Capítulo Tres: Invitados y Baile
Selene
A medida que el día pasaba, mi ansiedad y anticipación comenzaron a subir. Había arreglado mi cabello, y la ropa que iba a usar esa noche estaba colocada en una cesta. Me cambiaría en el palacio, como siempre lo había hecho. Me aseguré de que Nofre-Ari estuviera lejos de la canasta cuando la cerré y puse un gancho en el cierre para asegurarme de que nada se cayera. Después de acicalarme, me puse una túnica limpia. Delineé mis ojos con khol y pinté mis labios color rojo, el único maquillaje que usaba para bailar. En realidad, el único maquillaje que usaba para cualquier cosa.
-Sosígenes- llamé, entrando al pasillo principal.
-¿Sí, Selene?
-Voy a salir de la casa por un rato. Voy a ver a Amenemhet.
-Muy bien, cuídate. Y regresa a tiempo, por favor.- dijo, mirándome.
-Por supuesto, Sosígenes.
Hice una pequeña inclinación con la cabeza y me dirigí a la puerta principal.
El cielo empezaba a oscurecer, Ra se dirigía a la Duat para luchar con Apophis. Tuve cuidado mientras caminaba por el camino de tierra a la casa de Amenemhet, que no vivía muy lejos.
-Miau -oí a mi lado. Suspiré y miré hacia abajo.
-Nofre-Ari, ¿qué haces aquí? -le pregunté, levantándola.
Seguí caminando hacia dónde Amenemhet.
-Miaauuu -ella bostezó.
Su abrigo gris oscuro parecía aún más oscuro, y sus ojos resaltaban. Su collar de oro, con incrustaciones de lapislázuli, estaba hincando mi brazo y la puse en el suelo.
-Sígueme- le ordené, y ella obedeció.
Tras unos pasos más, llegué a la casa de Amenemhet y entré por la puerta.
-¿Hola?- Dije.
-Estamos aquí atrás -llamó una voz mayor.
Caminé atravesando la casa hasta que llegué a una habitación cálida, llena de escritos en las paredes. Dos figuras estaban sentadas en el suelo con hojas de papiro en frente de ellos y frescas cañas entintadas. Había un hombre bajo y robusto; y uno flaco y más alto.
-Buenas noches, Amenei y Amenemhet,- Saludé a ambos. Amenei era el maestro de Amenemhet, el escriba. Se parecía mucho a Bes, el dios que protege a los niños.
-Buenas noches, Selene- el escriba me saludó. Luego miró a Amenemhet. -Te dejaré ir temprano hoy.
Me guiñó un ojo y yo reí.
-Gracias, Amenei.
Los dos hombres se pusieron de pie, Amenei mucho más bajo que yo y Amenemhet.
-No estábamos haciendo mucho de todos modos. Sólo un poco de práctica adicional. Te ves preciosa, Selene.
-Gracias,- Bajé la cabeza ligeramente
-Te veré más tarde, Amenei. Gracias por la lección.
-No hay problema. Tú eres un gran estudiante. Ahora, si me disculpan, tengo que ir a ayudar a mi esposa con la cena. Buen día.
Amenei nos dejó solos a Amenemhet y a mí.
-Vayamos al jardín- Sugirió Amenemhet.
Yo lo seguí atravesando la casa hasta el jardín. Era más pequeño que el nuestro, con sólo pescado y no hay ibis como Sosígenes y yo teníamos en el jardín, pero era tranquilo y tenía una gran privacidad. Me senté y Amenemhet se sentó a mi lado.
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La Casa Del Sol Naciente
Ficción históricaSelene Arsinoe está viviendo en la época más inestable en la historia de Egipto. Su Reina, Cleopatra, está teniendo una aventura amorosa con el dictador romano Julio César. Tanto romanos como egipcios desaprueban el amorío. Los habitantes de ambas n...