25. Lágrimas en el cielo

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Más allá de la puerta

Hay paz, estoy seguro.

Y sé que no habrá más

Lágrimas en el cielo.

(Tears in heaven - Eric Clapton)

La muerte es un concepto difícil de entender.

Por un lado, es la única cosa con la que se cuenta con absoluta seguridad.

Por el otro, es tan definitivo que parece ilógico.

Un mensaje de Cindy es el último que tiene en su celular. Cindy tiene 20 años. No ha vivido nada. Cindy no puede no estar. Una persona no puede dejar de existir y ya.

Cindy se pone a cantar mientras lava platos.

Cindy grita cuando está frustrada.

Cindy está llena de vida.

Un mundo en el que Cindy no esté es un mundo roto y desbalanceado.

Olivia no se da cuenta de que está pensando en todo esto hasta que se cae al suelo.

Hay una exclamación colectiva entre la gente que ocupa el salón, y se da cuenta que no se debe al hecho de que sus rodillas han dejado de sostenerla, sino a que grita mientras cae, y sigue gritando mientras llora.

Martín se inclina a su lado, la atrae hacia su pecho y la estrecha entre sus brazos, pero su pedacito de magia está roto, y la mera existencia de él no es suficiente para borrar lo que le duele.

Debió haber sido ella, no Cindy.

Ella es la imprudente. La que está jugando con fuego.

- Lo siento mucho, Liv. Lo siento de verdad – Susurra él mientras la abraza bien fuerte, como tratando de volver a juntar sus pedazos

- ¿Qué demonios pasa? – Interviene otra voz, y Olivia se da cuenta de que se trata de su madre

- Acaba de perder a una amiga – Responde Martín por ella

- Bueno, está haciendo un espectáculo. Sácala de aquí – Sisea ella

- Su hija está devastada de dolor, ¿y eso es lo que le importa? – Chasquea él con un voz dura y exigente que hace retroceder a la mismísima Katrina Donovan – Ven, cielo. Salgamos de aquí – Esa voz llena de desprecio cambia a una de infinita ternura cuando se dirige a Olivia.

Pasa una mano por debajo de sus caderas hasta sus rodillas y la levanta del suelo, cargándola como un bebé.

Ella hunde la cara en su cuello mientras llora.

Todo su cuerpo se sacude con temblores que no puede contener, como si el dolor fuera tan grande que ni siquiera le cupiera dentro.

Martín atraviesa el salón con ella en brazos, con la mirada fija al frente, inmune a las miradas, los cuchicheos y los flashes que se disparan a su paso.

Cuando llegan al exterior del salón, un trueno rasga el aire.

Él se sienta en un escalón con ella en brazos y la sostiene mientras llora.

- Tengo que ir. Tengo que verla – Dice ella entre sollozos.

Se aparta del abrazo de Martín y se pone de pie con torpeza.

Da dos pasos torpes hacia la calle, pero está tan alterada que su mirada está desorbitada, como si ni siquiera supiera en donde está.

Martín se levanta y la sigue.

Naturaleza sangre  » Martín Vargas (Morat) » AHORA EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora