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 Su mayor miedo se convirtió que tuviera una situación con un inconveniente y se complicara manejar a James. Al llegar a Budapest, solamente siguió todo lo que indicaba hacia aquél apartamento con habitaciones poco definidas y sin puertas, solo marcos. Le causó inseguridad los primeros dos días, pero luego comenzó a entender que todo ya había sido premeditado por Steve.

Seguía sin tener noticias de él hacía 8 días, y eso le preocupaba. Al parecer no solo a ella, porque en la última semana, no había dormido en los últimos tres días ni un poco: James lloraba desconsoladamente.

—¡Por favor, para!—pidió Natasha mirándolo desesperada—¿Te duele algo? ¿Estás herido?—no lo estaba porque ya había cambiado más de 20 pañales esa semana, lo había bañado y nada indicaba nada. —¡Mira a papá!—y eso hacía que él dejara de llorar... solo hasta que notara que no había nadie y volviera en un llanto hasta dormirse. Claramente que, con siete meses lo que lo podía calmar era comidas y paseos, pero Nat no podía estar constantemente jugandose a que la reconocieran.

Nat se encontraba tomando una taza de café mientras James jugaba en el suelo. Tenía que admitir que era mucho más amplio aquel apartamento, lo cual permitía que el niño se desplazara un poco más. Observó el reloj desde el sofá y, al ser primera hora de la mañana, consideraba la mejor para ir a hacer las compras.—Pequeño, hora de salir—vació su taza en su garganta y se levantó del sofá para depositarla en el lavabo. Caminó hacia el baño sin sacarle la mirada a James de reojo y se miró al espejo. Mordió su labio observando su cabello rubio y corto; se lo había tenido al segundo día allí, así también como había comprado unos lentes de visión como distracción: tal vez que a simple vista, pasaba desapercibida.

James fue nuevamente a esa manta que Nat tuvo que aprender a colocarse ella sola, y salieron hacia la calle. Había olvidado lo difícil que era hacer todo sola con un niño, pues la mayoría lo había hecho con Steve.

Necesitó un par de verduras, complemento de James, agua, arroz y cuando volvía teniendo lo básico, subió la escalera tarareando una canción en ruso. Al llegar al piso, primero se confundió al ver unas cajas de cartón frente a su puerta, y al retroceder para escapar de ahí, observó a una figura levantarse del suelo.

—Steve—el chico se giró hacia ella y la analizó antes de sonreirle.

—James es pelirrojo, ahora van a creer que no es mío si no se parece a ti—Natasha sonrió para acercarse y abrazarlo, pero no demoró en ver sus rasguños. Al separarse, Steve apoyó su mano en la cabeza del pequeño James quien comenzó a estirar sus brazos—Hola pequeño.

—Pa pa—murmuró exigiendo que este lo tomara en brazos, y Steve con cuidado hizo eso, para luego dejar que Nat abriera la puerta.

—Te dejo un poco solo con tu madre y se hace un gran cambio.

Peace // RomanogerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora