La muerte del padre de Acacia había sido la única cosa que había borrado la alegre y radiante sonrisa de su mejor amiga, esa misma sonrisa que de vez en cuando le hacía cuestionarse el por qué él no podía sonreír de esa manera siendo que tenía a sus dos padres, contaba con amor de sobra y no le faltaba nada entre comillas. Realmente no lo entiende, pero ahora veía que su amiga no era inquebrantable y que existían esas clases de golpes que te marcan al punto de eliminar tu sonrisa más brillante.
No sabe exactamente lo que está pensando, solo recuerda estar en su habitación en la casa de Dunkeld rompiendo nuevamente su sobriedad ya que luego de hurgar entre las cosas de su padre encontró algo de éxtasis y metanfetaminas. Se veía así mismo en tercera persona, o creía que esa persona que miraba fijamente a sus manos sobre su cama era él y por eso no lo había echado a patadas de su cuarto como habría ocurrido con cualquier desconocido, pero estaba seguro de que reconocía ese cabello rubio mal lavado y ese suéter tejido a mano.
Cerró fuertemente los ojos, deseando estar en cualquier otra parte, pero no allí. El hormigueo no tardó en llegar, de pronto, al abrir los ojos se encontró con miles de insectos recorriendo su habitación, sus cosas y a él; siempre le habían aterrado los bichitos, tenía traumas de pequeño con ellos desde que casi fue picado por una araña de rincón, era una suerte de que no hubiese conocido a Aragog como su primo Ron que también tenía ciertos problemas con los arácnidos.
Estaba un poco jodido, bueno, demasiado. Ni siquiera recordaba qué día era exactamente o cuánto faltaba para saber si durante esos meses su esfuerzo y su poca sobriedad había válido la pena, pero allí estaba, tratando de sobrevivir en medio de alucinaciones a causa del éxtasis que le había robado a su padre en un arrebato de tristeza y rabia por no poder hacer nada por Acacia.
── ¿Deamon? ── ese era Christopher. Había golpeado antes de llamar a la puerta, pero al no obtener respuestas, decidió abrir sin importar que su hermano mayor le lanzara un zapato por invadir su privacidad ──... ¡Por el amor a Demsley! ¿Por qué tu habitación luce tan limpia salvo por tu cama? ¿Estuviste estresado?
── ¿Por qué te ves tan pequeño? ── inquirió el mayor estirando sus brazos y sus dedos con la intención de tocarlo, pero estaba demasiado lejos como para eso. Las alucinaciones todavía seguían y no sabía cómo detenerlas ── ¿Qué son esas cosas en tu cara?
Fue ahí que el menor se dio cuenta que su hermano estaba más drogado que su padre en treinta y tres años, pero su madre no estaba en la casa, y pedirle ayuda a Devon no servía de mucho cuando estaba haciéndose cargo de sus dos hermanas menores que comenzaban a demostrar su magia de a poco. Eran explosivas, pero comenzaban a entender lo que sus padres les decían y trataban de hacer caso, aunque su curiosidad las llamaba como cualquier bebé de once meses.
── Te drogaste ── no era una pregunta, más bien, era una confirmación un tanto acusatoria ──. Deamon, realmente estoy muy decepcionado de ti, pero más de mí por no poder evitar que cayeras en esto cuando éramos unos niños. Vas para los dieciséis, no eres alguien pequeño y...
── ¿Puedes callarte? Me duele la cabeza y ver cómo aumentas y disminuyes de tamaño cada que hablas me marea ── quizás ya comenzaban a disipar los efectos de los alucinógenos, pero eso no quitaba que los daños colaterales jamás se irían, no sin ayuda profesional ──. Además, tu estúpida aprobación no significa nada para mí.
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La cabeza le dolía horrores, pero ni con eso podía recordar las cosas que había hecho entre la tarde y la noche del día anterior, su madre había vuelto a salir dejándolos a ellos al cuidado de Devon que había estado sorpresivamente, sobrio desde hace cinco días. Tal vez se debía a las gemelas o a una especie de fuerza de voluntad que ninguno sabía que tenía, pero estaba desempeñando un papel de padre responsable de la mejor manera posible. Deamon estaba orgulloso de él, pero no se podía decir lo mismo de sí mismo.
Quería disculparse con su hermano, aunque su yo drogado no había mentido, estaba seguro de que su cruel honestidad había lastimado los sentimientos de Christopher. Sí, lo sentía, pero sus palabras eran sinceras, la aprobación de su hermano era irrelevante para él porque Chris no era Alina. Solo le interesaba la validación de su madre.
── ¿Estabas drogado? ── preguntó Devon. No era un reproche, más bien era mera curiosidad ──. Tu hermano dijo que estabas intoxicado, creí que era una sobredosis hasta que explicó que actuabas como un idiota con miopía.
Deamon: Potter tiene miopía.
Devon: Sí, es un idiota que me cae bien.
── Estaba intoxicado, sí, pero fueron solo alucinaciones, nada completamente grave ── pero él ignoraba que así comenzaba todo, con pequeños delirios y desvaríos.
── Uhm, si tú dices que no lo es ¿Quién soy yo para corregirte? Así comenzamos todos, luego empiezan los episodios psicóticos y si consumes lo suficiente, probablemente te mueras en medio de una sobredosis.
── ¿Por qué ustedes dos se lo toman tan a la ligera? ── saltó Christopher.
Ninguno lo vio sentado en el sillón de color mostaza. La casa de los Hills no era tan diferente a la oficina magenta de Devon, las paredes eran del mismo color, a excepción de las habitaciones de los dos hijos mayores que estaban tapizadas conforme a sus gustos. En las murallas se encontraban cuadros abstractos de distintos tipos, todos hechos por Alina, en su mayoría replicas de artistas destacados como Vasili Kandinski.
── Cualquiera toma sus problemas como chistes y los convierte en algo insignificante para sobrellevarlos, deberías intentarlo.
── Ustedes son mi problema ── escupió el menor.
Deamon, menos drogado que el día anterior y algo más lúcido, miró de reojo a su padre que no reaccionó ante las palabras de Christopher.
── Discúlpate ── exigió el rubio ──. Te estoy hablando Christopher, discúlpate ahora mismo con nuestro padre si no quieres que me ponga más irritante que cuando estoy drogado hasta los pies.
── No voy a disculparme por decir la verdad.
── ¡Christopher, pídele perdón a nuestro padre! ── gritó Deamon, asustando no solo a sus hermanas pequeñas que se sobresaltaron en sus cunas junto al sofá, sino que también al mismo chico que tenía delante.
── Lo siento ── susurró.
── ¿Qué dijiste? Dilo más fuerte para que los dos te oigamos ── el menor miró suplicante a su hermano, el ambiente era más denso, quizás porque la esencia mágica de Deamon estaba aumentando debido a su enojo.
── ¡Lo siento, no debí decir eso!
── Bien, espero que aprendas que por más que no seamos lo que esperabas, veas el esfuerzo que nuestros padres han puesto en criarnos a pesar de todo. Papá podrá ser un drogadicto, pero siempre te ha dado todo en bandeja de plata, al igual que mamá. Nos han dado lo que no tuvieron de pequeños, dinero y amor ¿Y es así cómo les pagas? ¿Diciendo que somos un maldito problema? Veo que al final no soy yo de quién tendrías que estar decepcionado.
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