III. Ventisca Salada

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    —¿Cómo es posible que cada vez que te miro eres más apuesto que la vez anterior?

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    —¿Cómo es posible que cada vez que te miro eres más apuesto que la vez anterior?

    Madame Manoban se paseaba por el camarote entre pasitos inquietos, contenta por fastidiar al muchacho. Seok Jin enrojeció ante el halago, pero logró mantener la mirada muy seria y los ojos no tan brillantes como ella de seguro esperaba. Se quedó allí, disfrutando su travesura, mientras lo miraba como a un platillo que se quería devorar en tan solo un par de bocados.

    —Le agradezco la amabilidad, Madame —Seok Jin le respondió con paciencia, mientras le indicaba el camino hacia el centro de la pequeña recepción del camarote. Ella no dijo mucho más, saludar o siquiera nombrar los "buenos días", no eran parte de su costumbre, por el contrario, tomó las franelas de su falda y las levantó ligeramente para caminar sin tropezar, casi ignorando las indicaciones del hombre.

    —¿Cómo está, Seok Jin? —pregunta con la esperanza derritiéndose en el aire. De pronto la mirada se le perdió en el estuche que reposaba en la cama y de inmediato la preocupación llegó desde sus pestañas hasta la comisura de sus labios.

    No esperó a que la invitaran a sentarse, si no que se encaminó a un asiento y comenzó a abanicarse como si la vida se le fuera en ello. Acomodó su corbatín, a la par de su largo cabello castaño y le miró fijamente.Escuchó a Seok Jin bufar muy bajito, entonces sospechó que la situación era un poco más complicada que un problema de cabello.

    —Cada vez más irritable —responde el hombre con una resignación forzada—, debo luchar para que coma con frecuencia, y sigue quedándose hasta tarde componiendo. Parece que suspirara más de lo que respira...

    —¿Y qué es lo que compone? —pregunta Madame Manoban con intriga, mientras deja de abanicarse para poner su total atención en el caballero.

    —Conciertos, a dos violines, un par de solos de vez en cuando. Depende de su humor —Seok Jin busca a tientas el asiento a sus espaldas y deja caer su cuerpo de lo exhausto que está—. Eso sí, me temo que cada uno suena más deprimente que el anterior.

    —Tan desconsiderado... —se quejó la mujer con severidad—.Debí llevarlo conmigo a Tailandia cuando me fui, quizá ya habría superad... —Reprendió sus propias palabras, apenada con el hombre que tenía al frente. Él la miró, comprendiendo totalmente sus emociones, solo entonces fue que se animó a continuar—: Bueno... eso; Siempre pensé que los hombres jóvenes eran fuertes, pero este muchacho parece que se desintegra con el aire. ¡Ni siquiera Lalisa me da tantos problemas en casa!

    —La señorita Lalisa no le da problemas, Madame, porque tiene una institutriz que cuida de ella las veinticuatro horas del día. Yo soy solo un hombre. Y Tae Hy... Quiero decir, el maestro, insiste en comportarse tan caprichosamente como un niño, —"como siempre", quiso agregar. Sin embargo, se reprendió al ver el rostro de desaprobación en la mujer mayor. Las confianzas no eran algo que le gustaran a Madame Manoban, ella era confianzuda, pero detestaba que los demás lo fueran con las personas que amaba. No que viera al representante como alguien de menor estatus, sino porque había sido el mismo Seok Jin quien había elegido su camino al seguir a aquel muchacho—: Lo perdemos, Madame, cada vez lo miro más distante, más aterrado. Y lo que anda diciendo la gente no ayuda en nada.

The Violin Sound 金 TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora