III

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Karla se encontraba acariciando el cabello de Marilia, solo había silencio pero no era incómodo, para ambas ese momento se había vuelto tranquilidad pura, hasta que la menor hablo.

— Puedo hacerte una pregunta.

— La acabas de hacer osita, pero sí, puedes preguntarme lo que quieras.

— ¿Me contarás nuestra historia?

— Ya te sabes mi versión.

— Vamos quiero oírla de nuevo, cada vez que la escucho me siento más  enamorada.

— Está bien, te la volveré a contar esperando sea la última vez que me hagas hacerlo.

Yo tenía diez años, cuando una pareja se había mudado al vecindario, se iban a volver nuestros nuevos vecinos. Esa misma noche mis padres fueron a conocerlos, mi madre llevo lasaña eso era como una ofrenda para la pareja recién llegada. Yo solo veía como la mujer sostenía en sus brazos un bebé que lloraba demasiado. Yo le pregunté si podía verlo y ella dijo que «sí» hay fue cuando te vi por primera vez, tú eras solo una bebé que cuando me vio dejo de llorar dejando a todos asombrados

A medida que pasaron los años yo fui creciendo pero no de la misma manera que tú, cuando yo estaba a punto de ir a la universidad tú estabas en la primaria. Yo te quería como una hermanita menor, la última noche que estuve en el pueblo te cuide, no quería despedirme, pero tú eres tan inteligente que te diste  cuenta.

— Karla cuando regresas.

— De qué hablas Mari.

— Ya sé que te vas a estudiar muy lejos, mis papás estuvieron hablando de eso en el desayuno, también dijeron que yo me pondría triste, y es la verdad.

— Tengo que ir a la universidad, pero prometo que vendré a  visitarte cada que pueda.

— Quiero que me prometas que vas a esperarme, yo cuando sea grande seré tu novia.

Lo dicho por la pequeña puso roja ha Karla, solo se limito a seguirle el juego temía que sino lo hacía se pondría a llorar.

— Está bien yo prometo esperarte, pero también quiero que me prometas que siempre serás feliz.

— Prometido futura novia.

A la mañana siguiente me fuí del pueblo pensando en lo que había prometido de seguro solo es un juego de niños.

Transcurrieron años antes de que regresará al pueblo, muchas personas se me declararon pero por alguna razón sentía que estar con otra persona era un delito, una traición. Decidí que regresaría, era época navideña, la más feliz del año, apenas puse un pie en el pueblo  sentí tranquilidad, pero cuando llegue a mi vecindario me invadió una tristeza porque tú ya tenías 15 años de seguro tenías novio y te habías olvidado de esa promesa que para mí fue el pacto más importante que había echo.

Después de haber saludado a mis padres, ellos me hablaron de ti que eras una chica muy inteligente, de tus tantos premios que habías ganado, me sentí orgullosa. Mi papá dijo que ellos saldrían esa noche pero que tú vendrías a pasar conmigo un rato, que estabas emocionada por contarme todo por lo que habías pasado en el tiempo que estuve fuera.

Pase una hora caminando de un lado a otro estaba nerviosa, no te había visto en mucho tiempo, tenía miedo que al verme tú te sintieras decepcionada, el timbre sonó sacándome de mis pensamientos, fuí abrir y cuando te vi me quedé embobada mirándote.

Habías dejado de ser una niña, y te estabas volviendo una mujer, tu cabello rojizo estába largo y tus ojos azules me veían con un brillo especial, todo de ti había cambiado. Cuando tú te lanzaste a mis brazos y me besaste.

— Bienvenida a casa.

— Gracias, tú eres Marilia, has cambiado mucho.

— Pues obvio tontita ya no soy una niña, además que te he esperado tanto, sabes que el beso que te di fue mi primer beso.

Esas dos semanas fueron las más maravillosas de mi vida te conocí más, todos esos besos que nos dimos, me hiciste volver a mi adolescencia, mis hormonas alborotadas por estar contigo.

— Esto que hacemos es propio de dos adolescentes que no pueden controlar sus hormonas.

— jajaja, tranquila no pasa nada, es lo que nos hace sentir vivas.

— Creo que en vez de hacerte madurar por estar con una mujer diez años mayor que tú, tú me haces revivir  mi época juvenil, porque aunque uno no quiera ya una va cumpliendo sus añitos unas cosas se ponen blandas otras corren el riesgo de caerse.

— No hables así, sabes me pones mucho, eres tan hermosa, tan jodidamente sexi, además tú me gustas así como eres tan perfecta para mí.

— Tengo miedo sabes, a qué esto sea un sueño y tenga que despertar nunca pensé que estás dos semanas serían lo mejor que me ha pasado en la vida.

— sé que te tienes que ir, pero quiero que me prometas una cosa más

— Ah sí, dime qué?

— Prométeme que seguirás esperándome, y que cuando tenga la edad suficiente te casarás conmigo.

— No te voy a prometer eso, tú eres más joven que yo, te falta camino por recorrer yo solo sería una piedra en tu camino, de seguro cuando vayas a la universidad te vas ha enamorar, conocerás muchas cosas nuevas.

— Nunca entenderé esto, el miedo que siente el ser humano por desiciones simples.  Yo quiero estar contigo hasta donde el tiempo me lo permita quiero crecer contigo no me importa la edad, estoy enamorada de ti, deja que nos equivoquemos, la vida está echa para aprender,déjame amarte y quitarte las dudas que tengas.

— Yo te quiero mucho, y siempre espere por ti, mi corazón no quiere que te vayas pero mi cerebro dice que esto es un error.

— En mi caso mi cerebro dice que debo esperar a que cumpla la mayoría de edad para casarme contigo.

— Y si te arrepientes luego?

— Y si no lo hago, te amo joder, siempre lo he hecho y en un futuro también te amare igual o más.

— Prometo esperarte, y después nos casaremos, de hecho que te parece si en nuestra luna de miel vamos a Colombia, es un país lindo, o Francia, o quizás Italia.

— Viajaremos a todos los países del mundo mi amor, seremos tú y yo contra todo lo que quiera separarnos.

Después de esa plática hicimos el amor toda la noche, nos entregamos a nuestros deseos.

Pasaron meses donde hablamos por mensajes de Whatsapp, videollamadas, y nunca me sentí insegura, pero nunca pensé que te hubieras atrevido a eso. Una noche con mucha lluvia escucho que tocan a la puerta voy abrir y te veo agitada con el cabello mojado y un gesto furioso en tu rostro.

— Menuda lluvia insoportable, me agarró desprevenida.

— Mari amor, qué haces aquí.

— Obvio que me he venido a mudarme contigo.

— Pero el pueblo, tus padres, tus estudios...

— Ya calla y besame, o préstame una toalla para secarme el cabello.

— Mejor date una ducha, no quiero que te resfries. Luego hablamos mejor.

— Está bien, pero déjame decirte que estoy emocionada por estudiar en la Academia Aihara.

Esa noche me explicaste que habías dado un examen de ingreso a la Academia y habías quedado en primer puesto, convenciste a tus padres de que te ibas a venir a la ciudad, y que ibas a estar conmigo viviendo.

Aunque me pareció malo al final lo acepte y después de eso empezamos nuestra convivencia, no fue fácil pero lo logramos.

Y hoy viví el peor susto de mi vida, me dió miedo que te fueras y me dejaras sola, ya no sé vivir sin ti.

Ambas sellaron el final de la historia con un beso que se mezclo con lágrimas de ambas.

— Te amo hasta el final — Dice la menor.

— También te amo hasta el final.















HASTA EL FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora