Capítulo Seis: Ella me muestra Alejandría
Alejandro
Me quedé parado allí, en el callejón, apoyándome en la casa, pensando. La bailarina de fuego, Selene, se había ido unas horas antes, ¿o habían sido minutos? El tiempo en Egipto parecía ponerse más y más extraño. No podía evitar sentirme... aturdido. Habían sido minutos. Helios apenas se había movido a través del cielo.
—Santa Venus —me susurré a mí mismo.
¿Qué acababa de pasar? Yo me disponía a explorar la ciudad, cuando de repente, esa extraña gata -Nofre-Ari, la había llamado Selene- había aparecido, y de pronto una chica había caído sobre la tierra. Lo más extraño parecía ser que ambas estaban empapadas, lo que me hacía preguntarme qué les había pasado. Ella se puso de pie y... era muy hermosa. De inmediato reconocí a la bailarina del banquete, pero se veía más bonita de cerca. Hoy su largo cabello caía sobre sus hombros y sus ojos oscuros parecían aún más sorprendentemente profundos. Me dejó asombrado... Por qué, no lo sé, pero me dejo asombrado.
Y el extraño hombre con ella. Era alto y sólo usaba el tradicional kilt egipcio y unas sandalias. Era también robusto, ciertamente no alguien con quién me gustaría encontrarme en el coliseo. Intimidante. Podía sentir una especie de hostilidad; pero no podía entender sus palabras. Me preguntaba si había algo entre ellos. ¿Y si estaban casados? No me sorprendería.
Pateé polvo ante el pensamiento y sentí mi cuello arder. Respiré profundamente y pasé mis dedos por mi cabello. Era hora de ir explorar la ciudad y olvidar lo que había pasado. Yo no podía asociarme con Selene y lo sabía.
Miré por el callejón y comencé mi camino, lentamente al principio, pero después cogí el ritmo., Estaba ansioso por ver Egipto, para ser honesto. Quería ver los edificios de cerca, los templos, la gente, y la comida... Cuando me di cuenta estaba corriendo. Luego llegó hasta mí el ruido: el callejón se abría hacia una calle muy transitada. Reduje mi ritmo de nuevo y perdí la mente vagando por las calles de Egipto.
Los egipcios se percataron en mí al instante, no me parecía en nada ellos. Sin embargo, el olor de las especias y comida exótica me llevaron a través de la multitud. Me di cuenta de que no estaba particularmente hambriento, pero llegué a un mercado en el que los olores eran más fuertes. Había muchas especias a la venta, junto con muchas telas diferentes y sedas importadas de Asia. Zigzagueé a través del mercado y me encontré en el otro lado de la calle. Pasé casas, una posada, un restaurante, y muchas otras tiendas. Decidí no detenerme a mirar, ya que no sabía cuándo Antonio me quería de regreso.
Dejé de ir recto y di una vuelta, luego otra, y luego otra, hasta que me encontré bajo la sombra de un gran edificio. Escalones de mármol conducían a una sala al aire libre sostenida por enormes columnas pintadas con escenas representando a personas extrañas ¿o eran dioses? Uno tenía cabeza de chacal, y recordé haber aprendido que ese era Anubis, dios de la momificación. Supuse que casi todos eran dioses. Subí las escaleras y me paré afuera del templo. Parecía que había tres templos en uno, pero para mi vida que no podía nombrarlos. Yo conocía sobre matemáticas, astronomía, arte, la historia de Roma, pero no conocía sobre Egipto. Necesitaba a alguien que me guiara.
-¡Oh, Alejandro! -Oí una voz detrás de mí.
Me di la vuelta y Antonio estaba en la parte inferior de la escalera, mirándome y sonriendo.
-Veo que saliste a disfrutar de Egipto, como yo.
Sonreí, bajé las escaleras y saludé a Antonio.
-Buenas tardes,-saludé, e hice una reverencia con la cabeza.
Antonio levantó mi barbilla y sonrió.
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La Casa Del Sol Naciente
Fiction HistoriqueSelene Arsinoe está viviendo en la época más inestable en la historia de Egipto. Su Reina, Cleopatra, está teniendo una aventura amorosa con el dictador romano Julio César. Tanto romanos como egipcios desaprueban el amorío. Los habitantes de ambas n...