capitulo 11

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—Buenos días, señora Valdés—me saluda Panchito abriéndome la puerta.

Que manía la de este hombre y la de todos con seguir llamándome señora, ya sé que no soy ninguna niña, pero que me traten así me hace sentir más mayor de lo que ya soy, y más desde que Valentina se ha cruzado en mi camino.

—Hola, Panchito—saludo tratando de forzar la sonrisa, creo que esta vez me ha salido algo mejor que otros días. Voy mejorando.

Conforme entro en el edificio me siento igual de expuesta que ayer cuando salí de él. No llevo bragas y eso me hace sentir completamente desnuda de cintura para abajo a pesar de llevar la falda. Todavía no me puedo creer que le haya hecho caso a esa cría.

Hoy llego algo más tarde de mi hora habitual tras hacer un par de gestiones en el banco y cuando entro en el despacho, veo a Valentina ya enfrascada en sus tareas y mi corazón se encoge un poco cuando me enfoca pegada al teléfono y me sonríe.

—Buenos días—la saludo en un susurro pasando por su lado.

Dejo mis cosas, enciendo el ordenador y sigo revisando facturas. Al cabo de un par de horas y después de haberle pedido a Valentina un par de cafés utilizando la palabra por favor porque realmente los necesitaba y que ella me los haya traído, finalmente, doy por válidas todas las facturas hechas a clientes con un gasto mensual fijo. No he encontrado ninguna irregularidad en ellas y, aunque eso debería tranquilizarme un poco, no lo hace, porque ahora me quedan todos los demás y eso me puede llevar días.

Me imprimo un listado con el nombre de todas esas empresas para no dejarme ninguna y me lo dejo al lado del ordenador para ir tachándolas una a una conforme las haya comprobado.

Me estiro como una gata para tratar de colocar mis huesos en su sitio y que se me muevan todas las articulaciones, sé que es de mala educación, pero necesito hacerlo porque me estoy quedando acartonada y me duelen mucho las cervicales de pasar tantas horas en la misma posición.

Tras suspirar de cansancio, veo que Valentina me mira y se pone en pie. Tomo aire, eso hace que recuerde que no llevo bragas por su culpa y todavía no ha hecho ningún comentario al respecto.

—Hora de comer—dice mientras coge su bolso.

Joder, como el tiempo se me siga pasando así de rápido voy a envejecer diez años frente a la maldita pantalla.

—Buen provecho—le deseo sin apenas levantar la vista.

Escucho sus pasos hacia mi mesa y la observo sin comprender nada.

—Levántate y coge tus cosas, hoy me invitas a comer—más que una orden es un hecho, como si ya lo hubiésemos pactado.

—¿Te invito a comer? —pregunto estúpidamente.

—Así es, venga, que tengo hambre.

No me puedo creer que me ponga tanto recibir órdenes de ella, pero así es, en cuestión de dos minutos ya he recogido y las dos nos dirigimos al aparcamiento. Acepto órdenes, pero no pienso comer con ella en el mismo restaurante que todos, ya bastantes cuchicheos deben haber por habernos visto tanto juntas últimamente.

—¿A dónde me llevas? —pregunta abrochándose el cinturón como una niña emocionada.

—Tranquila, es un restaurante normal y corriente.

—¿Crees que no puedo comportarme en un restaurante para pijos?

—No he dicho eso—respondo confusa, ¿quieres discutir ahora?

—Era broma—se ríe la muy imbécil.

Ya en el restaurante mientras esperamos a que nos traigan los primeros platos, decido que es un buen momento para aclarar nuestra situación.

SEDUCIDA POR LA DOMINANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora