XXXIX

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—Mi vida, abre los ojos —susurró una voz dulce y suave cerca de ella.

Claro que Arani no quiso abrir los ojos, no sintiendo la relajación que sentía al oír ese tono de voz tan angelical que podría hacerla dormir por siempre ¿Por qué querría despertar de un sueño si podía quedarse en él solo un rato más hasta que algún soldado entrara a la torre?

—Arani, despierta hija —volvió a decir al voz.

Esta vez, cuando supo que era la voz de su madre llegó a considerarlo. Fue por eso que abrió sus ojos para ver frente a ella a su madre en cuclillas mientras le quitaba algunos mechones del cabello. Observó la radiante sonrisa de su madre cuando la vio despierta al fin, supo que era un sueño porque no había forma de que la viera verdaderamente. Su madre había muerto hacía décadas. Y esta era la única manera de verla.

Se sentó en el suelo de piedra quedando a la misma altura que ella. Observando cada rasgo que era idéntico al suyo, o al menos así los recordaba.

La última vez que había visto verdaderamente su rostro había sido mucho antes de que la encarcelaran en Ikhia, cuando aún no tenía su máscara. En la torre había un espejo manchado y sucio, sin la capacidad de mostrarle su rostro, gracias a los Dioses que no lo habían podido ver. No quería ver eso.

Al menos el espejo le había servido un poco cuando se curó la espalda hace tiempo.

—Mamá —la saludó mientras se rascaba un ojo, realmente estaba cansada.

¿Cuando no en los últimos ocho meses no había sentido una gota de cansancio? Esa era la verdadera pregunta en todo esto.

En los únicos momentos donde no había sentido en que podía dormirse de pie eran cuando estaba a punto de morir o alguien que quería estaba en peligro.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó luego de observar su rostro por largos segundos.

—Tu me llamaste, hija —le sonrió ella como si le pareciera divertido —. Yo no puedo venir aquí cada vez que quiera hacerlo, necesito un permiso especial podría decirse para verte.

El asombro inundó a Arani cuando entendió realmente a lo que se refería su madre.

¿Se estará refiriendo a Igar y a Dianna? ¿O a Malie? Ella debía de estar en su reino. A fin de cuentas, por más que odiara decirlo aún cuando era capaz de verla, su madre estaba muerta.

—Yo no te llamé —respondió con confusión, al instante supo que eso había sonado pésimo —. A lo que me refería...

—Sé lo que quisiste decir, mi vida —asintió ella —. No siempre hace falta que me llames con tus palabras, con solo pensar en mí y en si podría ayudarte en algo ya estás invocando mi presencia.

—Comprendo.

Hubo un pequeño silencio en el que Arani observó a su madre una vez más, pensando cómo era que ella hacía, que técnica usaba para mostrarse tan bien. Para parecer tan feliz cuando había sufrido tanto.

—¿Y bien? —preguntó su madre, Arani la miró confundida una vez más —¿En qué necesitas que te ayude?

—Pues, me ayudaste a encontrar la fuente del escudo —dijo algo nerviosa.

—Sí.

—Pero aún no sé como desactivar el escudo que rodea la fuente. Cada que me acerco, salgo despedida por el aire —explicó con la esperanza de que su madre supiera algo que pudiera servirle.

Ella solamente la observó unos largos minutos antes de responder. Como si quisiera asegurarse de guardar su imagen. Antes de hablar, su madre le sonrió una vez más.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora