𝟸𝟹 𝑑𝑒 𝐽𝑢𝑙𝑖𝑜

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Tuve el sueño más raro.

Dormí temprano y me desperté al escuchar un reloj marcando la medianoche. Es curioso, no había oído ningún reloj antes. No pude volver a dormir, así que fui a buscar mi libro.

Fue entonces cuando vi el pájaro. Estoy bastante seguro que era un cuervo, pero se sentó en la parte superior del marco de mi puerta, como en el poema de Edgar Allan Poe "El Cuervo", y al igual que ese cuervo, estaba golpeteando.

-¿Qué? -dije.

Entonces, el cuervo se transformó en una mujer, y ella comenzó a cantar de una manera extraña, casi sobrenatural, operístiva, pero sin palabras, o tal vez con palabras extrañas y confusas, y en un tono que era igual de destrozado.

Sonaba casi como un theremin, este instrumento raro que utilizan en los viejos películas de terror.

Lo extraño era que la reconocí. Era Kendra, de mi escuela, la chica que había estado hablando con Lalisa el último día que la ví.

Estaba vestida toda de blanco, un vestido con un vuelo que la rodeaba como la túnica de una diosa griega. Levantó la mano, haciéndome señas para que la siguiera.

Lo hice. Ella salió de la habitación. No recuerdo que la puerta se abriera, pero la seguí, como por arte de magia, fuera de la habitación y abajo por las escaleras hasta la segunda planta. Esta, sabía, era la planta que había visto cuando entré, la sala de estar de la casa. No había visto mucho alrededor. Ahora lo hice.

La habitación era hermosa, con brillantes suelos de madera y techos altos, pero apenas se veía habitado. No era desordenado, sin duda, pero no era nada personal tampoco, no había fotografías, no había libros, revistas, o arte, ni siquiera en las paredes, como si hubiera sido organizada apresuradamente, más como el modelo de un decorador que un verdadero hogar.

Kendra me hizo señas desde la ventana, donde había ido, aparentemente, sin caminar. Obedecí y me paré junto a ella, con ganas de absorber la luna llena. Cuando era pequeña, siempre imaginaba a la luna siguiéndome por la calle.

Ahora, en un lugar tan solitario y diferente, me consolaba verla quieta.

Cuando llegué a la ventana, dí un paso atrás.

Me había equivocado al creer que nadie estaba despierto.

Alguien estaba, y ella estaba en el invernadero. Mi habitación no tenía ventana que daba a el, pero ahora que lo vi, me quedé sin aliento.

Cientos de rosas: rojas, amarillas, rosadas, corales, blancas, incluso púrpuras; rosas escalando en espalderas hasta el techo, rosas en macetas en el suelo, revistiendo las paredes como coberturas, colgando como un velo de novia. Esto también me convenció que estaba en un sueño. ¿Quién había visto tantas rosas en un mismo lugar?

En el centro del invernadero, una sombra se movió.

¿Era ella? ¿Pranpriya?

Había estado evitándola todos estos días. Ahora, tenía muchas ganas de verla, pero solo verla, no hablar con ella. Parte de la razón por la que había estado evitándola, me di cuenta, no era solo por el miedo de lo que podría hacerme, sino miedo de mí. Tenía miedo que fuera horrible y, más que eso, temía mi reacción hacia ella. Siempre me he enorgullecido de mí por ser amable, por ser comprensiva. Pero mi padre había llamado a Pranpriya una monstruo, mi padre, que había visto todo tipo de fealdad. ¿Qué pasa si me encogía cuando la viera? ¿Y si lloraba? ¿Qué pasa si, como Esmeralda en El jorobado de Notre-Dame, encontraba que simplemente no podía mirarla en absoluto? No quería ser superficial, cruel. Yo quería ser mejor que los estudiantes de Tuttle, quienes me habían menospreciado porque no tenía la ropa adecuada, la familia adecuada, el dinero justo. ¿Qué pasa si no lo era?

Ahora, sin embargo, tal vez pudiera verle sin que ella me viera. La sala de estar estaba oscura, el invernadero bien iluminado. Di un paso adelante.

Ella había estado parcialmente oculta por las rosas, pero ahora, como si supiera que estaba mirando, apareció a la vista. Se estaba paseando, me di cuenta, y cuando salió de detrás de las enredaderas, pude ver su rostro.

Di un grito ahogado. Mi padre no había estado equivocado o loco o drogado. Pranpriya era una monstruo. Ella no lucía como nada que hubiera visto fuera de una película. Al principio, solo podía ver su cuerpo.

Era alta, alta y esbelta, y si lo hubiera visto desde atrás habría asumido que era guapa, pero tan pronto como su rostro se hizo visible desde las sombras, supe que no lo era.

Cabello rubio, pelaje, cubría cada centímetro de su rostro y lo podía ver de ella. Sus manos tenían garras, pero su rostro era más rara. La nariz, larga y como la de un lobo, se inclinaba hasta una boca con dientes blancos y colmillos. El cabello en su cabeza había sido cepillado para tapar la mayor parte de su cara como sea posible, pero no lo hacía muy bien. Era rubio y largo, y debajo de él, pude ver los más hermosos ojos grandes y oscuros, como el tono de un chocolate. Ellos parecían brillar, de alguna manera, en la oscuridad. Parecían encontrarse con los míos.

Me di cuenta que me estaba mirando. ¿Podía verme mirando? Por supuesto que no. Sin embargo, esos ojos chocolatosos, extrañamente familiares, parecían suplicarme.

Una vez más, me alejé. Me tropecé a través del cuarto oscuro, medio esperando pasos que me persiguieran. Ninguno llegó. No vi a Kendra otra vez, en forma humana o aviar. Sin importarme cuánto ruido hacía, me tropecé y corrí escaleras arriba, y cerré con llave la puerta. Me tambaleé hasta la cama, solo entonces me di cuenta que estaba llorando. No por mí, no por mí, por ella. Quería odiarla, no compadecerme de Pranpriya, pero ¿Cómo no podría compadecerme de alguien que lucía como ella, alguien tan patética y retorcida y arruinada? ¿Qué accidente podría causar una cosa así? Ningún accidente, a no ser un accidente de nacimiento.

¿Cómo sería ser de esta manera, tener a la gente corriendo lejos de ti?

Y, sin embargo, sus rosas eran tan hermosas. Ella entiende la belleza.

La había visto. Podía mirarla ahora, pensé, sin encogerme. Una parte de mí todavía la odiaba, quería odiarla por hacerme sentir lástima por ella. Antes, podía vivir en el mundo, sin saber que alguien como Pranpriya existía, y no en algún lugar lejano, no como los bebés de paladar hendido que se ven en las revistas, los mendigos ciegos en Slumdog Millionaire, pero en realidad, en mi propio barrio. No podía ignorarla. Me imaginé la mirada suplicante en esos ojos. Tenía que compadecerme de ella.

Sin embargo, lloré, lloré por ella hasta que me quedé dormida.

¿O había estado siempre dormida? ¿Estaba soñando, no? Levanté la mirada y vi a Kendra, todavía parada allí, todavía cantando extrañamente. Entonces, sus palabras confusas se convirtieron en palabras verdaderas. Cantó:

𝖠𝗁𝗈𝗋𝖺, 𝗌𝗎 𝗇𝗈𝗆𝖻𝗋𝖾 𝗌𝗂𝗀𝗇𝗂𝖿𝗂𝖼𝖺 𝗈𝗌𝖼𝗎𝗋𝗂𝖽𝖺𝖽.
𝖯𝖾𝗋𝗈 𝗎𝗇𝖺 𝗏𝖾𝗓, 𝗌𝗂𝗀𝗇𝗂𝖿𝗂𝖼𝗈́ 𝖻𝖾𝗇𝖽𝖾𝖼𝗂𝖽𝖺, 𝗇𝗈𝖻𝗅𝖾 𝗒 𝖺𝗆𝖺𝖻𝗅𝖾.
𝖲𝗎 𝖼𝖺𝗋𝖺 𝖾𝗌 𝗁𝗈𝗋𝗋𝗂𝖻𝗅𝖾 𝖼𝗈𝗆𝗈 𝗎𝗇𝖺 𝖾𝗌𝗉𝗂𝗇𝖺.
𝖯𝖾𝗋𝗈 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝗂𝗇𝗍𝖾𝗋𝗂𝗈𝗋, 𝖾𝗌 𝗎𝗇𝖺 𝗋𝗈𝗌𝖺, 𝗍𝖺𝗅 𝗏𝖾𝗓.
𝖵𝖾 𝖼𝗈𝗇 𝖾𝗅𝗅𝖺.
𝖵𝖾 𝖼𝗈𝗇 𝖾𝗅𝗅𝖺.

Eso fue lo último que recordé antes de quedarme dormida de verdad. Cuando desperté después, era mediodía. No había señales de Kendra, pero mi habitación estaba lleno de rosas de todos los colores.

El hecho es que estoy atrapada aquí, ya sea porque mi padre necesita que yo lo esté o porque necesito huir de mi vida, estoy aquí, sola. Pranpriya también está atrapada aquí, sola, fea, tan desesperada por compañía que está dispuesta a recurrir al chantaje para conseguirlo. Pero ahora entiendo. Entiendo y, sería cruel de mi parte ignorarla.

Entiendo, y sé que, esta noche, voy a hacer lo que dijo la Kendra del sueño.

Voy a ir con ella.


~•~

Gracias por leer. :3

Eʟ ᴅɪᴀʀɪᴏ ᴅᴇ Jᴇɴɴɪᴇ (Bestial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora