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 —Pero ¿en serio? Es que me parece increíble que hicieras eso. Me encantaría haber estado allí. —Reí por lo bajo y me enrollé el cable del teléfono alrededor del dedo índice. Agatha estaba al otro lado de la línea, todavía sin creerse lo de la votación sobre las sonrisas que circulaba por Internet.

—Tampoco fue para tanto.

—No es que no fuera para tanto, es que desde que pasas tiempo con esos dos chicos has hecho cosas que nunca pensé que harías.

—Haces que parezca una aburrida. Y lo dices como si tú y yo no hubiéramos hecho cosas divertidas.

—Ya, por cierto, hablando de cosas divertidas, ¿voy ya a tu casa para luego ir a la casa de Sheryl? —dijo su nombre de manera burlona, y eso hizo que riera más fuerte.

—Sí, me parece bien.

Después de colgar subí las escaleras y me iba a dirigir a mi habitación, pero Marco salió de la suya precipitadamente poniéndose el abrigo.

—¿Al final vas a la fiesta? —preguntó, deteniéndose al borde de las escaleras.

—Sí, ahora viene Agatha e iremos para allá.

—Cuando vayas intenta que Sheryl no te vea —comentó ya bajando las escaleras.

Iba a replicar, pero el timbré sonó y oí como Marco abría la puerta. No se oyeron voces, solo pasos que se acercaban a la escalera y luego subían. Vi a mi mejor amiga con cara de sorpresa.

—Me dijiste que era borde, pero es que es cómo si ni siquiera me hubiese visto.

—Creo que eso es mejor que que te insulte todo el rato —respondí, entrando en mi habitación seguida de Agatha a mi espalda.

Sólo ahí, me di cuenta de lo mucho que mi amiga se había arreglado. Llevaba el pelo cobrizo oscuro corto y con unas ligeras ondas, se había puesto un pintalabios rojo oscuro y llevaba una sombra de ojos oscura pero discreta. Se había puesto un vestido azul marino de tirantes y usaba unos tacones negros.

—Estás increíble —murmuré, mirándola de arriba a abajo de nuevo.

—Y tú vas a estar igual; venga, que quiero que a Marco se le caiga la baba al verte.

Al final yo también estaba increíble. Llevaba una ajustada camiseta de tirantes color granate, unos pantalones de cuero negro que se ceñían a mis piernas y unos botines negros; también llevaba la chaqueta que Marco había dejado de usar; se veían un poco las manchas de batido, pero me gustaba. Me había puesto un ligero tono rojo en los labios y una fina línea negra en el párpado; no soy de maquillarme mucho.

Al llegar a la casa de Sheryl, Agatha aparcó en paralelo delante de la puerta de mala manera, pero no me importó. Bajé del coche y esperé a que mi amiga hiciera lo mismo, pero no salió. Le di unos golpecitos a la ventana del copiloto para que la bajara.

—¿Vas a quedarte toda la fiesta aquí? —bromeé, enarcando una ceja. Ella soltó una risita nerviosa que no me gustó mucho.

—A ver, tengo que decirte algo.

—Te escucho.

—Yo no me quedo. —Al principio no entendí sus palabras y antes de que pudiera quejarme ella volvió a hablar—. Si te lo hubiera dicho antes no habrías venido. Además estarán Marco y su amigo.

—¿Por qué no te quedas?

—Tengo una cita —confesó, ruborizándose. No me gustó que me hubiera mentido y no me hacía gracia, pero tampoco podía hacer que no fuera a una cita por mí.

Lagoon, only you know. [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora