capitulo 9

5.3K 359 18
                                    

Llego antes que ningún día a la oficina y, aunque las escucho al llegar y me doy cuenta de que, entre saludos y cotilleos varios, se van a sus puestos diez minutos más tarde, me aguanto las ganas de salir del despacho y soltarles un berrido digno del diablo porque quiero centrarme en la dichosa factura.

—Anda, buenos días—saluda Valentina sorprendida.

¿Cómo que anda? Es mi puta empresa y vengo cuando me da la gana, joder.

—Buenos días, llegas tarde—digo mirando el reloj.

—He llegado puntual, es solo que…

—Es solo que te has entretenido cotilleando como todas, si sumo todos los minutos que llegáis a perder a mi costa me salís por un jodido riñón.

Valentina cierra la puerta del despacho con mala leche y se dirige a mi mesa apoyando ambas manos sobre ella para encararme.

—¿Sabe? Intento controlarme, se lo juro, pero es usted tan arpía que creo que lo que necesita es que la azote unas cuantas veces para calmarse.

—¿Cómo te atreves? —bufo indignada.

Pero bueno, qué se ha pensado esta niñata, ¿cree que puede venir aquí y encima vacilarme?

—Se me ocurre un trato justo—añade ignorándome—según usted yo le he robado minutos de su trabajo, ¿qué le parece si se los devuelvo con unos cuantos del mío y le pongo ese culo tan bonito y firme rojo como un puto tomate para que recuerde usted que lo que tiene aquí trabajando son personas y no putos robots?

Todo lo que pasa por mi cabeza ahora mismo es tan contradictorio que me quedo bloqueada. Por un lado, solo puedo pensar en despedirla con efecto inmediato y sería más que procedente, pero por otro, pienso en ella azotándome de nuevo y aquella extraña sensación entre dolor y placer vuelve a mi cuerpo haciéndome cerrar las piernas desecha de excitación.

—Se lo está pensando, eso es que le gustó.

Dios santo, como no se vaya a su mesa juro que no sé lo que le hago.

Carraspeo para tratar de ganar tiempo y poder darle una respuesta digna o un sopapo, que también le iría bien a esta sinvergüenza maleducada, sin embargo, sigo sin poder articular palabra porque ahora solo puedo pensar en que ha dicho que mi culo es bonito y firme. ¿Le gusta mi culo? Mierda, la imagino sentada en mi silla y yo postrada sobre ella con el culo en pompa y me pongo enferma.

—Sal de mi vista, Valentina, por favor.

La voz apenas me sale, estoy tan excitada que creo que como me siga dedicando una mirada felina como la que me está dedicando ahora mismo, acabaré corriéndome sin necesidad de que me toque.

—Si cambia de opinión ya sabe dónde me tiene.

Me guiña un ojo la hija de puta y se vuelve hacia su mesa meneando el culo como la modelo de una pasarela, ¿intenta provocarme? Desde luego lo está consiguiendo. Jamás me había fijado en ella de ese modo, pero desde lo que pasó el sábado en ese maldito lugar, ahora la veo con otros ojos y aunque me joda tanta insubordinación por su parte y que no sepa mantener la bocaza cerrada, debo ser sincera conmigo misma y reconocer que se lo permito porque en el fondo me gusta que lo haga, creo que siempre me ha gustado.

Cuando por fin se sienta y se pone a sus cosas, yo bebo un poco de agua porque esta cabrona me ha dejado la garganta seca y clavo la vista en la pantalla de mi ordenador.

No sé si es por la excitación que me ha vuelto más receptiva o qué demonios ha pasado, pero en cuestión de minutos detecto cuál es el error en la factura del señor Velasco.

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora