Capitulo 2: Inesperado.

100 10 0
                                    




En Babilonia Nebuzaradan se encontraba entrenando con sus guardias y soldados, algo diario en su vida. Mientras Samu Ramat, la reina, con el príncipe Alecsazar, en brazos, lo observaban. Estaban sin duda viviendo la vida que siempre desearon. A excepción de algunos detalles, como el hecho de que la princesa Nitocris, y su esposo Nabonido se encontraban aun viviendo en el palacio, y que su hijo, Belsazar, ya era un adolescente, y un miembro directo de la sangre del antiguo rey Nabucodonosor. Un adolescente mimado, sádico, de mal carácter, sediento de poder, que era una amenaza a su reinado. Teniendo en cuenta que ni uno de los dos reyes tenían sangre real.  Era mas que evidente que planeaban asesinar a Belsazar, y Nitocris, sin importar lo monstruoso que pudiera ser su hijo a futuro, no estaba dispuesta a permitirlo. Fue así como se encargo de sobornar a siete de los diez guardias que supuestamente escoltarían a su hijo al dominio de Kard, para que gobernara. Esto no era mas que una fachada, Nebuzaradan planeaba que a mitad de viaje sus guardias asesinaran al príncipe, y una vez que llegaran a Kard, informaran que el príncipe enfermo poco después de iniciar el viaje, y murió a la mitad de este. 

De esa manera ya no existiría ninguna amenaza a su reinado. Tal como Nitocris lo predijo, Nebuzaradan ordeno a Belsazar abandonar la capital de Babilonia cuanto antes. Su madre le dio una pequeña espada para que llevara oculta entre sus ropas, además de ofrecer como mascota a un ave exótica de color gris y azul, entrenada para llevar mensajes. Con una gran cantidad de oro, le dijo a su hijo, que en cuanto los siete guardias comprados, acabaran con la vida de los tres leales al rey, escapara al desierto, a tierras lejanas, donde encontrara un lugar seguro. Una vez establecido, con el ave mensajera les informaría a sus padres. Belsazar era un adolescente muy orgulloso, y se sentía profundamente humillado por tener que huir, del reino que consideraba suyo. Sin embargo Nitocris lo calmo, asegurando que seria temporal, porque estaba en su destino, un día, el reinaría Babilonia. Con lagrimas en los ojos, ambos se despidieron de su único hijo. Una vez que partió de la capital. Nitocris se mantuvo firme, derramando lagrimas sin llanto, mientras Nabonido la abrazaba. 

_ Pense que te quebrarías de dolor mi amor, me relaja el corazón saber que estas siendo fuerte_ le susurro Nabonido. 

_ Nadie sabe la tempestad que hay dentro de mi corazón, ni siquiera tu amor. Belsazar lleva tu sangre, y lo concebí contigo, es verdad. Pero yo fui quien lo llevo nueve meses en su vientre, yo fui quien lo sintió crecer, incluso antes de nacer. Mi corazón sangra, y muere, segundo a segundo. Pero no me permito llorar como quisiera amor. Porque si lo hago, me temo que voy a desatar un infierno en el palacio. Belsazar un día sera rey de Babilonia, y yo seré la reina madre. Aprendí de mi madre, Amitis, que sin importar las circunstancias, las reinas deben ser fuertes. Porque detrás de un hombre poderoso, se encuentra una mujer decidida e inteligente. Ya lo veras amor, un día nuestro hijo podrá volver. Ya no estaremos bajo el dominio de esos usurpadores, ya no tendremos que temer. Y nuestro hogar volverá a ser nuestro_

_ Que los dioses te escuchen amor. Aunque no me importaría si Belsazar no fuera rey, lo único que quiero es que este a salvo por siempre_

_ Yo lo se amor, pero el único modo de que este a salvo, es que se vuelva rey, no existe otro modo...Que los dioses lo guíen, protejan y lleven a su destino, donde quiera que sea...


Todo lo que Nitocris planeo sucedió tal cual, los siete guardias atacaron y mataron a los leales, se hirieron a si mismos, para regresar a Babilonia en unos días, asegurando que fueron atacadas por ladrones forasteros, que llevaron como rehén al príncipe. Belsazar no estaba seguro a donde ir, cada reino parecía una trampa mortal, teniendo en cuenta que todos eran extremadamente leales a Babilonia, o mejor dicho al ahora rey Nebuzaradan, no porque lo admiraran o aceptaran, sino por temor. Entonces pensó, observo el mapa, y se dio cuenta que el único destino mas seguro, era un pequeño reino, que siempre se habia mantenido distante con Babilonia, las tierras salvajes, conocidas como Khaitan. Así fue como a todo galope, emprendió su viaje a ese lugar. Las noches en el desierto eran frías, y los días calurosos, la comida y agua preparada comenzaba a escasear, y debía repartirla entre el caballo y el ave entregada por sus padres, pues en el futuro ambos le serian útiles. En su quinta noche de viaje, encendió una fogata, intentando refugiarse del frio. Pero entonces escucho voces, y sonidos de caballos acercándose, apago la fogata como pudo, para no llamar la atención, podían ser personas amables, o las mas crueles del mundo, no podían arriesgarse. 

El regreso de la princesa KassaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora