𝐌𝐀𝐅𝐈𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐓𝐑𝐄́𝐁𝐎𝐋

Capítulo 7

La Familia Brando.....

Yami

El sabor de sus fluidos, poder acariciar cada una de las partes de su cuerpo a mi antojo y sentir mi miembro en su entrada.

Los gemidos que se empiezan a escuchar en la habitación más sus jadeos cargados de placer y morbo, más poder besar todo lo que quiera....

Sus ojos azules como el cielo, su piel blanca, su figura y todo de ella, que sienta mi tamaño completamente y hasta el fondo.

—¡Yami!

El llamado me saca de mis pensamientos perversos y veo a Alfredo viéndome enojado, me acomodo la erección sin que se de cuenta.

—¿Escuchaste lo que dije?.

—Si.

—¿Y que dije?.

—Dijiste que habían hecho una nueva mezcla para una nueva droga y que habían hecho cambios en mi armamento ruso.

—¡Eso lo dije hace 30 minutos! Me rindo!

Se deja caer en el sillón frente a mí y el papel que sostenía en sus manos queda tirado en el piso.

—Despues lo discutimos, no seas dramático.

—No soy dramático, desgraciado, me habías dicho que para hoy mismo querías todo esto.

—Ya.

—¿En dónde andás? ¿Que? ¿Estás pensando en una mujer?

No respondo y enciendo un cigarrillo.

—Ya se, en Ivanna.

Niego

—¿En Antonella?

Vuelvo a negar.

—¿Y entonces en quién?

—En una italiana —digo mientras libero el humo.—

Se queda en silencio y piensa durante un momento para volver a enfocarse en mí.

—¿Que buscas con Mikaela Brando?.

—Jugar.

—¿Jugar? ¿Es enserio? ¿Jugarás con ella?.

—¿Qué? A ella también le gusta. De todos modos le hice "la propuesta".

—¿"La propuesta"?.

—Si, "la propuesta".

—Oh, ya entendí "la propuesta", ¿ Y que te ha dicho?.

—Nada, ha pasado una semana y ya tengo ganas de tener sexo.

—Tienes a una rusa y una francesa ¿Que más quieres?

—Quiero más, quiero a Mikaela entre mis sábanas.

—Ja, y quién lo diría tú haciendo "la propuesta indecente" Siempre te buscan.

—De vez en cuando uno debe de darse la tarea de buscar cuando está en las condiciones de poder hacerlo.

Los toques a la puerta hace que detengamos la conversación.

—¿Esperabas a alguien?

—No.

Alfredo se levanta y ve por la mirilla de la puerta.

—Es Antonella ¿La dejo pasar?.

—Si, nos dejas a solas.

Alfredo abre la puerta y se retira, mientras que Antonella entra, impecable y elegante como siempre, se quita los lentes oscuros y queda frente a mi escritorio.