Capitulo 10

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Entregándose al amor, una noche sin luna.

Inuyasha la había tomado en los brazos con sobreprotección alejándola del cementerio, más bien dicho de Sesshomaru, Kagome seguía temblando entre sus brazos y se veía tan pálida como el papel, Inuyasha deducía que era por el miedo que le tenía a el fantasma, a su control, sin embargo era otro el temor que sintió Kagome al ver a Sesshomaru a merced de la espada de Inuyasha se sintió desfallecer, pensó que moriría ahí su ángel su amado maestro, eso no lo hubiera soportado, llegaron al carruaje, Inuyasha la subió inmediatamente muy preocupado.

-Señor, ¿qué ha pasado? -pregunto el cochero intrigado por el estado de la acompañante de su señor y por la misma ropa del vizconde que estaba manchada de sangre.

Inuyasha lo miro-no preguntes, llévanos al doctor, la señorita no se siente bien.

Kagome escucho y le contesto-no es necesario Inuyasha me encuentro bien, solo llévame de vuelta a la casa de la opera-expreso Kagome mientras se tocaba la frente.

-Señor creo que el que debería ir al doctor es usted, tiene sangre en su camisa-le dijo Gerard un poco preocupado por la salud del vizconde.

-No es mía-dijo simplemente.

Kagome al escuchar eso se dio cuenta que si Inuyasha no era el herido este debía ser Sesshomaru, su cuerpo se tenso, necesitaba verlo, ver si estaba bien, quería regresar al mausoleo de su padre pero sabía que Inuyasha no se lo permitiría.

Inuyasha subió al coche-vamos a la casa de la opera Gerard-se sentó a un lado de Kagome y la pego en su pecho en un protector abrazo-no te preocupes Kagome te aseguro que pronto todo estará bien.

Kagome estaba tan preocupada deseaba llegar inmediatamente a la opera, el abrazo de Inuyasha lo sentía tan cálido pero no podía pensar con claridad en esos momentos hasta que viera que su ángel estaba bien.

Al llegar a la opera Inuyasha la acompaño hasta sus aposentos, estaba tan preocupado por dejarla sola pero debía de planear como atrapar a el monstruo que para él representaba el fantasma de la opera, al dejarla en la entrada de su habitación le dio un fugaz beso en los labios para luego a abrazarla.

-Tengo miedo de dejarte sola mi amada, ese hombre podría volver y hacerte daño-expreso el vizconde con intranquilidad en su voz.

Kagome lo vio y trato de darle un sonrisa conciliadora-el no me hará daño, aun así para que estés tranquilo no saldré de mi habitación, ahora por favor ya vete Inuyasha quiero dormir estoy muy cansada.

-Comprendo pequeña lotte-la soltó y beso su mano-te quiero nos veremos mañana.

-Yo también te quiero Inuyasha, hasta mañana-Inuyasha camino en dirección de la salida y Kagome cerró la puerta.

Kagome dejo caer las lágrimas que por mucho rato había aguantado, debía verlo buscarlo, saber como estaba, se debía arriesgar a perderse en el laberinto que constituía las catacumbas de la casa de la opera, tomo un candelabro y se dirigió a la puertezuela que había utilizado anteriormente la abrió, suspiro y se introdujo en el interior del túnel, caminaba con cuidado, no sabía que podía encontrar en el pasaje que la llevaba hacia su ángel.

Sesshomaru había llegado furibundo a su guarida, aunque su herida no era considerablemente grave le ardía demasiado pero lo que más lo tenía al borde de la locura era saber que ella muy pronto le pertenecería a ese hombre, dejaría de tenerla, ese niñato la alejaría de él y eso era lo que más le dolía, más que cualquier herida física, tomo un paño, se recostó en su cama y puso el paño sobre su herida sangrante para después cerrar sus hermosos ojos dorados, pero antes de quedarse dormido, escucho unos pasos, sabía muy bien de quien eran esos pasos y sonrió de medio lado sin abrir los ojos.

El Fantasna de la Ópera (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora