capitulo 12

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Me despierto mucho más temprano de lo habitual, y como no puedo dormirme porque el recuerdo de lo que me hizo ayer Valentina en el coche me ha desvelado, me doy una ducha y me siento frente al portátil con un café bien cargado.

Como aquí no tengo la lista de todas las empresas, la vuelvo a buscar y me la dejo en una ventana para ir consultando. La tarea ya con la primera empresa se me hace muy ardua, tienen una gran cantidad de conceptos y comprobarlos uno a uno se me hace pesadísimo, pero no me queda otra.

Llega la hora a la que debería irme al trabajo, pero ya llevo tres empresas revisadas y estoy con la cuarta cuando al comprobar uno de los conceptos, ¡tachán! También aparece en blanco.

—No me lo puedo creer—digo notando como la ira crece dentro de mí.

De nuevo, toda la tensión que descargué ayer con Valentina ya no sirve de nada, porque acabo de encontrar a otro cliente al que también hemos cobrado de más y eso es inaceptable. Con el corazón acelerado y un calor irritante recorriéndome el cuerpo, me aseguro de que realmente la entrada está mal hecha y nadie ha rellenado el campo para justificar el motivo de ese cargo, cuando me encuentro con la sorpresa de que no aparece una vez, sino dos.

Tomo aire tratando de calmarme, pero no lo consigo. Busco el nombre de la persona encargada de la cuenta y veo que se trata de un tal Álex. Este sé quién es, un guaperas al que se le salen los ojos cada vez que Valentina pasa cerca de él. Si hubiese prestado la misma atención a su trabajo que al culo de sus compañeras, esto no hubiese pasado.

Cierro el portátil echa un basilisco y me presento en la oficina de tan mala leche, que incluso Gabriel solo me ha saludado con la cabeza en lugar de llamarme señora Valdés.

Cuando las puertas del ascensor se abren, no voy a mi despacho. Me dirijo directamente hacia la mesa de Álex, descubriendo por el camino a un grupito de tres, dos chicos y una chica que cuchichean y se ríen mientras remueven un café.

—El café en vuestra mesa mientras trabajáis—bufo al pasar por su lado y pillarlos por sorpresa.

—Sí, señora Valdés—responde una de ellas.

Me detengo en seco y cojo aire. Mejor que no me gire u hoy acabo despidiendo a media empresa.

—El otro día un cliente se quejó porque le habíamos hecho un cargo injustificado en la factura del mes—digo para todos mientras me planto ante la mesa de Álex, que me observa con los ojos a punto de saltar como dos muelles—hoy acabo de descubrir el mismo error en otra factura, una que has emitido tú—digo mirándole fijamente ante la perplejidad de todos.

Álex palidece y veo como su nuez se mueve de arriba abajo mientras traga saliva.

—¡No podemos ser así de incompetentes, joder! Más vale que estéis atentos a lo que hacéis y os dejéis de cafetitos y pastitas para cumpleaños, aquí se viene a trabajar. Como encuentre otro error como estos voy a empezar a tomar medidas.

Tras eso me doy la vuelta y me dirijo a mi despacho sin mirar a nadie a los ojos para no fulminarlo. Veo que Valentina se ha asomado a la puerta alarmada por mis gritos y me mira con el ceño fruncido mientras entro sin decirle ni buenos días.

Joder, que mala hostia tengo.

—Creo que te has pasado—dice en cuanto cierra la puerta.

Lo que me faltaba, tengo una pandilla de incompetentes a los que les pago por hacer un trabajo que no hacen y la que se pasa soy yo.

—¡Valentina, métete en tus cosas, no te quiero escuchar en toda la mañana! ¿Entendido? —Ladro iracunda—bastante tengo con todo el trabajo extra que voy a tener que hacer como para que vengas tú a darme lecciones de moral.

Se sienta en su mesa sin contestar nada y yo lo hago en la mía resoplando. En el fondo sé que tiene razón, que me he pasado, sobre todo porque algo me dice que lo que pasa aquí es otra cosa. Un empleado puede equivocarse como le pasó a Sandra y es aceptable porque somos humanos, aunque yo me ponga hecha una furia, pero que se equivoquen dos personas diferentes con el mismo concepto no es lógico, las posibilidades de que eso suceda son muy remotas y lo sé, y aun así no he podido controlarme porque todos tienen razón, soy una zorra sin escrúpulos, una amargada que se está viendo sobrepasada y que no sabe pedir ayuda.

Abro una botella de agua y bebo para intentar relajarme e hidratarme la garganta, se me ha quedado la boca seca con tanto grito que no tengo muy claro que haya sido justificado.

Me paso las siguientes horas con los ojos clavados en la pantalla, masajeándome las sienes y tomando un par de analgésicos para el dolor de cabeza porque llevo nueve empresas revisadas y he encontrado el mismo fallo en cuatro de ellas.

Al principio he anotado los nombres para mirarlo después con detalle, cuando ya tenga identificadas todas aquellas a las que al parecer hemos cobrado de más. Pero llegado un punto me detengo y me centro en buscar otros conceptos por si ese no es el único que está mal, hasta que me doy cuenta de que todo lo que hago es absurdo, me estoy colapsando para nada cuando sé que si filtro para que solo salga ese concepto en cuyo campo de todos pone “sin datos registrados” encontraré todos los clientes afectados.

¿Por qué no lo he hecho ya? Quizá porque me da pánico ver el resultado. Me froto las sienes otra vez, trago saliva como si así me armase de valor y tras filtrar, le doy a aceptar y la lista que me sale es tan larga que no cabe en la pantalla.

—Dios mío—digo echando la silla hacia atrás como si así pudiese coger más aire.

—Bueno, se acabó—dice Valentina de repente acercándose a mí—vas a contarme ahora mismo qué cojones pasa, porque como te sigas poniendo blanca te voy a tener que llevar a urgencias.

Niego con la cabeza, no sé ni por dónde empezar. Me siento tan sobrepasada que ahora la congoja ha vuelto para tomar el control de mi garganta.

Valentina frunce el ceño y pasa a mi lado de la mesa sin pedir permiso y observa la pantalla con atención.

—¿Qué estoy viendo? —pregunta mirándome un momento.

—Todas las empresas a las que hemos emitido mal la factura de este mes. Dios santo, no quiero saber lo que pasará si compruebo los meses anteriores.

La cabeza me va a explotar, aun hemos tenido suerte de que solo un cliente se haya quejado. Ese tipo de campos no es algo que se suela revisar porque ni el propio cliente suele apuntar el motivo de la consulta cuyo cargo sabe que le cobraremos después. Son lo que se puede considerar en una empresa como gastos varios.

—¿En todas estas hay el mismo fallo? —pregunta elevando las cejas.

—Sí, a todas se les ha cobrado por consultas que está claro que no hemos hecho. Fíjate—le muestro una como ejemplo—se le ha cobrado ese concepto cuatro veces, pero solo hemos justificado el motivo en dos de ellas.

—No te sigo.

—Así se ha hecho siempre, Valentina cada consulta que atiende uno de nuestros gestores es anotada en el campo correspondiente, básicamente por esto, porque si un cliente nos pregunta a qué se debe el cargo, nosotros podamos decirle el motivo. Ellos no suelen recordarlo, te pueden hacer una o cinco consultas en un mes, o veinte.

—De acuerdo—dice apagando la pantalla de mi ordenador.

—¿Qué coño haces?

—Recoge que nos vamos a tu casa. Lo revisaremos las dos tranquilamente y te juro que encontraremos el problema, pero vamos a salir de aquí antes de que te dé un infarto.

Cedo. Estoy tan sobrepasada ahora mismo que sin mediar palabra, dejo que ella meta el portátil en la funda, cojo mi bolso y cuando ella recoge sus cosas, salimos al aparcamiento y Valentina me sigue en su coche hasta mi casa.

Espero sus comentarios y sus votos las quiero 😘

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora