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Volvía a estar tumbada en la cama cuando la vibración de mi móvil, indicando la llegada de un mensaje, me sacó de mis pensamientos.

Desconocido: Sé que a Sheryl no le hará gracia, pero por favor ven a la fiesta.

Leyla: ¿Tyler? ¿Cómo tienes mi número?

Desconocido: ¿Cómo has sabido que era yo? ¿Me tenías ya agregado?

Leyla: No, pero eres el único que quiere que vaya.

Tyler: Dudo que sea el único, pero lo que tú digas. ¿Vendrás?

Leyla: No. Sólo porque le preguntaste acabé cubierta de batido...no quiero pensar qué me pasará si voy.

Tyler: Vengaa, no seas aburrida.

Leyla: Creo que quieres decir precavida.

Tyler: No, quiero decir aburrida. Además, con la cantidad de gente que va a las fiestas de Sheryl, dudo que te vaya a ver.

Leyla: Vale, me lo pienso, ¿si voy puedo llevar a una amiga?

Tyler: Claro. ¡Ha merecido la pena todo el rato que he estado buscando tu teléfono! Tía, en serio, ha sido complicado, pareces un fantasma. En fin, luego te paso la fecha y dirección, adiós.

Leyla: Adiós, Tyler.

Acabé aceptando porque me dejaba ir con Agatha, si no ni loca iría. Después me vestí y cogí mi libro para meterlo en una bolsa y salir de casa. Saqué mis auriculares y los conecté a mi teléfono para escuchar música en el camino al bosque Evergreen.

Al llegar, continué por el estrecho camino de tierra hasta llegar a un enorme castaño con un punto azul en el tronco. Allí giré a la derecha y me adentré entre los árboles hasta que llegué adonde yo quería: a la Laguna de Deill.

La gente acostumbraba a ir a la otra orilla de la laguna, por la carretera que te llevaba fuera de la ciudad. Pero a mí me gustaba la enorme roca que había en la orilla que daba al bosque. Nadie nunca iba allí. La laguna era tan grande que apenas se veía a la gente de la otra orilla, así que era un lugar tranquilo y solitario. Me acerqué a la roca y la escalé situando los pies y las manos en los lugares precisos. Lo había hecho demasiadas veces como para olvidar como subir.

Ya arriba, saqué el libro que había metido en la bolsa y me puse a leer. Era lo que solía hacer allí; leía porque era un sitio muy silencioso, sólo se oían los pájaros y algunos bichos. Llevaba poco rato leyendo cuando oí unos pasos acercarse que me hicieron levantar la vista del libro sobresaltada. Reconocí la alta y delgada silueta de mi ahora compañero de casa.

—¿Es que no haces otra cosa que no sea leer?

—Se supone que sabes que escribo —repliqué, preguntándome a la vez qué hacía él allí.

—Es que olvido las cosas que no me importan. —Aquello me hizo resoplar, no entendía cómo podía ser a veces una persona medianamente buena y otras un completo imbécil.

—¿Me has seguido?

—Siento comunicarte que no eres el ombligo del mundo, Leyla Grey. —Puse los ojos en blanco al recordar que yo le dije esas mismas palabras unos días atrás.

—Ni yo te he dicho que lo sea, pero nunca he visto a nadie venir aquí. —Se encogió de hombros y empezó a escalar la roca, como había hecho yo poco tiempo antes. Se sentó a mi lado mirando el agua antes de volver a hablar.

Lagoon, only you know. [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora