-23-

106 11 2
                                    

1 año después.

Se escuchó el timbre en el piso de abajo. Estando solo en casa era obvio que nadie iba a bajar para abrir. Estaba tumbado en la cama en calzoncillos. Me puse una camiseta antes de bajar.

Bajé lentamente, y el timbre volvió a sonar.

—¡Ya voy! —exclamé molesto.

Llevaba con ese humor algo más de un año. Acababa de terminar mi primer año de arquitectura en la universidad. Hacía un calor que no quería tener que soportar y aún me costaba pensar en Leyla sin que me doliera el pecho.

Abrí la puerta bruscamente, con una mueca de asco hacia el mundo en general. Ante mí apareció un cartero con cara de aburrimiento. Ojeó un aparato que llevaba en la mano y volvió a levantar su mirada cansada hacia mí.

—¿Marco Hannibal Arrivas? —preguntó el cartero.

Sorprendido, asentí. El hombre vestido de azul me entregó un sobre.

—¿Por qué no lo ha dejado en el buzón? —le pregunté por curiosidad y por haberme obligado a bajar.

—Una chica hace mucho tiempo pagó de más, para que te dieran este sobre tal día como hoy en persona.

Inspeccioné el sobre. Sólo ponía mi nombre y la dirección de casa. Le agradecí al cartero la entrega y cerré la puerta. En vez de volver a mi habitación fui a la sala de estar y me senté en uno de los sofás. Abrí con brusquedad el sobre por la impaciencia y la curiosidad que sentí por saber quién me mandaba aquella carta. Se me aceleró el corazón con sólo leer la primera frase:

No estoy segura de si estoy haciendo bien con ésto, Marco Hannibal,

Si fuera una situación normal, esta carta sería para ver qué tal estás o algo así, pero esta situación no es muy normal. Esta carta, la última, es para recordarte tu promesa. Creo que llegué a conocerte lo suficiente como para saber que probablemente te has vuelto tan huraño como eras cuando pasé de sólo saber de tu existencia a conocerte un poco. Quiero que vuelvas a ser el chico especial y maravilloso que fuiste conmigo. Quiero... no, necesito, que para que lo que hice haya merecido la pena, olvides al Marco Mierda para siempre y seas ese Marco que yo conocí.

También quiero que hagas tan feliz como me hiciste a mí a alguien más. Guárdame en un espacio muy pequeño de tu corazón (o ni eso), y enamórate de nuevo. Inténtalo. Sin comparaciones ni espejismos. Quiero que seas feliz, que me guardes en lo más profundo de tu corazón y sólo tengas un vago recuerdo de mí.

Hazme caso, por favor, Marco Hannibal,

Te ama, Leyla Grey.

Me temblaban las manos cuando terminé de leer. Leyla me conocía a la perfección, sabía exactamente lo que había estado haciendo. Volvió a embargarme el mismo dolor que me había atenazado el día de mi operación. Sólo quería gritar de nuevo, maldecir al mundo por haberla obligado a hacer aquello por mí. Lloré durante mucho rato, mojando de gruesas lágrimas la carta entre mis manos.

Cuando me tranquilicé y se mitigaron mis ganas de gritar, subí las escaleras y me metí en la que había sido la habitación de Leyla. Estaba intacta. Quité la sábana que había sobre la cama y me tumbé boca arriba de un salto. Cerré los ojos y las lágrimas empezaron a escapar de mis ojos otra vez, a resbalar por mis sienes y a caer en la cama.

—Gracias. Para siempre, con la piel y el alma, Leyla Grey.

Lo susurré, pero mi verdadera intención había sido que ella lo escuchara. Era la primera vez que se lo agradecía en voz alta. Que pronunciaba las palabras. Me había pasado todo el año echándome la culpa por el hecho de que ella se hubiera quitado la vida para dármela a mí. En aquel momento me di cuenta de que nunca lo había apreciado porque no dejaba de darle vueltas al «qué habría pasado si no hubiera estado enfermo». Allí y con aquella carta supe que debía agradecérselo. Igual que me di cuenta de que debía cumplir la promesa que le había hecho; aquel año no había vivido como lo hice con ella. Había desperdiciado aquel año, sólo me había dedicado a estudiar. Pero eso iba a cambiar, iba a vivir por los dos.

Lagoon, only you know. [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora