Capítulo Uno: Yo, La Bailarina De Fuego
Selene
-¡Selene Arsinoe!
Mis ojos se abrieron de golpe y sentí la adrenalina recorrer mi cuerpo mientras brincaba de la cama y corría hacia la cocina. El piso de yeso duro se sentía frío bajo mis pies, a pesar del clima cálido que parecía plagar Egipto durante la mayor parte el año. Tuve cuidado de no tropezar con las columnas de alabastro, las pocas que teníamos, mientras llegaba a la sala principal.
-¡Selene!
Chequeé mi pulso mientras buscaba con la mirada a la persona que había estado llamando mi nombre. Ra aún no había iluminado mi casa, así que era un poco difícil ver, pero pude distinguir a un anciano frágil , arrellanado en un asiento y vestido con una sotana color gris oscuro .
-Buenos días, Sosígenes- Saludé a mi abuelo.
Bueno, en realidad no era mi abuelo. Después de que mis padres viajaran al Duat, Sosígenes me acogió bajo su protección. Él era un hombre inteligente, viejo y sabio, pero algunas de sus ideas eran un poco absurdas.
-Buenos días, Selene, mi hermosa niña- dijo. Se volvió hacia mí y me sonrió.
Las arrugas decoraban su viejo rostro, pero sus ojos de color azul grisáceo eran cálidos y acogedores
-¿Dormiste bien en los brazos de Morfeo?
Me senté -Por favor, Morfeo es sólo una superstición griega- me burlé.
Mi nombre era griego; algunas de mis joyas eran griegas; Alexandria, mi ciudad, era griega; y mi propia reina, la encantadora Cleopatra, era griega. Yo seguía conservando mi fe en los dioses egipcios. Honestamente, ¿cómo puede un dios poner al sol en su carro y llevarlo a través del cielo? Es obvio que Ra es el sol. él se abre camino a través del cielo cada día y combate con Apophis en el Duat, o Inframundo. Apophis es también un nombre griego.
Sosígenes rió.
-Tal vez- dijo. Se frotó el pelo y se acarició el mentón lampiño -Tú honras hoy a los dioses, Selene.
-Los dioses merecen ser honorados- le contesté con total naturalidad.
-Hm. Anoche las estrellas parecían presagiar algo interesante- Sosígenes es un astrónomo.
-¿Qué decían?- le pregunté, curiosa. Las estrellas siempre me habían fascinado.
-Todavía no estoy muy seguro. Me llevará días averiguar la historia. Tal vez meses. Tal vez años. Era extraño. Las estrellas nunca habían estado así.
Gemí.
-Muy bien, Sosigenes ¿Para que me llamaste?
Él esbozó una sonrisa.
-Ah, sí. La Reina quiere que bailes para sus invitados esta noche, en su palacio.
Esta noticia me emocionaba.
-¿Danza del fuego?- le pregunté.
Sosígenes asintió con la cabeza. La reina Cleopatra nos conocía a Sosígenes y a mi. Teníamos muy buenas relaciones con la Reina, y una vez Sosigenes habló con el líder de sus invitados especiales. Su nombre es Julio César y él parece adorar a Sosigenes tanto como adora a Cleopatra. No de la misma manera, espero.
-¿Quiénes son sus invitados?
-Son los romanos una vez más. Julio César y algunos de sus senadores.
Yo no estaba cien por ciento segura de si César era un buen o un mal hombre. Él había tenido un hijo con Cleopatra (Cesarión, raro nombre). Pero ellos eran romanos. Mucho se hablaba en los mercados de como nuestra Reina era una traidora. Yo sólo esperaba que ella supiera lo que hacia al tener un hijo con un romano. Un romance tabú no les sentaba bien a los egipcios.
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La Casa Del Sol Naciente
Ficção HistóricaSelene Arsinoe está viviendo en la época más inestable en la historia de Egipto. Su Reina, Cleopatra, está teniendo una aventura amorosa con el dictador romano Julio César. Tanto romanos como egipcios desaprueban el amorío. Los habitantes de ambas n...