capitulo 16

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—No ha sido él—suelta Valentina en cuanto salgo del baño.

—¿Cómo dices? —pregunto todavía un poco descolocada.

—Marcos, el contable—aclara—no ha sido él.

Me entran ganas de preguntarle si se lo ha dicho mientras le miraba las tetas, pero me contengo porque ya tengo suficiente con haberme aguantado un calentón.

—¿Cómo lo sabes?

—Es demasiado tonto como para hacer algo así, créeme, Juliana, no es él.

—Entonces tiene que ser alguna de las chicas, seguro que le han tomado el pelo como a un...

—Vale ya, joder—me pide poniéndose en pie—deja de una vez de buscar al culpable dentro de la empresa. Si te hubieses molestado en conocer a cada uno de tus empleados solo un poco, sabrías que ninguno es capaz de hacer algo así. Seamos sinceras, Juliana, eres una jefa insoportable la mayoría de los días, pero pagas bien, no creo que nadie se juegue un puesto como este por una cantidad tan ridícula.

—¿Más de dos mil euros al mes te parece una cantidad ridícula? — pregunto con los brazos en la cintura.

—Es una mierda de dinero y tú lo sabes. Si fuese yo, solo pondría en juego mi puesto si la cantidad fuese demasiado tentadora y tuviese posibilidades de hacerlo durante tiempo sin ser pillada, ¿pero esto? Joder, no ha llegado al tercer mes y ya lo has descubierto. Quién sea que hace esto puede que sea un poco listo, pero no es nada espabilado.

—Tienes razón—concedo.

—Gracias—dice irónica con los ojos en blanco.

—Si no estuviese tan cegada con el tema no me costaría tanto resolverlo, solo tengo que mirar esto del mismo modo que lo haces tú— digo como si acabase de descubrir el camino hasta el tesoro.

—¿Cómo lo hago yo? —pregunta confusa.

—Viendo el problema como si le estuviese pasando a otra persona.

—Yo no lo veo así, para mí no eres alguien ajeno, tú me importas— confiesa dejándome petrificada.

Me acerco a ella, que parece incluso más sorprendida que yo por lo que acaba de decir y le acaricio la mejilla sonriendo antes de darle un beso.

—Tú a mí también, me importas mucho más de lo que crees y ya que sale el tema, tengo que decirte que lo de anoche cuando te pedí que dejases el otro empleo iba en serio, no soporto la idea de que juegues con otras personas, aunque te respeto y acepto que sigas, pero sería estúpido por mi parte no decírtelo.

Valentina sonríe como si mi confesión no la pillase por sorpresa y se acerca a mí.

—Tú y yo sabemos que no voy a dejar que me regales el dinero, eso no va conmigo—dice agarrando mi trasero con las dos manos.

—Y no lo haré, digamos que te promocionaré y te ayudaré a pagar tus estudios a cambio de que los termines y te quedes aquí como asesora legal, es un servicio que ahora no tenemos cubierto y que puede resultar muy útil si a alguno de mis clientes le pasa como a mí, que viene un gilipollas y lo intenta estafar.

—¿Hablas en serio? ¿Me darías ese puesto?

—Claro, has demostrado merecértelo y creo que se te da bien. Tú piénsatelo.

—De acuerdo—dice sin acabar de creérselo.

—Bien—añado dando esa conversación por terminada—si esto que ocurre aquí, le ocurriese a otro—murmuro pensando en voz alta—con la información que tenemos le diría que mirase a qué hora se hicieron esas entradas, eso es algo que también queda reflejado en el programa y que no se puede borrar.

—Muy bien dicho, jefa—asiente Valentina orgullosa—vamos allá.

De nuevo utilizamos el filtro para buscar todas esas entradas y las vamos abriendo una a una, descubriendo que todas se han hecho siempre entre las dos y las tres de la madrugada en los últimos días de cada mes.

—¿Por la noche? —se sorprende Valentina —eso no puede ser.

—Pues es fácil comprobarlo, avisa al informático, dile que venga ahora mismo.

El informático teclea sobre el ordenador durante poco más de quince minutos, ese es el tiempo que necesita para confirmarnos que la hora es real, que quién sea que hizo esas entradas a mi nombre, lo hizo colándose en el edificio de madrugada.

—Muchas gracias, puedes irte—le digo en cuanto termina.

—Bueno, esto nos facilita las cosas—sonríe Valentina como si todo hubiese acabado.

—Pues ya me dirás cómo.

—Joder, solo tenemos que revisar la imagen de las cámaras que tienes por toda la planta—responde alzando los hombros como si fuese obvio.

—Verás, eso no es tan simple. Puede que yo sea una hija de puta, Val, pero jamás grabo a mis trabajadores, esas cámaras solo están ahí como elemento disuasorio para esas escaqueadas que os metéis de vez en cuando, pero ya ves que no es muy efectivo—digo achinando los ojos.

—Vaya, ahora sí que me has sorprendido—sonríe—bueno, en ese caso, ¿quién más sabe que las cámaras no graban?

—Solo Panchito, y de él me fío—digo extrañamente sorprendida—puede que me parezca un hombre raro y excesivamente educado, pero no lo veo haciendo algo como esto.

—Yo tampoco, pero eso nos deja un poco perdidas salvo que contrates a un detective o vayas a la policía directamente.

—Todavía no, hemos averiguado mucho en poco tiempo, solo es cuestión de pensar. Ahora trabajemos para despejarnos y que no se nos acumulen las cosas, y si mañana no se nos ha ocurrido nada, me plantearé lo de la policía.

—Me encanta que cuentes conmigo—susurra antes de volver a su puesto.

Mañana les público los dos últimos capítulos de esta primera parte nos leemos

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora