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— Soy, Jung HoSeok. _dijo de forma tímida, nerviosa y asustada.

No sabía por qué. Pero ese tipo de situaciones le encantaba, sentir el miedo ajeno, devorar un alma, perturbar a un ángel.

— Déjame tocarte un poco más, Hobi. _dijo, mientras desabrochaba su camisa, dejando al aire los bonitos y pocos marcados abdominales de HoSeok.

— Señorita, _gimió al sentir como esta apretaba su pezon_ No haga eso, por favor. _suplicó.

—¿Porque quieres que me detenga?. Se que te está gustando esto lindo HoSeok _dijo de forma sádica, invitando a HoSeok al pecado.

— Esto no le agrada a él señor. _HoSeok intentó separarse de la bella muchacha.

—¿Porque dices que no le gusta? Si sé que le agrada lo que le agrade a sus hijos, ¿No es así? _ deslizó sus manos hasta el pantalón del contrario, intentando desabrochar el cinturón.

— Al le agradan las cosas buenas. No este tipo de acciones, son pecaminosas, impuras, carnales y sodomitas. _suspiró pesadamente. No se dejaría consumir tan fácilmente.

— Pero, aún no eres su hijo pródigo, aún no eres parte oficial y elemental de su iglesia, ¿o si? _dijo con astucia.

— Soy su hijo, y me estoy preparando para servirle a el.

Se levantó de forma brusca. Se arregló la vestimenta y prosiguió a salir de la habitación. Dejando a YoonJi realmente confundida, y teniendo que lidiar con una erección.

Aunque, ella no era la única. Porque, según conocía, todos esos pensamientos de la carne eran prohibidos, completamente pecaminosos, y lo harían estar un paso más cerca del infierno.

Y aun así, eso no le importo a HoSeok.

Cerró bien el baño superior del convento. Y se centró en una sola imagen, sentir la piel de la pelinegra. Sentir como ella también le tomaba, le tocaba, le sentía.

Tomó su miembro y comenzó un vaivén tortuoso, lleno de lujuria, y al mismo tiempo de inocencia, no sabía porque lo hacía. No sabía cómo debía hacerlo de la manera correcta.

Y aun así lo intentó, porque su piel ardía en deseo, en ese vil deseo de tener el cuerpo de YoonJi entre sus manos, de observarla en sus paños más íntimos, en la forma en la que su Dios la había mandado a este mundo.

Y hacerla suya, y que su cuerpo le perteneciera a ella. Ser su beato. Su servidor, su mendigo, mendigo de su cuerpo, de su carne, de la forma de este. Y ser egoísta, cual romano, cuidarle  de todo, para que sea sólo de él.

Esos pensamientos lo llevaron a la mejor de las sensaciones, la cúspide del orgasmo, el cielo en si, pero era un cielo diferente, porque este quemaba.

Sabía que, si seguia con ese tipo de ideales, su rumbo era la perdición.

Porque, sabía que YoonJi. Se convertiría en su ángel caído. En su infierno. En su eterna y sensual perdición.

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Espero que les haga gustado, gracias por leer ♥️

El Convento - YoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora