Capítulo 5

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— ¿Qué coño es eso?

Craig levantó la cabeza y miró a Kenny, que flotaba bajo el techo con una mirada escéptica. Le tendió la mochila que llevaba al hombro.

— Es una mochila, ¿no lo ves? — dijo secamente e ignoró la mirada molesta que le lanzó el fantasma.

Cuando la dejó junto al sofá, Kenny la levantó del suelo y abrió la cremallera. Las cosas que había dentro repiquetearon contra el suelo mientras él procedía a darle la vuelta y a vaciarla.

— ¿Pero qué...? — murmuró Kenny, y se llevó el cepillo de dientes a la cara, inspeccionándolo de cerca, como si esperara a que cobrara vida.

Craig alargó la mano, se lo quitó y lo volvió a meter en la mochila.

— Esas son mis pertenencias personales, Kenny. — advirtió, aunque el fantasma no pareció entenderlo en absoluto, a juzgar por los calzoncillos que el susodicho se puso en la cabeza. — No las he traído para que juegues con ellas, que lo sepas.

El comportamiento de Kenny le hacía sentirse más cansado de lo habitual, pero sabía que el fantasma no dejaría de molestarle sólo porque él se lo dijera. Lentamente recogió las pertenencias que Kenny había esparcido por el suelo del salón, y todo el tiempo sintió que aquel ojo azul le observaba.

— ¿Para qué sirven, eh?

Craig se mantuvo muy quieto cuando Kenny bajó a su altura y acercó la cara para ver el interior de la mochila. Su pelo blanco rozó la barbilla del de ojos grises y le provocó pequeños escalofríos, a pesar de que no podía sentir físicamente el contacto.

— Estoy seguro de que sabes para qué sirven los cepillos de dientes y los peines. — comentó Craig, preguntándose brevemente si la afición de Kenny por el sarcasmo estaba empezando a contagiarlo a él también.

— ¡Pues claro que sí, atontao! A lo que me refería era que para qué las has traído.

Kenny se irguió como Craig, y sólo ahora se dio cuenta de que el fantasma era más bajo que él por unos cuantos centímetros.

— ¿Planeas hacer una fiesta de pijamas conmigo, pequeño Craig? — arrulló Kenny, pero su tono era burlón y venenoso.

— Ni de coña. Pero no tengo intención de ir de un lado a otro todos los días, así que podría dormir en el sofá hasta que termine mi trabajo aquí.

— Quieres decir, hasta que me hayas exorcizado. — escupió Kenny, obviamente enfadado.

— Efectivamente.

Craig le envió una mirada de advertencia. Nunca se sabía lo que podría rondarle en la cabeza a Kenny cuando estaba cabreado. Le había prometido al fantasma no volver a "encadenarlo", pero esa era una promesa que estaba dispuesto a romper si se trataba de su propia seguridad.

— Es mi sofá. Ni siquiera me has preguntado.

— No era consciente de que tuviera que hacerlo.

Craig levantó una ceja. ¿A qué venía esa repentina necesidad de ser territorial? Kenny no se había quejado antes, cuando usó el baño o se hizo un sándwich en la cocina. Y, sin embargo, ahí estaba, molestándose por algo tan trivial como que el otro durmiera en el sofá durante un par de noches.

— ¿Tienes miedo de que vaya a ensuciar tu apartamento?

Kenny siseó suavemente, casi de forma inaudible, y Craig vio cómo sus hombros se tensaban junto con las manos que se cerraban en puños. Se movió tan rápido que el exorcista lo perdió de vista un segundo, pero era difícil no ver un fantasma que estaba pegando su nariz con la tuya. Extrañamente, se estaba acostumbrando a los movimientos bruscos de Kenny y no saltó siquiera ante aquello, algo que hizo que los labios de Ken se curvaran hacia abajo de forma desagradable. Y esta vez, Craig le devolvió la mirada cuando el ojo azul lo inmovilizó.

Persiguiendo A Kenny (Crenny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora