—¿Por qué me abandonas?
—No te abandono...
—¿No? ¿Y qué estás haciendo?
—¡Eres un hombre Max! ¿Es que no lo ves?
—Sí, Rayan, soy un hombre. Uno que te ama con toda su alma ¿eso no es suficiente?
El inspector Alí vio como su vecino Maxwell salía de su casa cuando él estaba llegando. Su semblante mostraba cansancio, mucho cansancio, como si fuera alguien que no se permite la tranquilidad. Había dado un gran paso en el caso Trinity ayudando a descubrir la verdad. Dándole una oportunidad a un pobre inocente que nada tenía que ver con el horror y la crueldad. Sin embargo, había ocurrido algo en su interior, algo que lo atormentaba y, al mismo tiempo, reforzaba su valor. Ese del que había carecido 15 años atrás.
«Fue un error».
Sí, había sido un gran error, uno terrible. Uno que lo había esclavizado, llevando grilletes tan pesados que rasgaban su piel. Es así como se sintió toda su vida. Atado a una mujer escogida por su familia, una mujer buena, maravillosa madre, pero no la amaba, nunca la amó. Rayan era muy infeliz; sin embargo, después de llegar a Nueva York y reencontrarse con Max el nivel de infelicidad había ido en descenso.
«Maxwell».
El muchacho de profundos ojos azules y cabello dorado, el de sonrisa fácil y rostro lleno de ilusiones y belleza. Seguía siendo el mismo. Tenía 33 años, pero Max seguía siendo Max, a pesar de estar triste, de que las cosas no habían sido fáciles para él.
Rayan había tenido la oportunidad de conocer al bastardo que lo había desposado. A ese imbécil piloto de avión que lo humillaba engañándolo en su propia casa.
La tentación fue irresistible; Rayan bajó del auto y caminó hacia Max cuando estaba saliendo de su hogar. Tenía que hablar con él. El deseo de Thiago y Taylor lo había hecho reflexionar en su situación, en lo que quería, llegando a la conclusión que solo anhelaba una cosa; Maxwell Bergman.
—¡Max! —gritó y levantó la mano, el hombre se giró hacia él y lo observó—. Hola.
—Hola—respondió haciendo una mueca similar a una sonrisa de labios cerrados. Dio un par de pasos hacia atrás, alejándose, como si le temiera.
—¿Te vas al trabajo? —preguntó señalando el camino.
—Sí, y ya voy tarde, así que...
—¿Puedo llevarte?
—No, gracias.
—Max—. El hombre se humedeció los labios.
—Has llegado tarde. Perdiste la oración de la tarde—. Rayan asintió, avergonzado. Hacía tanto tiempo que la religión era algo secundario en su vida.
—Si, tuve... que hacer algo.
—¿Más importante que tu Dios? Vaya, eso sí es una revelación—respondió con molestia. Rayan se quedó sin palabras por un minuto. Max esperó allí, y luego, reaccionó—. De verdad se me hace tarde.
—Te llevo.
—Rayan ¿qué mierda quieres? —gruñó enojado, estaba llegando tarde y Rayan le estaba haciendo difícil el trabajo de alejarse.
—Hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—Sobre nosotros—. Max se quedó quieto y luego frunció los labios, conteniendo la risa.
—Dios mío, dime que no acabas de decir semejante idiotez.
Rayan lo sujetó del brazo acercándolo a él, sus rostros quedaron a centímetros. De pronto, Max recordó lo maravilloso que era su calidez. Lo agradable que se sentían esas manos en su cuerpo.
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Entre muertos T.JdP Libro 2 (Gay+18)
Romance4 asesinatos, una historia de un gran amor de juventud que nunca pudo concretarse, un travesti hermoso y un detective que ha comenzado a soñar con él a cada segundo desde que se reencontraron después de 15 años, son los ingredientes de esta historia...