A Adora Grayskull le gustan las escaleras.
Tras el descontento y la amargura, el renacimiento del destello de sus ojos aparece de nuevo como cuando era niña y vio aquella caricatura ochentera que a Mara le gustaba.
En la estación del metro en donde no está, la gente se aglomera a montones y ella ve, con felicidad, todo ese alboroto.
A Adora Grayskull le gustan las escaleras, pero más le gusta el hecho de poder faltar a su clase de escultura porque es pésima para eso.
...
Fue necesario casi un año para tener la habilidad en el lápiz y el papel; dos para reconocer a dónde quería apuntar; cuatro para ver que valía la pena más allá de comisiones pequeñas y un simple hobbie; y, de nuevo, un año para entender que todo lo que hizo a lo largo de su... carrera artística, digámoslo así, era un montón de basura. Y también fue necesario una clase de escultura para comprender que el abstracto no es necesariamente lo que quiere en su vida.
Cuando se es niña el barro es un juguete natural bastante juzgado: Es sucio, no se sabe qué pequeña bacteria puede habitar ahí, y, según los adultos, es peligroso para su integridad en salud. Catra, casi huérfana, no entendía la complejidad de jugar con barro hasta que fue a ese patio en la casa de ese niño extraño y debilucho. No conoció las propiedades de la "escultura amateur" hasta que esa niña ruda y morena hiciera un "pastel de chocolate" usando barro y adornándolo con hojas y ramitas del mismo suelo de tierra. No conoció que le gustaba esa textura hasta que otro niño, callado y con ojos verdes, le pusiera un montón en sus manos e hiciera esos gestos para que lo imitara.
Durante algún tiempo aquello despertó su interés de forma remota a aquel día en donde descubrió el arte de forma extraña y extrapolar: en un juego luego de terminar la tarea grupal que tenían. Catra no era muy popular, no tenía amiguitos de curso ni de receso y era feliz con eso; pero, cuando la maestra daba tarea en grupo, aquellos niños se le acercaban y la invitaban a hacerlo juntos siempre en la casa de Kylie porque era la más bonita y tenía un jardín.
Eran temporadas de lluvia en donde, de camino a casa de Kylie, su interés despertó cinco años después de aquel día en donde fingió comer un pastel de barro y jugó a la cafetería con sus antiguos compañeros. A sus doce, el infantilismo se hizo presente otra vez al escuchar las risas de los tres en armonía mientras ella caminaba detrás suyo porque no entraba en la dinámica amistosa que había entre ellos. Vio el jardín de Kylie y recordó la textura del barro en sus manos. A sus veintisiete, la solemnidad del silencio en la clase la despierta de su mala noche y vuelve a tocar su obra escultural de arcilla, escuchando el susurro de Scorpia y Entrapta en una conversación trivial sobre tarea. Ve su escultura y se percata de que la sensación del barro que recuerda no se parece en nada a la arcilla.
La memoria a veces resulta ser tan extraña... nadie aquí parece recordar por qué iniciaron en el arte tanto como lo recuerda Catra.
El docente les da un trabajo en grupoー. La clase terminó, pero, hablando de su examen final, ya sabemos que será una presentación grupal de una obra en arcilla con temática libre. Espero sus reportes descriptivos en dos semanas, pueden irse.
Hay una parte en la que Catra sigue coincidiendo con su yo pasado: no es muy popular.
Wildcat es popular, aquella artista de obras arriesgadas y mente brillante según el ojo público que admiraba su trabajo, pero, cada año a finales de semestre, Wildcat desaparecía por cinco meses de las galerías de Luna Brillante y Catra Horde despertaba de su sueño y recuperaba el tiempo perdido con una presentación tan arriesgada y brillante como lo habría hecho Wildcat si estuviera aún aquí.
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Cuestión de Perspectiva [Catradora AU]
Historia CortaCatra no tenía una completa pasión al arte, sin embargo lograba hacer obras para sus exposiciones finales como estudiante. Pero había una traba en su desarrollo: una chica rubia, curiosa como ninguna. La veía criticando sus obras. Cada que salía un...