Capítulo 3

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Craig Tucker no era persona sin su taza de café matutina.

La cafetera seguía estropeada, por lo que había optado por comprar café en una de las cafeterías cercanas. Tenía un sabor horrible, nada que ver con lo que estaba acostumbrado, y al final acabó tirándolo a la basura sin ni siquiera beberse la mitad. Ya era hora de que comprara otra cafetera y recuperara su alegría mañanera. No era un hombre que necesitara mucho para salir adelante, de ahí su escaso mobiliario, pero el café era vital: café y cigarrillos. 

Lanzó un anillo de humo al aire y lo vio disolverse con desinterés. Tenía los nervios a flor de piel después de la noche anterior: había dado vueltas en la cama toda la noche sin pegar ojo. Fumar le ayudaba a calmarse.

Viejas preocupaciones e incidentes lo habían alcanzado anoche, y no había sido capaz de apartarlos de su mente.

Craig se tocó el pecho con la mano, enfundada con un guante, por encima del corazón, como si pudiera sacar el frío a través de la caja torácica. Le picaba incómodamente y le hacía sentir las manos y los pies como si fueran de hielo. Se imaginó una capa de hielo fino y azul que cubría la superficie de su corazón y el interior de sus pulmones y que le dificultaba respirar. Evidentemente, no había hielo, literalmente: Craig sabía lo que era en realidad.

Sus dedos doblaron el cigarrillo y lo arrojaron al suelo, y aún se crisparon cuando lo apretó con la otra mano. Sujetó la mano temblorosa y esperó recuperar el control sobre ella, pero no ocurrió finalmente.

 — Joder. — maldijo en un susurro y se la puso delante de la cara.

El dolor le cosquilleó en las yemas de los dedos.

Vuélvete a dormir. Por favor.

Apretó los dientes y trató de luchar contra el dolor que se desplazaba por sus dedos hasta la muñeca.

Por favor.

Algo se movió dentro de él, y Craig siseó suavemente con alivio cuando su mano volvió a ser suya. ¿Qué había provocado que se despertara? La última vez que su mano se desquició fue al año pasado, después de un exorcismo especialmente duro que casi lo dejó en coma. Se quitó el guante y observó las pálidas cicatrices que se entrecruzaban en el dorso de la mano.

— ¿Intentas decirme algo? — preguntó, aunque no esperaba respuesta a su cuestión.

Se había vuelto a dormir. Craig frunció el ceño y se metió la mano en el bolsillo: fuera de la vista, fuera de la mente. Pero ésta última ya estaba entrando en una espiral hacia el pasado, recordando el incidente que le produjo esas cicatrices.

Tenía doce años y fue lo suficientemente tonto como para intentar realizar un exorcismo a un espíritu femenino que rondaba la casa de su abuela. El resultado había sido catastrófico. Su abuela había entrado y lo había encontrado en el suelo, agarrándose la mano herida mientras gritaba con la garganta en carne viva. Lo había visto agitarse y sacudirse, pero el espíritu había sido invisible a sus ojos mientras se desgarraba en dos partes. Una parte se había desvanecido en el aire. La otra se había sentido atraída por Craig y se había fundido en su cuerpo, a través de su pecho. Cubrió sus entrañas, se extendió por los tendones, las venas y los órganos, y Craig no dejaba de sentir el aura fría que irradiaba el espíritu.

De vez en cuando, el espíritu despertaba e intentaba reclamar el control de su cuerpo, pero era demasiado débil para obtener el control de más de un solo miembro y, a menudo, elegía la mano cicatrizada porque ya se había establecido una conexión a través de ese miembro cuando realizó el infructuoso exorcismo años atrás.

Bueno, ya era hora de empezar la faena.

Craig volvió a comprobar que su coche estaba cerrado con llave, (hombre precavido vale por dos, ¿no?), y entró en el mismo edificio que había visitado ayer. Esperaba tener más suerte hoy y encontrarse de verdad con el fantasma. Si no, tendría que localizarlo, y eso podría resultar difícil sin la ayuda de Stanley. Le gustaría evitar el contacto con él en particular, si fuera posible, por la sencilla razón de que no se llevaban muy bien.

Persiguiendo A Kenny (Crenny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora