—Él es Park Ji Min. Ji Min —dijo Tae Hyung después del instante en que el niño logró alcanzarlos, era energético y alegre, sus cabellos rubios brillaban a la par que los botones pulcros de su ropa—, este es el amigo sobre el que te comenté. Su nombre es Jeo-… Min Jung Kook.
El niño tenía colgando el estuche de cuero tras la espalda, completamente acostumbrado a llevarlo consigo. Estaban sentados en una de las bancas exteriores, Tae Hyung estaba al medio, Jung Kook guardando un poco de distancia a su lado derecho, y Ji Min casi inclinándose sobre él a su lado izquierdo, tratando de observar la ropa del joven Jung Kook.
—Wow, ¿por qué su traje es tan caro? —exclamó Ji Min sin una pizca de tacto cuando ya no pudo controlarse más—. Usa la misma tela que tiene el maestro para sus presentaciones importantes, pero es domingo y no parece que vaya a trabajar.
Jung Kook sonrió en ese instante.
—¡Ji Min! —Tae Hyung por el contrario, lo reprendió al instante.
—¿Es costoso?, ¿en verdad? —preguntó Jeon con naturalidad—. Lo siento, no soy aficionado de la moda, pero constantemente recibo obsequios de mi hermano mayor. Debería agradecerle más seguido entonces... Si es que es tan costoso, debió tomarse muchas molestias para conseguirlo —exclamó Jung Kook en un esfuerzo por incluir al niño en la conversación de una manera en la que no sintiera que le hablaba como a un bebé.
—¡Lo es! Y mucho. Jacques Doucet es el creador de los trajes más costosos y refinados del mundo! Lo sé porque lo leí en los periódicos —dijo el niño con orgullo—, no quiero ser presumido, pero aprendí a leer muy rápidamente a temprana edad, y me he leído todos los libros en la estantería de Madame. —Ji Min arrugó la nariz con entusiasmo, sacando una suave sonrisa en ambos adultos. Lo cierto es que sí estaba presumiendo, pero eso era porque le gustaba dar razones a su maestro para sentirse orgulloso ante las demás personas (eso y porque en verdad le gustaba mucho el tema de la costura)—. ¡Oh, y estos adornos de piel definitivamente son trabajo de Jeanne Paquín!; En el último desfile que hizo en Londres, hubo música en vivo.
—¡Sí! —contestó Jeon con una gran sonrisa que Tae Hyung se vio incapaz de ignorar. Pues era diferente a las que le había visto, esta era grande y eufórica. Sus ojos brillaban de entusiasmo y parecía que daba saltitos en su asiento de la alegría—. ¡El desfile fue fantástico! Interpretaron varias de sus piezas también, Sir Kim. Estuve allí por supuesto, por la música —exclamó Jeon con una sonrisa apenada pero alegre.
—No sabía que te interesaba la moda, Minnie —dijo Tae Hyung, intrigado por las aficiones de su pupilo (aficiones de las que no se había tomado el tiempo de averiguar) y también abrumado por el brillo en la mirada de Jeon que se estaba esforzando en no mirar demasiado, porque de alguna manera lo hacía sentir... Nervioso, y avergonzado.
Park asintió con las mejillas sonrosadas, pero sin despegar la mirada de los botones en el traje del joven Jeon.—Me gustaría diseñar un traje para usted algún día, maestro —Las mejillas del niño se tintaron de rosa. Era suave, pero se podía notar gracias a sus pieles pálidas y la cándida luz de aquel día tan despejado y agradable—. Cuando termine mis estudios básicos en América, aprenderé mucho para ser un gran diseñador. Madame dice que si me esfuerzo, podré estudiar en una buena escuela sin tener que alejarme demasiado de mis deberes.
Quizá había desarrollado un gusto por la moda, gracias a las telas que siempre entraban y salían de la casa de Lord Manoban, en donde había pasado casi seis meses tras el incidente en Queenston... En esos días en los que fue obligado a estar lejos de su maestro, en la soledad de su habitación y con las tragedias de saber a sus padres muertos, las telas fueron lo único que le hicieron sentir que no todo estaba perdido. Ahora se sentía un niño amado y afortunado, de tener a esos tres adultos que lo cuidaban con tanta diligencia (pues incluso los regaños de Madame y Seok Jin los veía como muestras de amor); ya que sabía de niños con suertes peores. ¿Qué habría pasado si lo hubiesen sacado de aquella casa?, ¿si lo hubieran abandonado, pues no tenían responsabilidad alguna hacia él? No. Ji Min estaba convencido en que su deber en el mundo, era rendir honor a los adultos que lo habían amado cuando se quedó completamente solo. ¿Y cómo enojarse cuando le pedían cuidar del violín o de su mismo maestro?
—¿Y por qué mi preciado Ji Minnie no me había dicho que quería ser diseñador, eh? —la ofensa falsa en el rostro de Sir Kim le supo enternecedora a Jung Kook. Y vio en su rostro, por primera vez... Una sonrisa genuina. Tan brillante que sentía a la naturaleza sonar a su causa. Las gaviotas, las olas, las vaporeras, todo parecía girar en torno a la alegría que Sir Kim estaba demostrando en este momento a su pupilo. Kim Tae Hyung no estaba vacío como tanto quería hacerse pensar a sí mismo.
Y Jeon deseó en silencio que ese momento durara por el resto de la eternidad.
—Pequeño Park, Sir Kim... —dijo Jung Kook con falsa etiqueta, acomodando su traje al ponerse de pie—. ¿Serían tan amables de permitirme invitarles a almorzar? —Y ambos asintieron en afirmativa. Tae Hyung en una reverencia silenciosa y Ji Min entre saltos eufóricos—. Entonces por favor, amables caballeros, síganme.
24032022 | Love, Sam 🌷
ESTÁS LEYENDO
The Violin Sound 金 TaeKook
FanficㅤㅤSiglo XX, Southampton, Reino Unido. «Te he escuchado tocar bajo el velo de las estrellas... las notas de tu violín me susurran que tu alma está un poco rota...» En medio de un mar en tormenta, Kim Tae Hyung no puede hacer más que aferrarse al son...