3.

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Alessio.

Cuando finalmente terminé de llenar todos los documentos que se requerían en la clínica, subí a la habitación nuevamente.

Cerré la puerta muy despacio detrás de mí. Caminé hasta la camilla adentrando mis manos en los bolsillos de mi pantalón y cuando estuve muy cerca de ella entonces suspiré sintiendo un nudo en la garganta.

Era preciosa. Dormía con sus facciones relajadas, pero sabiendo en el fondo que en realidad no estaba relajada. Los medicamentos habían hecho su efecto, noqueándola por completo tal vez hasta mañana.

—¿Como te explico por qué te escogí como esposa? — susurré muy bajo sintiéndome totalmente atraído por ella.

Aprovechando que estaba dormida, por primera vez en un año me atreví a acariciar su cabello. El mismo que me había estado tentando las veces que la veía. Sus rizos largos cobrizos eran preciosos. Tenía una hebra suave, fina y definida. Contaba con una cabellera extensa, que le bajaba por los hombros y descansaba sobre sus senos. Su raíz era casi tirando a rubio, como sus pestañas, las tenía largas y pobladas como sus cejas.

—¿Como pude llegar a tanto? ¿En qué momento creí que cuando regresaría todo sería fácil? ¿Cuándo me volví tan egoísta y vanidoso? — me pregunté a mí mismo mirándola sin desviar mi mirada un solo segundo de su rostro. Recordaba sus palabras y no logro saber cuando me sentí tan mal por lo que me dijera alguien, hasta esta mañana donde ella se desahogó conmigo.

Soy el culpable de todo, lo admito.

La primera vez que la vi, lucia rosada, en su piel demostraba de cuánta salud gozaba. Desfilaba del brazo de su padre en la inauguración de su empresa y quedé embobado. Bueno, simplemente no había visto tanta vida en un ser. Cegaba con tanta luz y la apagué. Tenía tremenda sonrisa y se la arrebaté. Acabé con tremendo cuerpazo sin ponerle dedo encima, la destruí.

—Tengo sed— con los ojos cerrados dijo muy por debajo. No sabía si estaba despierta o dormida en su totalidad pero de inmediato tomé el vaso encima de su mesa y le di de tomar. En ese momento sus grandes ojos verdes miraron fijamente a los míos, y me di cuenta de que nunca había estado tan cerca suyo sintiendo incluso su respiración.

—Qué bueno que despertó— el doctor entró a la habitación. Caminó hacia nosotros y con su tabla en mano, empezó a anotar unas cuantas cosas.

—Necesito saber algo señorita Gemma, ¿tiene usted sospechas de estar embarazada? — esa pregunta me erizó la piel. Ella me miró velozmente. Volvimos a chocar miradas una vez más.

—No doctor, ni la más mínima— contestó desganada.

El médico asintió apuntando en su tabla.

—Le traerán de comer, dele la cena en la boca como muestra de amor y cuidado, también las pastillas que la enfermera le indicará. Estaré regresando para verificar que todo marche bien. Dentro de poco le colocaré otro suero. — se portó muy amable antes de salir de la habitación.

—Pude sentir tu miedo cuando el doctor me preguntó si tenía sospechas de estar embarazada. ¿Qué te pasó? ¿Pensabas que diría que sí? Te recuerdo que no hemos hecho nada— se comportaba fría conmigo y era lo más entendible.

—No tienes que recordármelo, que conste que no ha sido porque no he querido...— me interrumpió.

—La que no he querido soy yo, ni quiero, ni voy a querer tampoco. — se cruzó de brazos.

—¿Ah sí? ¿Y eso por qué? — le pregunté atrayendo su rostro hacia mí ya que me había desviado la mirada.

—Tú estás más usado que un baño público, Alessio. — fue imposible no reírme.

Me observó todo el tiempo reírme mientras tomaba aire y volvía a mi postura.

—Te equivocas, ya luego hablaremos de eso como la pareja que somos. —

—La pareja que somos ante la gente, porque en casa somos dos desconocidos. — remojé mis labios. Era contestona, como me agradaba eso, no me aburriría nunca.

—Te prometo que cuando me conozcas todo será diferente. Ahora esfuérzate en mejorar, ¿sí? —

—¿Me vas a dejar ir si me mejoro? — sus ojos cristalinos querían jugar conmigo.

—No— le contesté simplemente.

—¿Para que me quieres contigo si nunca estas? ¿Si esto no es real por qué querer verme sufrir? ¿No te basta ver lo que has causado en mí? — se deslizaron unas dos lagrimas por sus mejillas.

No me importó alzar mi mano y con mi pulgar secarlas de inmediato observando cómo apretó sus ojos y creyó que la lastimaría. Su rostro se relajó cuando notó mi acción.

—No me iré, ya lo que tenía que resolver para que podamos estar en paz, lo logré. Será real todo lo que haré que empieces a sentir y me ganaré tu perdón a como dé lugar, no quiero hacerte sufrir, conmigo puedes ser muy feliz. ¿Por qué dudas? —

—¿Bromeas? ¿Que por qué dudo? ¿Por qué eres un hombre malo? ¿Un hombre quien me alejó de todo lo que quería, me cambió de vida, me encerró en su castillo y me abandonó allí por meses? ¿Y te preguntas por qué dudo? — me cuestionó alzándome la voz.

—¡Querían hacerte daño! No lo entenderías ahora por lo que no hablaremos del tema. — no podía soltar mucho.

—¿Quién me quería hacer daño? ¿De qué hablas? — me preguntó.

—Confórmate con saber que me gustaste desde el día en que te vi en la inauguración de la empresa de tu padre. Tu unión y la mía puede que para ti no tenga ningún sentido, pero para mí vale mucho. Y si, cometí el error de tenerte encerrada por mucho tiempo, pero era por tu bien. — ella sacudió su cabeza ante mis palabras.

—Tu unión y la mía claro que no tiene ningún sentido para mi— era más fría que yo.

—No me importa lo que digas ahora, te voy a tener encima de mi todas las noches descansando sobre mi pecho, haciéndote mimos en el pelo, nos ducharemos juntos, cocinaremos juntos y haremos el amor bien rico, tanto que me pedirás que te coja cada hora. —

Pude ver como sus ojos se dilataron aún más ante mis palabras, escuché su garganta tragar y su desvío de mirada me confirmó que de alguna manera u otra le había llegado lo que le dije.

—No sabía que un magnate como tú podía querer tales cosas tan románticas como esas— fue a penas lo que me dijo.

—Contigo sí. —

—Pues así como te costará la vida que te perdone, también enamorarme por igual. Yo a ti te odio Alessio Osman, y eso no va a cambiar— me pasé el dedo pulgar por los labios.

—Te recuerdo que te tengo conmigo, tú eres mía Gemma. Eres la señora de Alessio y eso es más que suficiente para lograr lo que quiero. Ódiame, ódiame con todas tus fuerzas, mientras más me odies, de igual manera me amarás —

El hombre que no quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora