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El sol se había colado por sus ventanas, miró a los lados y vio que su compañera de cuarto,  Jeongyeon ya no estaba.

Se levantó e hizo su rutina de siempre, cuidando siempre su seguridad, no quería que nadie viese su cuerpo desnudo, o por lo menos no sin su consentimiento.

Bajo corriendo las escaleras, hoy era día de limpieza, y pues para elejir cada quehacer debían sacar un papelito.

—¡YoonJi! —gritó Nayeon desde la mitad de la fila— ¡Ven!.

Se acercó y ella la dejó tomar un turno al lado de ella.

—¡Oigan! ¡Ella no hizo la fila!. —dijo realmente disgustada Nancy.

—¿Eso es cierto señorita Min? —preguntó la madre Jennie en modo comprensivo.

—Si, madre Jennie, —afirmó , no podía arriesgarse a ser castigada.

— Bueno, entonces, tendrás el trabajo que nadie quiere, ir y ayudar a limpiar la biblioteca. —le expresó— Sólo sigue los letrero de mano izquierda del comedor.

—Ya voy, gracias madre Jennie.

Se retiró haciendo una reverencia, y procediendo a ir a la vieja biblioteca.

[🦋]


Al entrar no encontró a nadie, sólo unos cuantos miles de libros, en grandes y antiguas estanterías, separados por orden alfabetico, pero completamente llenos de polvo.

El lugar tenía telarañas sin fin, algunos insectos y demás.

Parecía como si nadie en mucho tiempo hubiese estado ahí.

Al acercarse al puesto donde debería de estar la bibliotecaria encontró una lista de útiles de aseo, y veneno para las musarañas.

Asi que, sin haber nadie más, la tomó y fue a buscar todo.

Al regresar vio que ya no estaba sola, en este caso, había un chico subido en lo alto de la escalera limpiando libros con un spray y un paño.

Al bajar de tan gran altura, solo pudo pensar en los ángeles, vaya que ese convento tenía hombres preciosos, completamente magníficos y con rostros tallados por dios.

—Oh, hola —saludo de forma amigable YoonJi a aquel lindisimo extraño.

—Hola, señorita, soy Park Jimin —dijo besando su mano.

—Min YoonJi. —sonrió de forma seductora— es un placer.

Después de eso, comenzaron a organizar la biblioteca, a limpiar, y a arreglar todo.

De repente se escuchó un quejido de JiMin. ¿Que le había pasado? Se preguntaba.

—YoonJi! —le llamó de forma sensualmente desesperada.

Y como si no hubiese mañana, corrió detrás del estante del fondo, donde la luz era poca porque el foco titilaba.

Pero, no encontró a nadie, en cambio, sintió unas manos en su cintura y una pesada respiración en su cuello.

—Señorita. Permitame invitarla a pecar, dejeme ser su pasión, y su lujuria.


[🦋]

Espero que les haya gustado este capítulo, gracias por su atención ♥️

El Convento - YoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora