capitulo 13

5.3K 331 8
                                    

Todo se me hace muy raro cuando entro en mi casa seguida de Valentina, que lo observa todo con expresión de asombro.

—¿Esperabas una mansión? —pregunto sorprendiéndola.

—No te imaginaba tan humilde. Quiero decir, pensé que tendrías una casa enorme decorada con cosas extravagantes que ni siquiera te gustarían.

—¿Esa es la imagen que doy? —pregunto angustiada.

—El problema es que no das ninguna imagen, Juliana, eres hermética e inaccesible y todo el mundo en la oficina te tiene por una estirada con un palo metido por el culo. Perdona por la sinceridad, pero es que me jode.

—¿Te jode? —pregunto casi divertida.

No es que me guste que opinen eso de mí, pero están en su derecho teniendo en cuenta que Valentina tiene razón, y no solo me muestro inaccesible, sino que últimamente soy como un puto demonio que deambula por allí en busca de alguien contra quién descargar su ira.

—Sí, me jode que seas así y no dejes que los demás vean lo que veo yo.

—¿Y qué ves tú?

—A ti—dice plantándose ante mí—a la mujer que se esconde debajo de esa fachada de borde, y me gusta lo que veo.

Vaya, eso sí que no me lo esperaba.

—Hago lo que puedo, Valentina, pero últimamente estoy que me subo por las paredes con todo este follón—me excuso a la vez que saco el portátil y lo pongo sobre la mesa.

—¿Qué haces? —pregunta interponiéndose entre el aparato y yo.

—Acabar el trabajo, tengo que descubrir qué demonios pasa—respondo inquieta.

—Ahora no vas a descubrir nada.

—¿Cómo dices?

—Te has comportado como una auténtica zorra y eso se merece un castigo. Enséñame tu habitación.

Trago saliva y me estremezco de un modo extrañamente agradable ante la idea.

Le pido que me siga y cuando llegamos a la puerta la invito a entrar haciendo un gesto con la mano. Ella pasa sin dudarlo y lo observa todo con curiosidad. Pasa la mano por encima de la tela de la cama y pasea hasta el otro lado donde hay un sillón que solo está ahí para rellenar el hueco y hacer que la habitación no me parezca tan grande.

—Es perfecto—dice orgullosa antes de sentarse—pasa y ponte justo aquí—me pide señalando delante de ella.

Camino despacio sintiendo un incesante hormigueo en el estómago.

—Ahora quítate toda la ropa sin moverte de ahí, todo menos los tacones.

Y así lo hago. Con cada prenda que me quito mi sexo palpita de anticipación y mi corazón se desboca cada vez más. Cuando libero mis pechos, tengo los pezones como el timbre de un castillo y la piel erizada. Dejo caer mis bragas y sin saber por qué, separo las piernas y me abro para ella, que me observa con los labios entreabiertos y mirada gatuna.

Se inclina hacia delante y pasa su dedo índice desde el centro de mis pechos hasta mi pubis en un recorrido lento y tortuoso que me desespera cada vez más. Llega hasta mi sexo y traza varios dibujos mortalmente desquiciantes sobre él, hasta que se cuela entre mis labios, localiza mi clítoris y lo pellizca suavemente, pero con la intención de provocar un mínimo dolor.

Yo doy un respingo y mi excitación se multiplica por dos sin que consiga entender por qué ese tipo de dolor me produce placer.

Valentina se pone en pie y me hace girar sobre mi propio eje. Acaricia mi espalda dejando caer sus dedos por ella hasta llegar a mi coxis. Dedica su atención a mi nalga izquierda como solo ella sabe hacerlo y cuando pienso que voy a deshacerme, ¡plas! Una cachetada me hace dar un respingo.

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora