Mi mejor amiga Mía tenía razón, en Cataluña sólo hay tíos buenos, en el centro comercial crucé miradas con un rubio oscuro alto, ojos azules, con un pendiente una camiseta rockera y encima una camisa roja de cuadros. Creo que sólo por volver a verle empezaré a ir más seguido al centro comercial.
Salí del centro comercial y me dirigí a una catedral que había cerca, no soy para nada religioso pero había visto fotos y era preciosa, si en fotos me pareció preciosa tenía que verlo con mis propios ojos.
Estaba pasando por un callejón cuando vi una pequeño local de música, en Madrid tocaba el violín en un lugar muy parecido, así que me ganó la curiosidad y entré.
Era un lugar oscuro y vacío, en la barra vi a un camarero sacando brillo a las copas y vasos, me acerqué a él y le pregunté qué a qué hora tocaban.
—Eres nuevo por aquí verdad?— me pregunta.
—Sí.
—Pues te voy a contar una pequeña historia, siéntate— me dice mientras me señala una silla —bueno empecemos, hace dos años aproximadamente este lugar era conocido por toda Cataluña, era el lugar preferido de los turistas, el local se llenaba tanto que incluso teníamos que poner límite de personas, la gente disfrutaba mucho con la banda que tocaba, cada noche una persona o grupo diferente tocaba, pero entonces se compró el local de al lado, tenía todos los puntos a favor, estaba en plena calle transitada, era más grande y tocaba gente conocida, la gente al enterarse de esto dejó de venir poco a poco, y ahora el dueño está pensando en vender el local, no hay dinero para cubrir los gastos.
—Joder, vaya mierda— respondo al no saber que decir.
—Toma invita la casa— me dice tendiéndome una Coca-Cola.
—Y si alguien toca, volvería a revivir el local?
—En el hipotético caso de que fuera así, tendría que ser en menos de una semana.
—Por qué?
—Porque en una semana vendrá el jefe y cerrará él mismo el local.
—Vale, no se preocupe, conseguiré que este local no cierre.
—Si lo consigues, no sé como podría agradecértelo.
—Con un vale para una comida gratis?
—Que sean 5— dice mientras se ríe.
Me terminé mi Coca-Cola y cogí mis cosas, cuando estaba a punto de irme cuando recordé que no me sabía su nombre así que di media vuelta y le pregunté.
—Por cierto, como se llama?
—Miguel, Miguel Ángel Pérez.
—Yo Leo, Leonardo Fiore.
—Eres italiano?
—Yo no, mi padre sí— digo sonriendo mientras salgo del local.
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No me gustan las etiquetas
RomanceUna historia de amor, amistad y filosofía. A lo largo de la historia se podrá percibir tensión, miedo, tristeza, amor, alegría entre otros