Nacimiento

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Ulquiorra condujo tan rápido como pudo, aunque eso significaba que realmente iba apenas debajo del límite. Por el espejo retrovisor miraba a Orihime en el asiento de atrás, recostada quejándose por el dolor, luchando por dar a luz. El viaje al hospital ha donde tenían que ir era algo retirado. Pará el caballero se hizo eterno el traslado de poco más de 30 minutos, para la dama fue solo un instante, era tal el dolor que ni siquiera notó cuánto había pasado. Se bajó rápidamente el de pálida piel que especialmente ese día estaba más blanco que nunca antes.

- Por favor. Alguien que me ayude. Mi mujer está embarazada y está sangrando... - dijo el caballero entrando a urgencias

Un par de doctores se acercaron.

- ¡Traigan una camilla de inmediato! ¡Mantas térmicas! - exclamó el de bata

- Vamos señor... - dijo el médico

- Ulquiorra Ciffer... ya teníamos cita... pero... - dijo el cada vez asustado director

Al llegar al auto y abrir la puerta se encontraron con una ingrata sorpresa, ya estaba coronando y la cabeza del bebé empezó a verse. Pará el ojiverde fue una fuerte impresión, nunca había visto un nacimiento, lo que realmente le impacto era esa maravilla de algo tan poco valorado, cómo el sexo tiene como resultado la vida de otro nuevo ser. Sabía que eso pasaba pero verlo en su esplendor era distinto.

- Ya es imposible detener el parto... ¿cuántos meses tiene? - preguntó uno de los doctores

- 7... - apenas contestó el aturdido hombre

- ¡Ya nació! - exclamó el de bata

Entonces llegó un grupo de enfermeros con la camilla y cobijas. Subieron a la pelirroja, en una extraña película plateada colocaron al pequeño.

- ¿¡Qué paso!? ¿¡Y mi bebé!? ¿¡Mi mujer!? - preguntó el de diseño

- Espere en sala por favor, por ahora haga el ingreso de su esposa en recepción... - comentó una enfermera

El pelinegro estaba agobiado por lo que estaba pasando, respiró hondo,  cerró el coche temblando. Pensaba mil cosas y cien más le causaban pánico. Su lucidez era escasa por lo que le fue algo difícil dar los datos del seguro médico de Inoue. Una vez terminó el registro se sentó en la sala. Ver a los pacientes y enfermos ir de aquí para allá solo lo frustraba. Estresado por no saber sobre su bebé y su secretaria, los minutos se convertían en horas en su cabeza. Comenzó a caminar de un lado al otro sin saber que hacer además de esperar, entonces se acercó una enfermera.

- Señor, ¿es usted el dueño de un espada 4? - preguntó la de blanco

- Así es... - dijo nervioso el caballero

- Nos podría ayudar a moverlo al estacionamiento... - dijo la mujer

- Por supuesto... - dijo el hombre

- Lo lamento. Pero estorba la entrada de las ambulancias... - explicó la uniformada

Ulquiorra respiró hondo, fue a buscar su auto. Aún estaba tan nervioso que seguía temblando, acomodó su cabello. Llevó el vehículo al aparcamiento, tomó la bolsa con las cosas para el bebé. Necesitaba calmarse así que de la guantera sacó una cajetilla y un encendedor. No lejos de la entrada se quedó a fumar, estaba tan angustiado que apenas podía sostener el tabaco. Un doctor, el mismo que había atendido primeramente a la pelirroja salió de urgencias y fue a donde el ojiverde se ubicaba.

- ¿Tiene uno para mí señor Ulquiorra? - preguntó el de blanco

- Claro doctor... - comentó el alterado director

El asesino del barrio Esmeralda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora