Parte 13

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El amor nunca muere

Paris, 1895

Un misterioso incendio consumió el teatro de la opera, una turba causó destrozos en las catacumbas del teatro, para buscar al hombre que hacían responsable por ello, solo una máscara fue encontrada.

10 años después....

Coney Island, América, 1905

Las velas iluminaban la oscuridad de una habitación donde un genio musical creaba su melodía, el piano lo acompañaba con acordes tristes y nostálgicos, de repente le dio un fuerte golpe al instrumento, tomo las partituras y las tiro al suelo, se levanto de su asiento y miro hacia la pared de esa oscura habitación donde un cuadro, un retrato le era su único consuelo, su única inspiración.

Su mirada se perdía en ese lienzo que le hacía recordar lo que había dejado atrás y que tanto deseaba recuperar, entonces como siempre cuando la recordaba le hablaba al viento, como si el viento le llevara a su ángel su voz dolida.

—diez largos años desperdiciando mi tiempo en humo y ruido, —miraba el cuadro como si hablara con ella, como si fuera su ángel— en mi mente escucho melodías puras y sobrenaturales, pero me doy cuenta que no puedo ponerles una voz si no estás tú, oh Kagome mi Kagome, ¿donde estas? —toco el lienzo con sus manos con nostalgia.

Habían pasado ya los años, y él se había convertido en exitoso empresario circense y había hecho su propio parque de diversiones, llamado Phantasma en Coney Island, aunque oculto entre las sombras, lo era, había hecho una fortuna considerable después de su huida de la opera de parís, se había aventurado hacia norte América y cierto era que le había ido bastante bien pero su vida se sentía vacía, le faltaba su musa, su inspiración, pensaba que había hecho lo correcto al irse y dejarla, como podría ella toda belleza estar con una persona que era lo más grotesco existido, se lo había hecho ver el vizconde que la estaría condenando a el desprecio de todos, pero desde que la había dejado se sentía vacio ahora sentía que su alma aparte de inmunda estaba vacía, la necesitaba, para darle voz a su música, solo su voz y su presencia podían darle un poco de luz a su podrida y vana existencia, pero como hacerle para que ella fuera hasta él, como atraerla hacia él, esa era la cuestión.

Paris, Francia 1905

—Por dios Inuyasha, como puede ser posible que hallas perdido tanto dinero, ahora que haremos, estamos en la ruina—Kagome daba vueltas alzando su fino vestido de seda mientras se ondeaban unos mechones de su cabello.

—No me presiones Kagome, no soy un imbécil para no darme cuenta de la estupidez que cometí, ya no me recrimines mas—tomo el coñac y se sirvió una gran copa del líquido que se tomo de un trago.

Kagome lo miro tan preocupada, Inuyasha había cambiado después de algunos años después de su boda, no era el mismo joven soñador y encantador que miraba en la opera y al cual admiraba, no era que fuese malo, era bueno, un buen marido y padre, pero las malas amistades, el juego y el alcohol se juntaron para hacer mella en el.

Lo que más le preocupaba el destino de su pequeño hijo Sado, por el evitaba los conflictos con Inuyasha, pero ya casi le era imposible evitar discutir y Inuyasha de cierta manera se había distanciado de él, y eso el niño lo resentía, Kagome se sentía la borde de un abismo tal como aquella noche en que su sueño de amor se acabo dándole paso a el dolor de la decepción y de la perdida.

Kagome miro a Inuyasha que empezó a servirse una copa mas de coñac, suspiro agotada, y lo dejo solo, se introdujo en su habitación y se dejo caer en su cama, para después empezar a llorar como una pequeña, su mente se fue hacia ese momento en la opera de Paris, ese momento hacia ya diez años en que perdió lo que más amaba.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2017 ⏰

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El Fantasna de la Ópera (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora