capitulo 3

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Cuando entramos en el local en cuestión, Sergio parece muy decidido, pero cuando aparece la que entiendo que debe ser la dueña, con un traje de cuero y una cola alta tan tensa que estoy segura de que no puede cerrar los párpados, mi acompañante pierde toda su seguridad y se coloca a mis espaldas.

De verdad que no me lo puedo creer, pero si la idea de que estemos aquí ha sido suya.

—Hola. Tenemos contratada una sesión—explico sin titubear ni un ápice.

La mujer me mira de arriba abajo y sonrío ante su descaro. Me gusta, quizá esto no haya sido tan mala idea. En cambio, cuando hace lo mismo con Sergio, él carraspea nervioso y coloca una mano en mi espalda como si eso pudiese protegerle de todo mal. A veces me pregunto qué demonios es lo que he visto yo en este hombre.

—¿Me dicen su nombre? —pregunta la mujer.

Yo me giro hacia Sergio porque entiendo que, si la reserva la ha hecho él, estará a su nombre y no es un crío como para que tenga que decirlo yo.

—Di tu nombre—susurra carraspeando.

—¿En serio? —pregunto perpleja.

—Bueno, me daba cosa y…

—Déjalo. La reserva está a nombre de Juliana Valdés —le digo a la mujer.

Casi que prefiero mirarla a ella que al bobo que tengo a mis espaldas.

La mujer pasa un dedo largo con uñas postizas que me erizan la piel por la pantalla como si siguiese una lista y por fin me encuentra.

—Aquí está. Juliana Valdés, sesión de iniciación con Valen, ¿verdad?

—Pues no lo sé, ¿es verdad, Sergio? —pregunto girándome hacia él con una ceja levantada.

—Sí, Valen, creo—duda el muy capullo, ni que le fuesen a cortar los huevos.

Pongo los ojos en blanco sin poder evitarlo, no es que quiera poner en evidencia a Sergio delante de esta mujer, pero es que todavía no hemos comenzado y solo le falta cagarse en los pantalones, coño.

—Si son tan amables, síganme—nos pide ella mirándome a mí con una sonrisa cómplice—. Valen es de las mejores, estoy segura de que acabarán muy satisfechos.

—Pero no nos pegará, ¿no? —pregunta Sergio de repente.

Dios mío que bochorno. No salgo corriendo para no volver nunca más porque estoy muerta de curiosidad, pero me parece que después de esto, al que no pienso volver a ver nunca más es a él.

—No, cariño—contesta ella todo lo seria que puede dada la estupidez que acaba de preguntar este gilipollas—ahí dentro no pasará nada que vosotros no deseéis, además existe una palabra de seguridad, si algo te hace sentir incómodo, solo tienes que decirla y la domina se detendrá.

—¿La qué? —pregunta él incrédulo.

—Déjalo ya, Sergio, si sigues así se nos pasará la hora con tus preguntas.

—No os preocupéis—interviene ella—Valen os lo explicará todo. Es aquí.

Nos detenemos frente a una puerta de cuero y me entra un escalofrío, aunque no lo percibo como algo desagradable, sino como un aviso de que lo que me espera aquí dentro puede ser justo lo que busco.

La mujer abre la puerta y nos invita a pasar para después cerrarla a nuestras espaldas. Sergio se queda pegado a mí y los dos observamos la sala. No es muy grande y hay muy poca luz en general. En el centro hay una cama de matrimonio de tamaño normal iluminada desde la pared con una bombilla roja. Hay un espejo en el techo, lo cual me parece interesante.

—Mira eso—me dice Sergio asustado.

Dirijo la mirada hacia la izquierda y veo dos enormes cruces de madera en forma de equis con grilletes en cada extremo. También hay una especie de potro cuya utilidad ahora mismo me es imposible imaginar y una estantería con varios juguetes que no alcanzo a ver desde aquí. También hay un sillón en el lado derecho y una puerta en la que no había reparado y que se acaba de abrir.

Una mujer, también vestida con traje de cuero y una máscara negra que le cubre el rostro, aparece y camina hacia nosotros como si se deslizase por el suelo. También lleva una coleta alta que cuelga sobre su hombro derecho y los labios pintados de un rojo fuego que me hace coger aire.

Cuando se planta ante nosotros se queda completamente quieta observándonos. Reconozco que impone, sobre todo porque acabo de ver que también lleva una fusta en la mano y eso, no sé por qué, me acaba de excitar.

—¿Te puedes quitar la máscara? —le pide Sergio nervioso.

Yo lo miro perpleja pensando que bromea, pero entonces me doy cuenta de que está pálido. Joder, habla en serio.

—Me dan miedo, por favor, quítatela—le pide angustiado.

—Iba a hacerlo de todos modos, porque creo que tenemos un pequeño conflicto—susurra ella llevándose la mano a la máscara.

El músculo de mi corazón se expande y empieza a latir con ferocidad cuando escucho su voz. Sé que la conozco, que la he oído en otra parte, pero antes de que tenga tiempo de conseguir ubicarla, se quita la máscara y me encuentro con Valentina, esa secretaria personal mía que me saca de quicio.

—Valentina—susurro atónita.

—Aquí soy Valen y así es como ha de llamarme—amenaza colocando la punta de la fusta en mi garganta.

Otro escalofrío me recorre de arriba abajo y Valentina da un paso hacia mí hasta plantarse a tan solo un palmo de distancia mientras Sergio nos observa sin respirar.

—Entiendo, señorita Valdés, que esto le puede resultar incómodo dado que nos conocemos. Así que si lo desea puede solicitar que sea otra domina la que les haga la sesión, no habrá ningún problema por eso.

—¿Os conocéis? —pregunta Sergio con los ojos desorbitados.

Lo ignoro y me centro en ella. Me está costando mucho creer que Valentina también trabaje de algo así, jamás lo hubiese imaginado, aunque pensando en ese carácter fuerte que tiene, esto le viene como anillo al dedo.

—Quizá sí que sería mejor que nos marchemos—añade Sergio—ya que os conocéis y todo eso.

Menudo capullo, esto le viene que ni pintado, este lo que busca es una excusa para salir de aquí corriendo, pero no seré yo quien se la dé. Además, de nada me sirve pedir un cambio, Valentina ya me ha visto, ya sabe a lo que he venido, y si soy una zorra sin escrúpulos en el trabajo, no me puedo acobardar ahora y salir corriendo. Eso no va conmigo.

—No nos vamos, si para ti no supone un problema, para mí tampoco— digo con firmeza.

—Bien—dice ladeando la cabeza mientras me mira con chulería—en ese caso, aquí soy Valen, y tú y él mis esclavos. Cada vez que os dirijáis a mí, lo haréis como Valen.

Madre mía, esta niñata que me pone los pelos de punta en la oficina acaba de ponerme cachonda como una perra.

 
Espero que según vayan leyendo me dejen saber que piensan de esta nueva historia ya saben voten y dejen sus comentarios

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora