Capítulo 17

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Sus sueños se tiñeron de blanco y rojo. Aunque dormía profundamente, en algún momento se dio cuenta de que las pesadillas que se desarrollaban ante sus ojos eran sólo eso: sueños. En ellos buscaba las manos que se le escapaban, las manos de personas que le eran preciosas. Clyde, Red, Stan... Todos estaban allí, desconsolados o aterrorizados, con sus rostros congelados en máscaras de emoción. Y Kenny también estaba allí; los párpados se despegaban de los ojos desencajados mientras su boca se abría de par en par sin emitir sonido. Craig vio aparecer heridas en su cuerpo, una tras otra, sin encontrar la voluntad de mover las piernas e ir hacia él. El nombre de Kenny rodó por su lengua.

Soñó con manos alrededor de su garganta, con el brazo de Stan partiéndose con un ruido enfermizo y Red elevándose sobre él mientras le gritaba a la cara. Soñó con la expresión drogada y sonrojada de Clyde mientras descansaba entre sábanas blancas en una cama demasiado grande para él. Sobre todo, soñó con Kenny.

Craig se despertó sobresaltado.

El sudor brillaba en la piel. Sobre él, el techo se extendía como un lienzo en blanco. Casi esperaba que sus sueños estuvieron impresos en él. La enfermedad y el cansancio lo habían agotado físicamente. Cada sonido era sordo. ¿O tal vez no había sonidos? Se esforzó por captar un sonido, un ruido de cualquier tipo. A través de lo que sentía como bolas de algodón metidas en los oídos, oyó un pitido débil y familiar.

¿Dónde estoy? Esto no es... No debería estar en la cama, ¿verdad?

Buscó frenéticamente una respuesta, pero no la encontró. De sus brazos sobresalían unos finos alambres, llenos de un líquido blanco e indistinguible. Agua, le dijo su mente, agua y sal. La usaban en los hospitales.

Abrió la boca para llamar a Clyde. Sólo le salió un ronco graznido.

¿Cuánto tiempo había dormido? ¿Cómo había llegado hasta aquí?

No había nadie cerca para responder a sus preguntas.

Moverse le suponía un gran esfuerzo. Incluso algo tan sencillo como llevarse un brazo a la cara le hacía jadear de cansancio. Tenía toda la mano envuelta en vendas. La levantó y se quedó mirándola un rato. Se dio cuenta de que no estaba bien. ¿Por qué le faltaban tres dedos? Debían de haberle dado medicación para calmar el dolor. No podía pensar, no recordaba qué le había llevado al hospital. Se miró la mano con indiferencia, frunciendo el ceño, y la dejó caer sobre la cama. No sintió que golpeara el colchón. Joder, debía de estar medicado hasta las orejas para no sentir nada.

Intentó hablar de nuevo y formar el nombre de Clyde. Tenía la garganta seca y áspera. Le dolía hablar.

— ¿Clyde?

Intentar incorporarse le robó todas las fuerzas que le quedaban. Volvió a tumbarse, desanimado e inquieto por encontrarse solo en la habitación. Giró la cabeza a la izquierda, luego a la derecha, y estudió su entorno. Para ser una habitación de hospital, parecía vieja... Demasiado vieja para estar en un hospital moderno. El techo era blanco, pero la pintura se había agrietado en las paredes y dejaba dibujos extraños. No había ventanas ni cuadros que animaran la habitación. Le recordaba al dormitorio que le habían dado en casa de su abuela cuando era niño. Podía soportar la inquietante sensación de claustrofobia que se alojaba en su estómago, gracias a aquel dormitorio.

Craig sintió que se le caían los párpados. El pitido de las máquinas junto a la cama le adormecía. Las pesadillas le dejaron en paz. Mucho más tarde, cuando volvió a despertarse, lo hizo con el sonido de la reconfortante voz de Clyde. Se aferró a ella y se obligó a abrir los ojos, a pesar de las ganas que tenía de ignorarlo y seguir durmiendo.

— Hola... — Clyde le sonrió, cálido y suave, tal como Craig lo recordaba.

Su cabeza estaba libre de vendajes ahora, con una fina línea de puntos en su lugar que corría sobre su sien. Le habían afeitado una gran mata de pelo. Si no se hubiera sentido tan fuera de sí, se habría reído del aspecto de Clyde. Sin embargo, el hombre llevaba una bata de hospital con mangas largas, así que aún no le habían dado el alta.

Persiguiendo A Kenny (Crenny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora