Aún cuando esa información era falsa.

— Mmmm no debes decirlo a nadie, te lo confío porque no creo que vayas a traicionarme— susurro— Soy de Babilonia— admitio.

— ¿Por qué dejaste tu tierra? ¿Tenías algo importante que hacer? — pregunto.

— En Babilonia, hay gente que me quiere muerto, para sobrevivir decidí huir, pero tuve la mala suerte de caer en las manos de Ale Mefari y sus subordinados— dijo aún con rabia, esos días de humillación siempre lo marcarían.

— ¿De verdad no conseguiste nada bueno durante tu huida y rapto?— pregunto sonriéndole levemente, algo que provocó el aceleramiento del corazón de demonio. No pudo evitarlo, así como tampoco pudo entender que le pasaba. Por el contrario Kassandra si lo sabía, en ese horrible viaje habían llegado a un punto de unidad íntimo. En el que Belsazar se había humanizado más de lo que cualquiera lo hubiera imaginado. Ella tenía en claro que le gustaba a ese joven, algo que incluso el prefería desconocer. Temía ser engañada o traicionada, en cuanto llegarán a Babilonia. Que el la entregará para salvarse, por eso hiso lo incorrecto, hacerle sentir que el sentimiento podía llegar a ser mutuo. Belsazar trago saliva duramente, mientras intentaba calmar sus latidos, y recuperar el autocontrol. Esa pregunta de doble sentido lo endulzó en lo más profundo y por primera vez vio a una mujer, como algo más que un objeto u adorno. Queriendo corresponder con un comentario dulce y verdadero

— Si...Tu fuiste eso bueno Eshe— susurro. Kadsandra se acurrucó sobre su pecho, buscando más calor. Mientras Belsazar por primera vez sentía la calidez de un sentimiento. Mañana era el día tan esperado, vivir o morir. Estaba claro, nunca más podrían dejar Babilonia, pero por lo menos lucharian por recuperar la libertad.


El regreso de la princesa KassaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora