20. Piénsalo

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Entre un te quiero y un nunca más

Entre la espada y la pared cuando no estás...

(Más de lo que aposté - Aitana ft Morat)

Martín está acostado en su cama de la casa de Simón mirando al techo.

Tiene los audífonos en las orejas y está llevando el ritmo de la música con el pie.

Debería estar trabajando, pero no logra concentrarse en nada.

La puerta se abre una rendija y él alcanza a ver el ojo castaño que lo mira tímidamente.

- Pasa – Dice, mientras se quita un audífono.

Alicia entra a la habitación con paso dubitativo.

Sus ojos se llenan de lágrimas mientras lo mira.

Luego corre hacia él y lo abraza.

Ha hecho eso desde que era una niña, pero ahora es casi de la estatura de Martín y el impacto lo deja sin aire.

Sin embargo, se las arregla para sostenerla entre sus brazos mientras ella solloza suavemente.

- Lo siento mucho, Marto. Todo es mi culpa. No debí decir nada. Lo siento de verdad

- Ali, mírame – Le pide él

Alicia levanta esos ojos nublados por las lágrimas y lo mira.

Martín le aparta el pelo castaño de la cara y suspira.

- No fue tu culpa. Iba a decírselo yo mismo

- No quiero verte así, Marto. No quiero que...

Se calla.

Martín la abraza sin decir nada, porque verla así le rompe el corazón.

Nunca te dicen que la depresión no solo implica que cargues con tus propias secuelas, sino con el dolor y la preocupación de toda tu familia. Martín sufre un trastorno depresivo mayor, que se debe principalmente a un desbalance químico. Sus neuronas no captan los neurotransmisores encargados de brindar placer y satisfacción igual que los de las personas sanas. Hay un componente genético en su enfermedad, que viene del lado de su padre.

No se puede luchar contra la química ni contra la genética. A estas alturas, Martín ya ha hecho las paces con el hecho de que va a estar enfermo toda su vida, y que por lo menos la crisis de la cocaína en Buenos Aires sirvió para que por fin le dieran un diagnóstico adecuado.

Pero por supuesto que es más susceptible a las cuestiones ambientales que la persona promedio.

Claro que es mucho menos resiliente que alguien cuya estabilidad emocional no proviene de una pastilla.

Esa es la razón por la que está pasando la noche en casa de Simón.

La misma razón por la que nunca asegura su puerta al cerrarla, para que sus familiares preocupados puedan entrar cuando quieran, y revisar que está bien, si esa es la única tranquilidad que puede darles.

Pero nada de eso hace más fácil ver a su hermanita de 14 años culpándose a sí misma por su crisis inminente.

- Escúchame, Ali – Le dice Martín mientras me acaricia el pelo – Estoy muy triste por lo que pasó con Liv, y la extraño muchísimo. No paro de pensar en ella. Quiero gritar, porque esto es tan injusto que es absurdo. Pero estoy triste como una persona normal. No estoy teniendo ningún pensamiento suicida. No estoy tentado a salir a buscar drogas. Solo estoy triste

Naturaleza sangre  » Martín Vargas (Morat) » AHORA EN PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora