13. Existir

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Kanon había aparecido justo en Cabo Sunion. El lugar dónde un día muy lejano creyó conocer su perdición. El lugar que finalmente, tras la prisión de sus divinos barrotes y la eterna amenaza de un verdugo con sabor a sal, le ofreció algo parecido a la liberación

La luz del día se estaba fundiendo lentamente y la brisa marina que soplaba era sumamente reparadora. Tomó asiento en la parte más alta del acantilado, dejándose acariciar por el viento que arrastraba consigo pequeñas partículas de agua salada. Las olas rompían contra el acantilado siguiendo un compás casi perfecto. La marea estaba alta, hecho que le hizo pensar en su prisión, esculpida varios metros por debajo de su posición. Seguramente el mar inundaba casi por completo la jaula con paredes de rocas. Y pensó en los días que se hallaba ahí encerrado, esperando una visita que se arrepintiera de haberlo castigado de esa manera. Esperando unas disculpas, una conversación...esperando algo que nunca llegó.

Kanon estaba completamente sumido en sus recuerdos cuando reparó en la presencia que se encontraba a sus espaldas, maldiciendo en silencio la inesperada intromisión en un momento de urgente reflexión, pero antes que pudiera articular palabra, una voz femenina habló.

- Has regresado...- Dijo la voz enlatada por la máscara que cubría el rostro de la guerrera.

- Marin...- Respondió Kanon con cierta sorpresa, descubriendo la esbelta figura que estaba de pie a su lado.

- Kiki dijo que te habías ido por un tiempo y que no querías que te buscáramos,- continuó ella, con la mirada fija hacia el horizonte - pero yo sentí tu cosmos no muy lejos de aquí. Y el de Ikki también. Os visteis, ¿no? - Al pronunciar estas palabras su cubierto rostro enfocó la mirada de Kanon.

- Así es - Respondió Kanon observando la máscara que cubría las facciones de Marin, notando como esa imagen le provocaba un intenso malestar en la boca del estómago - Pero no te quedes ahí de pie, siéntate si quieres...- dijo intentando disimular el disgusto que le producía la visión de su máscara.

Marin tomó asiento a su lado, aunque manteniendo una cierta distancia. Ella continuó hablando pausadamente, contándole cómo habían evolucionado las cosas en el Santuario, informándole que ya casi todo estaba reconstruido, que todos los caballeros habían participado enérgicamente en las tareas sin apenas descanso... Pero Kanon no escuchaba. Sólo tenía la mirada fija sobre el frío metal que distorsionaba su voz. Y no pudo resistirlo más.

- Marin...quítate la máscara...

- ¡¿Cómo?! - Respondió ella, totalmente sorprendida por tal petición - ¡Sabes que es un grave insulto que una guerrera muestre su rostro! - Prosiguió airada.

- El único insulto que hay es tener que esconder el rostro detrás de un pedazo de metal.- Respondió Kanon con una tristeza infinita impregnando su voz.

Marin no sabía qué hacer. Nunca había desobedecido el decreto de ocultar su identidad bajo la máscara, y aunque ese hecho le disgustara sobremanera, nunca lo había cuestionado. Alzó sus dedos y con ellos rozó el metal que ocultaba su belleza, pero no se atrevía a separarse de esa protección que había lucido desde que se convirtió en guerrea de Athena.

- No puedo...Éso no está permitido...las leyes...

- ¡Olvídate de las leyes, Marin! - Le cortó Kanon, desesperándose un poco ante la indecisión que mostraba.- No va a pasar nada, nadie va a obligarte a matarme, y tampoco te tendrás que enamorar de mí porqué te haya visto. Todo esto son idioteces infundadas. Y humillantes para los guerreros de noble corazón.

Marin no dijo nada más y por fin, después de un par de profundos y necesarios suspiros, separó lentamente la máscara de su bello rostro. Un leve rubor había teñido sus mejillas, y no se atrevía a mirar a Kanon, el cual se sintió aliviado al ver ese pedazo de metal separado de sus suaves facciones. Marin cerró los ojos, inspiró hondo otra vez y se dejó embriagar por la brisa que les acariciaba a ambos.

La Recompensa de la RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora