CAPÍTULO 59

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La mañana llega con bastante movimiento en casa, y deseo que ya todo termine.

Están pasando muchas cosas en la manada, la mayoría de estas he preferido no saberlas. No porque no esté interesado, sino que quiero tener un momento de paz, quiero alejarme de todos los problemas por un momento.

Y por eso mismo he accedido a las sesiones de meditación junto a Lexa.

Solo nosotros dos en el jardín, con los sonidos de la naturaleza.

— Valentine se va en unos días, ¿lo sabes? —pregunta en cuanto estamos por irnos.

— ¿Cómo saberlo? Me evita en todo momento —respondo y veo como rueda los ojos.

— ¿Por qué son tan orgullosos? —exclama— Espero que cuando tenga un Mate no sea complicado.

— Toda relación es complicada, Lexi —respondo agitando su cabello— ya lo sabrás cuando crezcas.

— Para ustedes los adultos todo es TAN complicado —menciona haciendo énfasis en la palabra— no deseo para nada crecer.

— Lo sé, yo tampoco quería crecer —digo haciéndola reír.

— Ya tengo que irme, la institutriz está por llegar y debo estar a tiempo —dice mientras mira el reloj en su muñeca— Nos vemos para la cena, Lex.

— Nos vemos, suerte —me despido con un abrazo, y veo como se aleja.

Suspiro, mientras veo como la rubia corre a lo lejos. Hay algo dentro de mí que la exige a mi lado, pero ese lado inseguro de mi no para de torturarme. ¿Qué tal si ella no me quiere más en su vida? Si aquellas palabras fueron algo momentáneo, algo que dijo por la emoción del momento.

— A veces hay que ceder, muchacho —escucho un ligero susurro.

— Quien sea que esté ahí, ya salga, no es gracioso intentar asustarme de esa manera —grito. Esperando que alguien salga.

Una risa, demasiado ronca, resuena y no logro reconocerla. Aquello me aterra, y hace que me mantenga alerta, pues después de que Gabriel logró infiltrarse, tengo miedo de que cualquier otro pueda hacerlo. Que algún seguidor suyo quiera tomar venganza y se aparezca en casa, buscando dañarnos.

— No seas bobo, muchacho —escucho aquella voz nuevamente— no me encontrarás ahí afuera.

No me encontrarás ahí afuera. Aquella frase se repite una y otra vez, ¿será que por medio de las pruebas pueden contactarme?

— Ahh, esto se vuelve demasiado aburrido, y no pareces tener un poco de razonamiento —le escucho renegar— no deberías ser tan paranoico, nadie te sigue, nadie te contacta por medio de esa tonta prueba. Soy tu Lobo, un gusto.

— ¿Cómo? —pregunto rápidamente.

Aquello no puede ser verdad, seguramente tratan de jugar conmigo. Entre el lobo y yo nunca hubo una conexión, no hubo manera de comunicarnos.

— Si, nunca hubo manera de comunicarnos, pero siempre estuve aquí, Alex —responde— escuchando cada uno de tus pensamientos.

— ¿Y cómo es que ahora puedes hablarme? —pregunto curioso.

— Antes de responderte a eso, no deberías hablar como si estuviera ahí afuera, pensarán que estás loco —dice acompañado de una ligera risa— y respondiendo a tu pregunta, he sido liberado, desde el momento en que logré salir por primera vez he tenido la oportunidad de hablar contigo, pero decidiste caer, y bueno, han pasado cosas que me lo impedían, pero aquí estoy ahora.

Mantengo la conversación, mientras corro a mi habitación a encerrarme, pues aún no puedo creer que esto esté pasando, y no quiero interrupciones, tengo demasiado que preguntar.

— Bien, esta es la pregunta que más deseo hacerte, ¿Cómo es que no podías salir antes?

— ¿Recuerdas las cadenas que viste cuando despertaste en un sueño?

— Si, ¿esas grandes cadenas te mantenían atado?

— Así es —suspira— aquellas cadenas empezaron de un muy pequeño grosor. Tu cadena genética era lo que las formaba, y solo bastaba un poco de ayuda para romperla, un ritual ante la Luna era suficiente, pero son cosas que se han mantenido en el olvido, cosas que pocos saben porque es demasiado extraño que el hijo de un licántropo nazca con esa condición. Y mientras más crecías y te cerrabas ante la idea de ser como tu padre, aquellas cadenas fueron creciendo, fueron atándome más, privandome de la libertad.

— Lo siento, nunca pensé que aquello te afectaría.

— No todo es tu culpa, muchos se dieron por vencido contigo, con ambos.

Puedo notar la tristeza en sus palabras, y desearía poder abrazar a aquella parte de mi que también se sintió desplazada y olvidada.

— ¿Cómo pudiste hablarme cuando pasó lo de Scarlett? —pregunto con curiosidad.

— Aquello me costó demasiado, esa mujer supo cómo engañarnos —bufa— pero también fue quien desencadenó todo esto, fue ella quien por un momento me permitió hablarte, estaba tan feliz como tú ante la idea de un cachorro, y tomó ventaja de ello, nos cegó y nos hizo creer que era nuestro, que existía. Por aquella interacción pagué un par de heridas, pensé que nunca más podría hablar, creí haber desgarrado mis cuerdas vocales, pues no pude hacer ningún tipo de sonido por semanas, pero por alguna razón mi voz regresó. Quería intentarlo de nuevo, quería que me escucharas, pero también tenía miedo de que esta vez no resultara y perdiera definitivamente la voz.

— Lamento lo que tuviste que pasar, debió ser difícil estar ahí, solo, sin que nadie te escuchara cuando pedías ayuda...

— Sé que pasamos por lo mismo, muchacho, pero yo siempre te escuché, tu no podías escucharme a mí, pero siempre buscaba darte palabras de aliento —responde haciendo que mi corazón se encoja— la vida puede ser dura, pero quiero que sepas que siempre me tendrás, que cuando el mundo entero te de la espalda, siempre podrás confiar en mí. Yo te cuidaré, Alex

En ese momento supe que por fin había encontrado un compañero para toda la vida. Alguien que realmente sabría lo que siento y lo que pienso, alguien que podría ayudarme, y a quien yo podría ayudar.

— Nos queda una vida entera juntos, Lobo, también tendrás aquí a alguien que te escuché y ayude.

— Ella está muy confundida —dice repentinamente.

— ¿Valentine?

— Si, bueno, su Loba no da muchos detalles, pero fue lo que llegó a decir cuando nos salvó.

— ¿Crees que puedas ayudarme a hablar con ella?

— No hablaré por ti, pero puedo darte algo de ayuda.

— Bien, esperemos no ser rechazados.

— Me deslindo de toda responsabilidad —es lo último que le escucho decir y no puedo evitar reír.

Definitivamente yo diría algo parecido.

LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora