15.

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Gemma.

Brasil me parecía un país divino. Siempre había leído sobre él, pero jamás pensé mudarme a él y menos por un hombre.

Alessio nació aquí, su madre es brasileña y su padre libanés. Me parece fantástico que no se pareciera a su progenitor, un hombre blanco con el pelo castaño y sus mismos ojos, sino más bien a su madre, una mujer con una piel canela divina, la cual heredó, y por supuesto, su mismo cabello negro chorreado.

De su padre heredó la altura, el poder, su inteligencia, su gran habilidad de manejo ante los negocios y tal vez su encanto. Cuando lo conocí me trató muy bien.

—Es una belleza este lugar— aún estaba impactado por el lugar al que me había traído.

Al alejarnos de la ciudad y establecernos en la cabaña, un lugar natural, fresco, con aspecto campestre; pude apreciar que por donde condujo Alessio todo se mantuvo así. La carretera estaba en medio de matorrales, nada de torres y edificios lujosos. Me asustó verlo meter el carro por un caminito sin asfalto pero me ilusionó cuando vi lo que detrás había escondido.

Un restaurante situado como en una pequeña isla, no había suelo, las mesas estaban situadas en medio de la arena blanca, en la playa. ¿Donde estaba la cocina? No se veía nada techado, todo era al aire libre, en contacto con la naturaleza. Incluso el bar, estaba situado en un espacio repleto de árboles en el cual a los troncos le habían clavado tablas para colocar las bebidas y la barra era portátil pero de caoba. Una belleza.

Ahora entiendo por qué su vestimenta. Estaba guapísimo vestido de blanco, no llevaba traje. Esta vez usaba camisa fresca y pantalón de tela fina veraniega.

—¿Por que me escogiste este vestido tan sofisticado para venir a un lugar tan natural como este? — le pregunté mirándolo fijamente a los ojos.

El vestido que me había comprado era muy cómodo y también fresco pero era muy fino, ahora creo que tal vez para un restaurante lujoso en la ciudad.

—El lugar es tan natural y sofisticado como tú. Sobre todo lo escogí por el color, te queda hermoso. Cualquier prenda que te pusieras iba a ser demasiado para este lugar, opacas este manantial con tu belleza—se limpió la boca con la servilleta tras tragar un pedazo de carne. Les cuento que los platos aquí eran grandes lechugones, juraría que son la hoja de un árbol cualquiera pero no.

—A veces se me olvida si fui yo la que estudió filología o si fuiste tú. Pareces un escritor, poeta o filósofo romántico — le dije tomando de mi champán.

—No te imaginas lo que me gusta que me digas eso. Pasé de ser un animal a un filósofo romántico. — rio haciéndome negar con la cabeza.

—Perdóname por llamarte así ese día. Mis pensamientos han cambiado del cielo a la tierra sobre ti. Me hacía falta conocerte, aún todavía me urge saber un montón de cosas de quién eres, pero con la intro que me has dado, quiero continuar leyendo tu libro— me referí a él como si fuera un libro, una historia.

—Amas leer, se te nota en la mirada, en la forma de hablar, en tu forma de pensar... léeme el alma si gustas— ¿y yo? Yo también adoraba su manera de expresarse. Tenía un vocablo tan exquisito. Me excitaban los hombres inteligentes, bien hablados y comportados.

Apreté mis labios para no sonreír tan ampliamente, pero aun así le regalé media sonrisa.

—Dime algo, para que seas un hombre tan encantador, debiste haber recibido muy buenas enseñanzas. Es tan extraño que hombres como tú sean tan caballeros aún — fui clara.

—¿Hombres como yo? Que tenga dinero, una buena posición y un físico agradable no me hace ser un tipo dominante, arrogante, machista, frio y mal hablado. — hizo una pausa.

Disfrutaba ver la manera con la que disgustaba las palabras.

—Ya te lo dije, no trato mal a ninguna mujer. Admiro a las mujeres, ustedes son lo mejor de lo mejor. Lo que tengo no me obliga a tener cinco mujeres a la misma vez, ni a ser un patán con ninguna dama. Nunca me pude establecer con una de las tres chicas con las que estuve porque sencillamente yo no era el hombre que ellas querían — cuando escuché aquella ultima cosa me di cuenta de que en realidad necesitaba prestarle atención a lo que diría.

