XLI

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Arani observó detenidamente al Rey de la misma forma que hacían todos en la Sala del Trono. Los Príncipes rodeaban a su padre mientras se oían los murmullos, suspiros y charlas entre el resto de la sala. De repente, una esfera roja rodeó a todos y cada uno de los Príncipes al igual que al Rey aislandose de todos y todo completamente.

Arani giró a ver a Ihan que estaba siendo cuestionado por los dos soldados que aguardaban algún tipo de orden. También observó a Arsel que estaba en una de las columnas vigilando como el resto de los guardias.

La mirada negra de él y la dorada de ella se cruzaron, y solo hicieron falta unos pocos segundos para que ella pudiera transmitirle su pedido a él. Para hacerle entender que lo que sucedía ahora era que el Ejército estaba cerca de Kainhet, si no es que ya estaba allí, y que por favor pusiera a salvo a Ihan por ella.

Arsel simplemente asintió con la cabeza y al segundo ambos despegaron sus miradas para parecer completos desconocidos.

Observó el descontrol que estaba asentándose en toda la sala. Como varios inmortales comenzaban a ponerse de pie y como otros comenzaban a interrogar a los guardias por algo de información. Hasta que la esfera o burbuja, o lo que fuera, de fuego que rodeaba al Rey y a los Príncipes desapareció. Sin decir una palabra, todos los hijos del Rey bajaron las escaleras y caminaron a paso apurado fuera de la sala.

Ero se levantó de su Reino y observó a toda su Corte antes de comenzar a hablar.

—Mis leales súbditos —comenzó —. Les informó que están por atacar el Reino —la sala explotó en gritos, ruidos, preguntas y quejas sobre la supuesta impenetrabilidad del Reino —¡Tranquilos! ¡Tranquilos! Nuestro Ejército ya está tomando cartas en el asunto y puedo asegurarles que despedazaran a los invasores de nuestras tierras. Mientras tanto, manténganse a salvo.

Esas fueron sus únicas palabras antes de bajar las escaleras y acercarse a ella para tomarla con rudeza del brazo y comenzar a caminar directo a una de las puertas secundarias en la sala. Arani caminó obligada fingiendo que seguía fielmente al Rey. Observó como este hizo una seña de despliegue a los soldados.

La sala era un completo desastre. Todos ya estaban de pie lejos de sus asientos, corriendo fuera de la sala, los soldados estaban movilizándose tal y como el Rey había ordenado. Y por otro lado, estaba Ero que estaba llevándola del brazo mientras quince soldados lo seguían.

Cuando estaban por llegar a la puerta, Arani desvió su mirada a la ventana donde había un balcón que daba una mirada fija y directa a las montañas más bajas de la cordillera del continente y más allá donde estaba el infinito océano.

Sintió un escalofrío cuando lo vio.

En el medio del océano. CIentos y cientos de circulos de color negro, distribuidos por toda la masa de agua e incluso en el cielo.

De los ciculos negros salieron barcos, cientos de barcos, tantos que siqueira podría haberlos contado. De los círculos del cielo salieron docenas y docenas de puntos móviles que brillaban con la incandescente luz que el sol daba ese día.

Habían llegado.

El corazón de Arani dio un vuelco cuando vio tal escena, millares de inmortales, humanos, y quien sabe que otro ser, luchando por la paz de todo su planeta. Al fin habían llegado a Kainhet. No podía creerlo.

Observó de reojo como el Rey y algunos soldados observaban la escena, petrificados, y algunos asustados.

Habían llegado.

—¡Muevanse! —ordenó el Rey trayendo de vuelta a todos al mundo real.

Todos comenzaron a moverse siguiendo el paso del Rey. Un círculo se formó a su alrededor mientras él los guiaba por los corredores, indicándoles que escaleras subir, cuando doblar. Por otro lado, a Arani comenzaba a dolerle un poco el brazo debido que Ero estaba descargando su furia y nerviosismo en ella.

El Trono de Hielo #2 (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora