Capítulo Dos: Yo, aprendiz de Marco Antonio

352 21 3
                                    

Alejandro

Esta mañana me desperté un poco desorientado, mi pelo pegado a la cara.

Había tenido una pesadilla, La recuerdo siendo horrible pero, gracias a Júpiter, no recuerdo lo que pasó. Me senté en mi litera y me levanté. Rápidamente me puse mis sandalias para disminuir el riesgo de astillas. Este barco tenía astillas como ningún otro, Miré a mi alrededor, la otra litera al otro lado de la habitación estaba vacía ¡Oh Júpiter! Encorvé mi espalda, pasé mis dedos por mi pelo castaño rizado y me puse una mejor túnica. ¡Oh no! Se me había hecho tarde. Era muy tarde para levantarse. Corrí a un cubo lleno de agua que teníamos y miré mi cara, dos brillantes ojos verdes miraron de vuelta. Rompí el trance salpicando mi cara con el agua y salí corriendo de la cabina dando paso al brillante día,

-Santo Helios -murmuré para mí mismo, notando cuan brillante era el sol. Más brillante que nunca.

-Ah, ahí estás, Alejandro- saludó una voz detrás de mí.

Me di la vuelta,

-Buenos días, Antonio- dije, bajando la cabeza.

Miré hacia arriba y Marco Antonio me miró inexpresivamente. Tenía el pelo negro rizado y ojos azules, ojos azules por los que las mujeres de Roma se desmayaban

-Por favor, perdóname por haber llegado tarde.

-Alejandro Helios- dijo, sus manos detrás de la espalda."Oh no" -no te preocupes, muchacho. No hay necesidad de eso,

Entonces, detrás de Antonio se alzó una figura descomunal,

-Si él fuera mi aprendiz, Marco, hubiera recibido un duro castigo- dijo la voz en auge.

Miré hacia arriba, desafiante, a ver de quien se trataba, Sus ojos marrones apagados miraban a Antonio hacia abajo, con fuerza, Tenía una enorme nariz torcida y la cabeza calva, Era un hombre fuerte: sin duda bien alimentado. Bueno, no se podía esperar menos siendo miembro superior del Senado.

-Brutus, él es mi aprendiz y no tienes derecho a decirme cómo castigarlo o recompensarlo- Gruñó Antonio.

-No te decía cómo- Brutus respondió con fingida bondad -Yo simplemente te decía lo que yo haría con niños indisciplinados como este.

Me señaló con una mano grande.

-De cualquier manera- Dijo Antonio, en voz baja -Nadie pidió tu opinión. Lleva tus asuntos a otra parte-

Yo habría dicho algo, pero no era mi lugar,

-Oh Marco, tienes mucho que aprender.

-Brutus, sal de aquí o te Juro por Júpiter que...-

-¡Brutus! ¡Hey, Brutus!- llamó otro hombre desde el otro extremo de la nave, Suspiré aliviado, Brutus nos dejó en ese momento, con sus pasos pesados haciendo que los remeros se estremecieran. Antonio se volvió hacia mí,

-No le hagas caso, Alejandro, no estabas tarde para nada importante.

-Lo siento- Me disculpé.

-No hay necesidad de disculparse, nadie resultó herido.

-Gracias- Le respondí en voz baja. Me acerqué a la barandilla, Antonio me siguió y ambos nos apoyamos en ella.

-Sabes chico, hoy estaremos en Egipto.

Miré a Antonio, había una sonrisa en su rostro

-Júpiter sonríe sobre todos nosotros.

-Gracias por traerme contigo- Le agradecí -He estado esperando salir de Roma desde hace algún tiempo, ver algo diferente.

La Casa Del Sol NacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora