20.

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Gemma.

—Es un hombre muy suertudo. Gracias a Dios no le ocurrió nada grave. Se partió en la frente por encima de la ceja derecha, y se dió un golpe en la nariz que fue lo que le provocó el sangrado por el impacto de su cabeza contra la bolsa de aire. Por esa misma razón llegó inconsciente, pero ya está despierto. Procederemos a cocerle la herida justo en breve—Un doctor muy amable me informó sobre el estado de salud de mi esposo.

—Puedo estar con el mientras la sutura?— le pregunté ya más aliviada.

—Claro, venga conmigo—

Ya podía respirar más calmada. Sentí que un gran peso me había quitado de encima al saber que estaba bien, que no había sucedido nada grave y que finalmente lo vería.

—Está detrás de la cortina — me señaló el doctor en el pasillo.

En la sala de sutura habían muchos espacios parecidos a cubículos que estaban dividas por cortinas, al pasar había una camilla y unos gabinetes con un lavadero y unas encimeras de mármol.

—Alessio..— susurré su nombre cuando mis ojos conectaron con los suyos. Estaba sentado sobre la camilla, su t-shirt azul manchado de sangre y con una abertura en la frente un poco profunda.

No me contuve y avanzando hacia él, lo abracé. Cuando mi cabeza tocó su hombro la escondí en el hueco de su cuello y lloré como niña pequeña. Lloré recordando lo fría que me puse cuando Virginia me dio la noticia del accidente, me desahogué por los pensamientos que cruzaron por mi cabeza ante lo que pudo haberle ocurrido.

Sus brazos me apretaron con fuerzas y su mano acarició mi espalda.

—Estás bien?— levanté la cabeza para mirarle mientras me limpiaba las lágrimas.

—Estoy bien, no llores— me miró triste secando con sus pulgares mis mejillas.

Yo llevé mis manos a su rostro y lo acaricié, volviendo a abrazarlo una vez más.

—Perdóname, no quería que te fueras, no quería. Estoy enamorada de ti, lograste tu cometido. — le susurré al oído con dolor en mi alma. Cuanto sentía esa agonía, ese miedo, ese temblor.

Si algo les puedo aconsejar es que crean todos los días de su vida, cuando ven a una persona y hablan con ella, que esa será su ultima vez juntos. Así ustedes se aseguran de que están en paz con ella pase lo que pase y por supuesto, también pasan un agradable momento.

Y ya lo sé, es duro imaginarse que esa será la ultima vez que verás ese amigo, amiga, hermano, padre, madre, hermana, abuela, abuelo, novio, esposo. Pero eso nos evitaría lo que yo sentí justo ahora, un sentimiento de culpa, de impotencia y de dolor que me hacia agonizar cada minuto.

Es tan horrible cuando peleas con una persona y te enteras que fallece. Te quedas con ese sentimiento por siempre de que no pudiste arreglar las cosas con ese ser. El cual se llevó de ti tus últimas palabras hirientes y tu mal humor.

—Tranquila, tranquila — me trató de calmar.

No entendía de donde sacaba tanta bondad y buenos tratos para mi.

—Disculpen que los interrumpa pero vamos a coser esa herida — una enfermera pasó a estar con nosotros.

Yo me alejé de mi esposo, le ayudé a recostarse en la camilla y le agarré de la mano.

El hombre que no quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora