Capitulo 3: Peor que un demonio.

76 11 1
                                    

Fue inevitable que Belsazar no fuera descubierto, los hombres lo capturaron, sometieron y golpearon. Además de robar todo el oro que traía consigo para sobrevivir. Cubierto de sangre y heridas tuvo el gran deseo de decir que era el príncipe de Babilonia, y que aquella violencia cometida contra el, les costaría la vida. Pero fue más inteligente, se contuvo al darse cuenta que revelar su verdadera identidad podría ser su fin. Después de todo, Nebuzaradan no era un hombre que dejara las cosas a la mitad. En cuanto recibiera la noticia de que fue secuestrado, mandaría a buscarlo por todos los rincones de cada reino, hasta asegurarse de que estuviera muerto. Además de que podría sospechar que la princesa Nitocris estaba detrás de todo. No sabía cuál sería su destino, ahora en manos de esos esclavistas, si podría sobrevivir, o alguna vez regresar a su hogar. Pero sin duda cualquier destino parecía mejor a que esos hombres supieran su identidad y lo llevarán de regreso a Babilonia.

Ale Mefari lo observo con detenimiento, rápidamente reconociendo que su ropa sucia y rota era en realidad de la más alta y fina calidad. Así se pregunto si tenía a un noble frente a el. Podía serle útil saberlo, sin embargo prefirió no decir nada. Tenía tiempo hasta poder descubrirlo. Ordeno que lo amarraran y lo pusieran en las jaulas, junto con los otros esclavos hombres. Resistiéndose con las pocas fuerzas que le quedaban, Belsazar fue arrojado a esa jaula. Donde sería la primera vez que compartiría un espacio cerrado, con gente sucia y miserable. Por otro lado Ale Mefari mando a qué Kassandra durmiera en su tienda. Algo que ella no acepto. Sin embargo su ahora dueño hablo con ella.

—No pretendo aprovecharme de ti Eshe, yo no soy así. No necesito forzar a ninguna mujer. Así que no tienes porque temerme a mi. Pero si a mis subordinados. Ellos son como animales salvajes, no miden consecuencias y en definitiva no tienen ni un mínimo de respeto por las mujeres, ni sus opiniones. Si te ordené dormir en mi tienda, no es por querer disfrutar de tu cuerpo está noche. Sino para protegerte, ellos no se atreverán a tocarte ni mirarte, si se dan cuenta que estás bajo mi protección— Era una verdad a medias, era cierto que quería evitar que aquella mujer salvaje, de espíritu desafiante fuera tocada por sus subordinados. Pero era mentira que no quería disfrutar del cuerpo de esa mujer. Lo quería, mucho, más de lo que alguna vez llegó a desear a una mujer. Sin embargo sabía que aquella mujer salvaje, al igual que una fiera solitaria, nunca se arrojaría a los brazos de un extraño. Este primero debía domarla para tenerla rendida a sus pies. Además, aquella noche, mientras fingió estar dormido, consiguió escuchar el pequeño canto de su cautiva. Un canto tan suave y dulce, que parecía salir de los labios de un angel o un ser mágico. Pero a la vez tan triste, y cargado con cierta nostalgia. Una vez que terminó de cantar, se dió cuenta que no solo su corazón y mente fueron perturbados profundamente por esa mujer...Sino también aquello que no creía tener, su alma. Esa fue la primer noche, desde la tierna niñez, que consiguió dormir con una paz tan profunda como suave y calida.

Kassandra canto esa noche, no porque creyera que su canto pudiera salvarla de aquella situación. Sino porque creia que parte de su alma viajaba en aquella canción, una parte de su alma viajaba hacia donde Asher se encontraba. No para pedirle que la rescatara, sino para asegurarse de que su amor estuviera a salvo. Y para decirle cuánto lo amaba y extrañaba. Acepto dormir en la misma tienda que Ale Mefari, no porque realmente lo quisiera. Sino porque pensó que aún si se negaba y decidía correr el riesgo de ser abusada por sus captores, Ale Mefari podía ofenderse por su rechazo, y hacerle la vida imposible. Esa noche durmió en mantas sobre el suelo con las manos amarradas y con una cadena en su tobillo, una cadena conectada a una columna de la tienda. Ale Mefari hubiera preferido no mantenerla atada de ese modo, pero estaba seguro que si hubiera podido, esa chica lo habría asesinado esa noche. Solo para escapar, y no se equivocaba. Si Kassandra hubiera estado segura que Ale Mefari era su único captor, hubiera escapado. Pero no era así, estaba rodeada de esclavistas, encadenada, y no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir en el desierto sin provisiones.

Recordó que hace solo unas horas camino sin ser forzada a esa tienda. Que su captor le ordenó dormir en la cama con el, asegurando que no tenía porque temer, sin embargo ella aseguro que no era necesario. Y prefería dormir en el suelo. Algo que le provocó gracia, su testarudez lo fascinaba. Por eso se lo permitio. Kassandra paso toda la noche intentando dormir, por minutos lo lograba, por otros no. Y por otros conseguía ver a Asher en sus sueños. Rogaba a todos los dioses que su amor estuviera a salvo. Que aquella espada que perforó su cuerpo, no lo hubiera matado.

A la mañana siguiente todos los esclavos fueron despertados muy temprano, para alimentarse rápidamente y continuar el camino hasta Babilonia, dónde serían vendidos. Algo que claramente Belsazar desconocia, la noche en esa jaula junto a los otros cautivos, fue la más larga de su vida. No pudo dormir por el dolor de sus heridas y también porque uno de ellos parecía haberlo tomado de punto, solo por el simple hecho de existir, y también porque buscaba una manera de desquitar todo el odio que sentía por sus esclavistas. Estaba agotado y asqueado de haber pasado la noche con esa gente inmunda. Cómo desayuno recibio pan rancio y duro, como todos a excepción de Kassandra, que como nueva consentida de Ale Mefari recibio frutas frescas, agua y pan delicioso. Sin duda era la envidia de los demás esclavos, Kassandra no rechazo la comida por tres razones. Primero necesitaba estar fuerte por su hijo. Segundo solo estando en un buen estado tendría la fuerza suficiente para escapar cuando llegara el momento. Tercero necesitaba que Ale Mefari creyera que podía convencerla de entregarse a el, a cambio de favores pequeños como ese, para que bajara la guardia. Ya que desde esa mañana cuerdas rodearon sus muñecas. Era como si Ale Mefari ya la hubiera marcado como su esclava. Todos los cautivos susurraban en su contra, por recibir un trato especial de su captor. Pero Kassandra no les prestaba atención, ciertamente poco le importaba esa gente, podía sonar egoísta. Pero en su mente solo importaba ella y su hijo. Así que una vez q termino de comer, decidió guardar una manzana, por si más tarde su hijo le daba un antojo.

— Eshe, ya continuaremos el viaje, sube a mi caballo— pidió Ale Mefari. Ella no respondió, aún con las muñecas amarradas se dirigió hasta el caballo, en el camino no pudo evitar observar como unos esclavistas se reían y burlaban de un joven, con las ropas sucias, rotas, y el cuerpo lleno de sangre y golpes. Al parecer se había negado a comer el pan duro y rancio. Rápidamente se dió cuenta que ese joven era de clase noble, no solo por su ropa, sino por el orgullo. Cualquiera habría comida como fuera ese pan, para sobrevivir, sobre todo la clase baja, que estaba acostumbrada a comer hasta piedras, pero el se había negado.

— Miren a este esclavito insolente...Si no quieres comer el pan porque te crees un rey... Entonces muerete de hambre, no nos importa. Pero levántate sabandija, porque en unos minutos partimos, y que crees, no hay suficiente espacio en la jaula, así que tú cómo otros tres tendrán que caminar bajo el ardiente sol del desierto— antes de poder continuar el esclavista tuvo que detenerse, porque dos cautivos comenzaron a pelear fuertemente entre ellos, por ese mísero pedazo de pan rancio, como fieras.

Belsazar continuaba tirado en el suelo, no estaba acostumbrado a estar herido de ese modo, ni a pasar hambre, así que su cuerpo comenzó a fallarle. Kassandra observo y escucho todo, podría haber seguido de largo sin que le importara nada, pero no pudo hacerlo, porque la situación de aquel joven era demasiado lamentable. Al menos los otros esclavos parecían ser lo suficientemente duros y fuertes para sobrevivir por si mismos. Pero ese joven no, era diferente, como si hubiera sido lanzado a la vida, sin tener un mínimo conocimiento de ella. Sin que Ale Mefari la observara, arrojo la manzana, hasta el casi derrumbado joven, que inmediatamente tomo la fruta y comenzó a comerla, antes de que lo descubrieran, poco a poco la fuerza regresaba. Observo entonces de quién provenía la fruta, y se encontró con una esclava hermosa, en el caballo de Ali Mefari. Ciertamente no sentía gratitud por lo que hiso la mujer, porque como siempre, Belsazar creía merecerlo todo. Sin embargo penso que esa muestra de compasión por parte de ella, no era más que una señal, de que deseaba ser su amante, para salvarse de las garras de su captor. Sonriendo peor que un demonio, la miro a los ojos, provocándole escalofríos por todo el cuerpo. Kassandra se preguntaba si acababa de cometer un error que podría castigarla de por vida.

El regreso de la princesa KassaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora