A las seis de la tarde del día siguiente, Craig se levantó de la cama para vaciar la vejiga y lavarse los dientes. Su cuerpo se movía en piloto automático mientras hacía su rutina matutina, a pesar de la hora que era. Se vistió, se peinó el pelo, y luego se dirigió a la cocina a por una taza de café que necesitaba para despertarse en condiciones.
— Mierda, se me ha olvidado. — gimió cuando vio la cafetera rota en la encimera de la cocina.
La molestia se apoderó de él y se sintió terriblemente malhumorado por haber dormido trece horas seguidas. Si no podía tomar su café, más le valía ir al cuartel general y ponerse a trabajar. El período de descanso requerido se había completado.
Se puso los guantes y se ató las botas, sin muchas ganas de abandonar el calor de su casa para salir al exterior.
Como era de esperar, en el exterior del edificio hacía un frío glacial. El viento se había levantado durante la noche y trataba de empujarle hacia atrás mientras se esforzaba. Apretó los labios con rabia y se metió las manos en los bolsillos.
Veinte agotadores minutos después, Craig se encontró en la puerta del cuartel general, y no dudó en entrar y ponerse a salvo. La mujer del mostrador era la misma de ayer, y se dio cuenta de que parecía estar intentando no reírse cuando lo vio.
— El tiempo está bastante hostil, ¿no le parece? — le preguntó ella con dulzura y se colocó un mechón suelto detrás de la oreja con una sonrisa divertida.
Si Craig no fuera tan torpe a la hora de hablar con los demás, podría haberla regañado por reírse a su costa. En cambio, asintió y se mordió el interior de la mejilla. La rabia ya se le estaba yendo para ser sustituido por el nerviosismo habitual que sentía ante otros humanos.
— El señor Fields ha solicitado su presencia.
— Lo sé.
Se marchó antes de que ella pudiera a obligarle a mantener una conversación y pasó una mano por el pelo en un intento de domarlo, pero el daño causado por el viento no podía arreglarse sin un peine. Un par de compañeros de trabajo le miraron fijamente cuando se acercó a ellos, pero él los ignoró y subió los cinco tramos de escalera hasta el último piso, evitando el ascensor a propósito.
La última planta estaba reservada a los exorcistas de rango A y a los dos líderes de la Organización, Christophe DeLorne y Gregory Fields. El propio Craig sólo era rango B, pero conocía esa planta a la perfección debido a numerosas misiones que había tenido en los últimos dos años. Sabía que ninguno de los otros exorcistas trabajaba tan a menudo como él, pero la razón era también muy obvia.
Mientras que sus compañeros eran capaces de ver y, a veces, rastrear fantasmas, Craig los atraía como la luz atrae a las polillas. Los fantasmas se sentían atraídos por él, como habían hecho desde los doce años a causa de un accidente. Pensar en ello le hizo lamerse los labios con nerviosismo, y el hielo de su interior, que nunca se derretía, quería comenzar a deshacerse.
— No pienses en ello. No tiene importancia.
Recorrió el amplio pasillo pasando por varios despachos hasta llegar al más grande de todos: un despacho compartido por los dos líderes, que también funcionaba como una pequeña casa. Golpeó la puerta dos veces con los nudillos y esperó a que lo invitaran a entrar.
— Adelante. — dijo la voz profunda y áspera de Gregory Fields, y Craig cerró la puerta tras de sí al entrar y se inclinó ligeramente ante el hombre que estaba detrás del escritorio.
Gregory parecía estar ocupado con el papeleo, a juzgar por la pila de papeles que tenía en la mesa. Ni rastro de Christophe.
Su rostro fuerte y con perilla observaba a Craig con una mirada afilada que no dejaba de hacerle sentir inmovilizado.
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Persiguiendo A Kenny (Crenny)
Hayran KurguCraig Tucker es un exorcista de profesión, y un antisocial por naturaleza. Cuando acepta su último trabajo, deberá unir fuerzas con Kenneth McCormick, un fantasma ingenioso y sarcástico al que no le faltan recursos.