Marta Alzama sabía que no había sido ni Ariel, ni Erin, quien había lanzado la piedra. Era alguien que estaba detrás de ella, y su voz se le hacía conocida.
La expresión de Aisha era de asombro, de inmediato, levantó la mano y la empezó a agitar. Marta Alzama giró la cabeza, mostrando los dientes como un animal salvaje y con la intención de intimidar a quien se estuviera inmiscuyendo en asuntos ajenos.
—A ver, señorita Alzama, ¿qué es lo que se supone que pasa ahora?
—Pro... profesora M-Martí...
La gorila Alzama palideció, ¿cómo es que una profesora sabía que estaban allí y había llegado tan rápido?
La profesora Martí había sido la profesora tutora de Marta Alzama, y ambas tenían experiencia lidiando la una con la otra. La educadora caminaba con paso firme y severo, la suave y fría brisa hacía que su cabello se moviera, dándole un efecto de película que a Aisha le terminó de aliviar, por algún motivo, como si eso marcara, definitivamente, el final de aquel momento tan horrible.
—Dos alumnas están en el suelo, bastante lastimadas, y tu reputación te precede, Alzama. El año pasado me cansé de hablarte, aconsejarte y castigarte, pero crees que estás por encima de todo.
Alzama bajó la mirada, no por arrepentimiento, necesitaba pensar en algo para zafarse de la situación en la que se encontraba. Además, vio que la profesora todavía cargaba, en su mano izquierda, otra piedra. Algo que la hizo temblar fue caer en cuenta que, si había algo que no se discutía, era que la profesora Martí tenía una excelente puntería, así que si hubiera querido, probablemente la piedra le hubiera impactado en la cabeza.
—Profesora, Alzama fue quien golpeó a Weltmeer y a Bianchi —Acusó Aisha, hablando tan rápido que apenas se le entendía. —Y ya ha pasado más de un minuto y no se mueven.
Alumna y maestra estuvieron muy cerca. Alzama era casi tan alta como su contraparte, y eso que la profesora Martí no era precisamente bajita. Sin embargo, Aisha notaba a la bravucona más peligrosa del colegio, mucho más pequeña, como si, con la llegada de la profesora, se hubiera encogido.
La profesora no apartaba los ojos de Alzama, y ésta pudo notar como la comisura del labio le temblaba a la adulta.
—P-profesora, lo que dice...
—Cállate, Alzama, no sé si quiero escuchar más excusas de tu parte. O ¿Qué me vas a decir? ¿ellas te molestaron? ¿de verdad? Ariel Weltmeer, que, hasta hace poco, era víctima de acoso por sus compañeras de salón era mucho más débiles que tú, o Erin Bianchi que es más una payasa de clase que una peleadora.
—N-no, pero...
—¡Ah! Ya, entonces fue Aisha Connor, una chica que, desde que he llegado no para de temblar, aun sabiendo que estoy para defender a mis alumnas. ¿No te da vergüenza? Con tu estatura y fuerza, podrías ser una buena deportista, pero te importa, todo, una mierda.
Alzama levantó la cabeza para mirar a su profesora, como si en su mandíbula hubiera un resorte que por fin se accionaba. La sorpresa no fue solo de ella, Aisha había dejado de temblar y sus ojos se habían clavado en la profesora Martí. No era habitual, ni lo esperado, que una profesora usara un lenguaje que se considerara inadecuado, aunque estaba claro que la profesora Martí no era una profesora normal, y sus estudiantes lo sabían muy bien.
Aisha se esforzó para moverse, su tobillo izquierdo le dolía y la rodilla derecha le ardía, pero consiguió alcanzar a Erin.
Aisha se acercó al rostro de Erin y le dio leves toques con las yemas de los dedos en la mejilla.
—Vamos, despierta, idiota —Le susurró a su amiga, bajito, tratando de que nadie más la escuche —Pude comunicarme con la profesora Martí, y ha venido.
Aisha dejó de tocar la cara de su amiga para zarandearla un poco, tomándola por los hombros. Unos pocos segundos después, Erin abrió un ojo, pesadamente, luego el otro y terminó tosiendo.
—¿Qué pasó? —Preguntó Erin en un susurro. El volumen de su voz se debía a que no podía hablar más alto, seguía adolorida. —¿Y Ari?
—No sé, pero no se mueve.
—Anda. Con. Ella. Por favor.
Aisha se intentó levantar, pero no podía apoyar el pie izquierdo. Con lágrimas en los ojos, Aisha se movió unos metros, casi arrastrándose por la tierra y el césped.
Ariel respiraba muy lento, como si estuviera dormida, su rostro estaba rojo y comenzaba a hincharse. El sangrado parecía haberse detenido. No estaba tan mal como Aisha se había imaginado. Intentó despertarla de la misma manera que lo hizo con Erin, solo que con ella no resultó.
Erin se pudo incorporar con dificultad. Se quedó sentada sobre la tierra, apoyándose sobre sus temblorosos brazos para mantener su torso erguido. Sentía su espalda tensa y un dolor punzante se clavaba a la altura de sus omóplatos, justo en el centro. Su atención estaba dirigida a sus dos amigas.
—No volveré a repetirlo, más te vale que no vuelva a escuchar que te metes en problemas con otras alumnas, en lo que queda del año. Te lo estoy advirtiendo Alzama. Ahora lárgate de aquí.
La Gorila Alzama salió corriendo y no miró atrás. Su cara estaba roja, tenía la quijada tensa y los dientes apretados, a tal punto que esa noche le dolerían y apenas podría cenar.
La profesora Martí esperó a que Marta se perdiera de vista y luego corrió hacia donde estaba Ariel. Aisha estaba llorando mientras trataba, de reanimar a su amiga.
—Profesora, hay que llamar a una ambulancia —Dijo Erin pero no estaba en condiciones y pensó que la profesora no la había escuchado.
—Déjame revisarla.
Camila Martí, se agachó, tocó a Ariel por el cuello. Se acercó a su rostro y puso su cabeza sobre el pecho de la adolescente. Aisha miraba lo que hacía su profesora con mucha atención.
>Connor, ayuda a Bianchi a ponerse de pie, vamos a mi departamento, no estamos muy lejos y podemos ayudarlas a que descansen y se recuperen. No te preocupes, Weltmeer está bien, sus heridas son superficiales.
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Crónicas de una Afrodite
HumorEn un mundo donde los hombres no existen, algunas mujeres poseen genitales masculinos y femeninos (Afrodites). Ariel, una muchacha afrodite, empezará a descubrir lo complicado que puede ser una, más aun si lo que deseas es que ese aspecto de tu vida...