—Que dices? Si tú eres el hombre que cualquier mujer quisiera tener—

—Eso piensas tú Gemma. Pero te cuento que ellas querían un hombre que las celará a gran escala, que estuviera a su lado el día entero, que me metiera en problemas por ellas, que viviéramos una vida sin control porque yo no necesitaba trabajar y podía gastar sin pensar y que cumpliera todos sus caprichos y deseos. En fin, hiciera lo que ellas quisieran, un muñeco de torta— me explicó.

—Detalles por favor— le pedí interesada en saber más a fondo.

—Bien, te explico. Para mí:

1—Mi mujer no debe querer que la cele, yo debo confiar en ella. Eso no es sano y solo traería problemas a nuestra relación, yo busco encontrar paz.

2—Mi mujer debe de entender que ambos necesitamos nuestro espacio, no estamos obligados a pasar el día completo juntos, somos seres humanos con vínculos sociales diferentes y derecho a recreación individual.

3—Mi mujer debe velar porque yo no me meta en líos por cosas que ella misma provoque, debe evitar que una mala acción pueda yo cometer.

4—Mi mujer por más ricos que seamos no puede incitarme a derrochar mi fortuna. El dinero que no se sabe administrar se acaba. No nos puede conducir a la ruina, eso no es de mujer inteligente.

5—Por último, mi mujer debe entender que no a todo yo accederé, soy libre de que algunas cosas no me gusten. No en todo puedo complacerla, son cosas normales de una relación y está bien, son cosas que te enseñan a amar a tu pareja como es y no como tú lo obligas a ser. Siento que así si se vive una relación plena.  — me dejó sin palabras.

No se equivocaba.

—Estoy de acuerdo contigo pero, tu ofreces eso mismo, no? Ya que sería lo más justo, sobre todo con que no celes a tu mujer, le des su espacio personal, respetar sus gustos y decisiones y velar porque ella por ti no se meta en líos — lo miré fijamente a la cara.

—Ofrezco eso y más. Incluyendo que soy un hombre que como lema tiene:

<<Con una sola mujer si se puede obtener toda la felicidad del mundo, y sobra>>

Además de que, la haré reír todos los días, le diré lo hermosa que es y sobre todo, le haré el amor bien rico. Y ahí no termina todo, sigue leyendo, no puedo darte tantos spoilers, mi querida lectora— sonrió tras mojar sus labios.

Ay, como que de repente me atacó una sed...

Tragué.

—Si, no me adelante el contenido — apenas pude decir.

No se te ocurrió otra cosa, Gemma?

Se apoyó de la mesa inclinándose hacia mí y más de cerca me miró los labios.

—Ya te he dicho que me fascina la reacción de tu cuerpo ante mis acciones o palabras? — me preguntó como todo un maldito Dios griego.

Me froté los brazos, se me había erizado la piel.

Sonrió muy sensual, le hizo seña al mesero, le pidió la cuenta, retiraron los platos y el magnate pagó y seguido se puso de pie.

—Vamos a caminar un poco por las orillas del mar— tomó mis tacones en sus manos para que no se hundieran en la arena y con su brazo libre me rodeó calentándome de repente.

—Gracias — le agradecí por el gesto, necesitaba un poco de calor. La brisa es tan fresca aquí que te causa frio.

—No, discúlpame tu a mí por traerte a un lugar como este sin decirte que trajeras con qué abrigarte. En realidad no tenía planeado traerte aquí, fue que en pleno camino me recordé de este lugar y me dije a mi mismo que como no sabría por cuanto tiempo te tendría conmigo, quería mostrártelo cuanto antes y compartirlo contigo — lo escuché decirme aclarando su garganta.

Dejé de caminar para mirarle, se detuvo frente a mí.

—Por qué dices eso? Yo no tengo planes de irme. Me he enamorado, sabias? Te pido que no se lo digas a nadie, por favor — mencioné sin la mínima duda.

<<Te tardaste demasiado, diría yo.>>

Su cara fue todo un poema.

—Nos falta tanto por saber de ambos, pero quiero conocerte estando en tus brazos, mi cuerpo arde estando junto al tuyo. Estamos casados, nada está prohibido — me estaba lanzando, si, y sin paracaídas.

Su mano se posó en mi mejilla y como si estuviera alucinando me miró a los ojos.

—Ay pequeña, cuanto recé por escuchar de tus labios esas palabras. Mi cuerpo te pide a gritos — cerca de mis labios me susurró con la voz ronca.

— Entonces tómame, tómame, Alessio—

El hombre que no quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora