13.

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Gemma.

Descansaba en un shairlong frente a la alberca. Cuando salí del baño inmediatamente Alessio se metió. Yo aproveché que la habitación estaba a solas y me vestí apresuradamente. Intento no estar en la habitación con él vistiendo poca ropa porque siento que me quemo y que la tela me molesta. Además, sus ojos mieles me atraviesan hasta el alma, puedo sentir que se contiene y valoro eso. Tiene palabra de hombre, respeto y mucha perseverancia.

No me toca si no quiero, y eso me satisface a mi como mujer porque me hace sentirme segura.

<<Solo buscas cualidades en él que te justifiquen a ti misma para lanzarte a sus brazos, aquí nadie es estúpido mujer. Me tienes mareada>>

Bufé.

—No me digas que estas seca— desde la puerta corrediza que conectaba al jardín y la sala me vociferó el magnate. Venia saliendo con dos tragos en las manos. Pero no fue eso lo que me llamó eso la atención, más bien como lucía.

Su cabellera estaba mojada, todavía traía gotas de agua en sus hombros que con el reflejo del sol brillaban, su torso completamente desnudo, unas bermudas de playa y sus pies descalzos. Tenía buenas pantorrillas, quería que se volteara para mirar que había detrás. Oh no Gemma, no lo hagas.

Remojé mis labios.

—La verdad sí, estoy muy seca— tragué.

"Que descarada"

—No te preocupes, ya llegué para mojarte— me tendió el trago.

Lo miré con los ojos entrecerrados. Tenía una voz demasiado gruesa, la que con sus palabras formaba una perfecta combinación perversa.

—No me mires así, no dije nada malo— se recostó a mi lado en su silla.

—Nunca dices nada malo pero todo con doble sentido—

—Solo dije que llegué para mojarte. Hablé de tu garganta, no estabas tomando nada. La del problema eres tú, quien lo sexualiza— ahora él utilizó mis propias palabras a su favor.

Sonreí.

—¿Que dices? — me di un trago. Me encantaba que no estuviera tan fuerte.

—Si te quieres referir a tu parte intima, es obvio que también puedo humedecerla, claro que sí, acantilados. Pero mujer, no seas tan traviesa— Con su misma cautela y sin vergüenza alguna mencionó como si nada.

¡¿Por qué lo hacía?! ¡¿Con que poder!?

Entrecerré los ojos.

—Me voy a meter a la piscina— tenía que huir de él por obligatoriedad, era demasiado calentón.

—¿Tanto te quemo? — me preguntó a lo descarado.

Maldición.

—¿Qué dices? — era mi respuesta ante sus bellaquerías.

—¿Qué crees? ¿Que no siento que ardes? Puedo sentir el calor de tu cuerpo incluso a kilómetros de distancia. Y me encanta, pues soy yo quien lo provoca. —

Era un tipazo.

Me quedé callada. Moria por dentro ante tal conexión, mi cuerpo quería reaccionar de manera impertinente, por lo que me puse de pie, me saqué la bata playera que cubría mi cuerpo y me mostré en traje de baño.

—Con su permiso, señor— lo ignoré pasándole por el frente.

—Oh no, ni lo creas, no otra vez— no le hice caso a sus palabras y seguí caminando hasta la alberca, pero fue en la orilla de esta cuando me dio vuelta, me tiró por la cintura y apegó mi cuerpo al suyo.

—Qué maravilla se sienten tus pechos chocando contra mi torso. — diciendo esto me besó. Y como si nada ambos caímos a la piscina yo aferrándome a su cuerpo como sanguijuela.

Sentí sus manos sujetarme por las nalgas mientras yo rodeaba su cuello con mis brazos, así nos subió hacia fuera en donde respiré hondo dándole aire a mis pulmones.

—Que rico chapuzón — emitió con gran sonrisa quitándome el cabello de en medio de la cara.

—¡¿Sabes por qué no te suelto ahora mismo y te acacheteo sin piedad?! — le dije apretando mi mandíbula.

Rio sin vergüenza alguna.

—¿Por qué mi gruñoncita? — todo se lo tomaba tan variado.

—Porque tengo miedo de que esté muy onda la piscina y no sé nadar— completé.

—La piscina es de seis pies, tú tienes unos cinco con cuatro pulgadas, es decir, te tapa lo suficiente, cariño mío — sonrió muy contento.

Todo lo sabía, todo lo tenía calculado, todo se lo tomaba tan relajado; las cosas siempre le salían a su favor.

—Te odio, ¿lo sabes verdad? — tras mis palabras colocó su mano en mi cabello y me empujó un poco para que mi cabeza descansara en su hombro.

—Déjate querer, me das la espina de que estas falta de calor, de un amor bonito que te quiera, que te quite ese genio y que te acaricie lindo— les juro que me mató con esas palabras.

En realidad no quería alejarme de él.

Muy tranquila me relajé y me dejé llevar de él. Mis piernas estaban abrazadas a su espalda y una de sus manos aún seguían sujetándome por mis nalgas; la otra bajó de mi cabello hacia mi espalda acariciándome muy suave, con delicadeza, con dulzura.
Cerré mis ojos y me fundí en su piel. Me sentí totalmente a gusto, cómoda y querida. El agua estaba deliciosa y en sus brazos aún más.

—¿Quisiera saber a qué hora iremos a comprar el vestido? — le pregunté.

—Cuando gustes, si quieres ahora mismo— su aliento en mi oído me enloquecía.

—No, más tarde. Aún no tenemos tiempo suficiente juntos — dije sin contenerme.

Ante mis palabras me levantó la cabeza y colocando su mano en mi mejilla, nos miramos a los ojos. Esos ojos preciosos que aparte del dueño ser encantador, ellos lo hacían lucir mucho más. Su piel canela le asentaba tan bien.

De igual manera, imité su acción y llevé mi mano a su mejilla.

Vainilla y chocolate. Eso éramos nosotros dos.

—¿Me encantas sabias? — su voz gruesa me fascinaba.

¿Como le decía que él también me encantaba?

Tragué.

—No tienes que hablar, tranquila — sonrió notando mi nerviosismo.

También sonreí.

—Nunca había conocido un hombre como tú. — eso me salió a la ligera.

—¿Como? — me preguntó colocando un mechón de mi cabello detrás de la oreja.

—Con tantas cualidades, tienes tantas sorpresas, y en cada una me sorprendes más — le dije mirándolo ladear su cabeza.

—Como ansiaba tener contacto contigo, no te imaginas lo que sufrí estando lejos de ti cuando quería enamorarte y estar contigo desde nuestra boda. Te juro que estaba haciendo todo lo posible por regresar pronto, pero si estaba cerca de ti podrían hacerte daño. No iba a poder disfrutarte en paz, yo...— esa mentira que mis padres y él me hicieron creer ya me tenía loca, pero más me enloquecía él.

—Shshsh, ya estás aquí, conmigo — lo besé, sí, lo besé apasionadamente.

No se lo estaba esperando, incluso sonrió en medio del beso cuando vio que tomé la iniciativa.

Estaba enamorada.

Holaaaaa. Necesito saber qué tal les parece la novela? 🥰

El hombre que no quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora